«Le cortaron el cuello», le dice a la BBC Said Ahmad, de 47 años, mientras se pasa el dedo por la garganta con aire sombrío y relata cómo decenas de insurgentes entraron a su aldea, ubicada en el norte de Mozambique, a principios de este mes, y allí mataron a siete hombres, incluido su hermano, Bernado Bacar.
Otro testigo describió las grotescas secuelas que dejó otro ataque: cuerpos ensangrentados atados con cuerdas, las cabezas cortadas apenas balanceándose sobre los cuellos.
Pero el detalle más escalofriante es que muchos de esos muertos eran niños.
Y la agencia internacional de ayuda humanitaria Save the Children lo confirmó en una denuncia escalofriante que hizo pública esta semana: militantes islamistas han decapitado a niños de tan solo 11 años en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique.
Según se desprende de los relatos de quienes han huído de esta zona, afectada en los últimos años por un feroz conflicto interno que ha dejado cerca de 2.500 muertos y 700.000 desplazados, esta modalidad de ejecución se repite y tiene por autores a insurgentes islamistas que combaten en la zona.
Una mujer le dijo a Save The Children que fue testigo de la decapitación de su hijo de 12 años, mientras ella se escondía junto a sus otros hijos.
Este es un nuevo capítulo en la batalla por el control del norte del país – donde hay yacimientos de gas con un valor aproximando de US$15.000 millones-, que se inició en 2017 con la aparición de varias milicias rebeldes relacionadas con el autodenominado Estado Islámico.
En su reporte, Save the Children indica que habló con numerosas familias desplazadas, que relataron estas horribles escenas.