En la China continental, muchos consideran que es un «traidor», mientras que otros en Hong Kong lo ven como un héroe.
En todo caso, lo que queda claro es que Jimmy Lai es un hombre difícil de doblegar.
A sus 73 años de edad, este empresario multimillonario es una de las voces más prominentes del movimiento prodemocracia en Hong Kong, algo que este viernes le ha valido una condena a 14 meses de prisión por su participación en las protestas ocurridas allí en 2020.
No es, sin embargo, el primer problema ni el más grave que enfrenta Lai por su postura crítica ante Pekín.
El magnate, que está detenido desde febrero, enfrenta otras seis acusaciones, dos de las cuales surgen de la nueva y controvertida Ley de Seguridad Nacional de Hong Kong -impuesta por Pekín y que castiga lo que esta considera como subversión e intentos de secesión- que podrían derivar en una pena de cadena perpetua.
Además, en los últimos años ha sido objeto de un complot para asesinarlo y hombres enmascarados han lanzado bombas incendiarias contra la casa y la sede de la compañía.
Pero nada de esto lo ha detenido a la hora de defender las limitadas libertades de Hong Kong que considera amenazadas por la China continental.
Una actitud que él atribuye a su propia naturaleza. «Nací rebelde. Tengo un carácter muy rebelde», dijo el año pasado en una entrevista con la BBC, la última que concedió como hombre libre.
De polizón a magnate
Jimmy Lai nació en Cantón, una ciudad en el sur de China, en el seno de una familia adinerada que lo perdió todo cuando los comunistas tomaron el poder en 1949.
A los 12 años de edad, huyó a Hong Kong, donde llegó como polizón en un barco de pesca. Comenzó haciendo trabajos ocasionales, tejiendo en una tienda de ropa. Con el tiempo, aprendió inglés de forma autodidacta y finalmente fundó la marca internacional de ropa Giordano.
Así, al igual que varios de los magnates famosos de la ciudad, logró pasar de tener un empleo de baja categoría en una maquiladora a fundar un imperio multimillonario. Se estima que su fortuna personal alcanza los US$1.000 millones.
Giordano fue un gran éxito. Pero cuando en 1989 China envió tanques para aplastar las protestas a favor de la democracia en la Plaza Tiananmen, Lai comenzó a transformarse en un abierto defensor de la democracia.
Escribió columnas criticando la masacre que siguió a las manifestaciones en Pekín y estableció una empresa editorial que se convirtió en una de las más influyentes de Hong Kong.
Pekín respondió amenazando con cerrar sus tiendas en el continente, lo que lo llevó a vender la empresa y, al mismo tiempo, lanzó una serie de populares publicaciones a favor de la democracia que ahora incluyen la revista digital Next y el periódico Apple Daily, uno de los más leídos.
Héroe o traidor
En un contexto en el cual los medios de comunicación locales parecen cada vez más temerosos de Pekín, Lai no ha cejado en sus críticas a las autoridades de China. Esto lo convirtió en un héroe para muchos residentes de Hong Kong, pero en el continente es visto como un «traidor» que amenaza la seguridad nacional.
Cuando Pekín aprobó la nueva Ley de Seguridad Nacional de Hong Kong en junio de 2020, Lai le dijo a la BBC que la norma significaba una «sentencia de muerte» para ese territorio.
Advirtió que Hong Kong se volvería tan corrupto como China. Dijo que sin el imperio de la ley, su valorado estatus como centro financiero global estaría «totalmente destruido».
Para sus admiradores, Lai es un hombre valiente que ha asumido grandes riesgos para defender las libertades de Hong Kong.
«Tengo un respeto enorme por Lai. Claramente, es un hombre con coraje y probablemente está entre los muy pocos que ha mantenido sus intereses comerciales sin diluir sus principios», escribió un usuario de Twitter después de su arresto.
Conocido por su franqueza y actos de extravagancia, a principios de este año, el magnate instó al entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a ayudar a Hong Kong, diciendo que era el único que podía salvarlos de China.
Su periódico, Apple Daily, publicó una carta en la primera página que decía: «Señor presidente, ayúdenos por favor».
Pese a todo, ni su prominencia ni su fortuna lo han protegido de ser castigado. Al sentenciarlo este viernes, el juez dijo: «Las acciones tienen consecuencias para todos, independientemente de quiénes sean».
Al oír el fallo, Lai lucía tranquilo. Parece poco probable que la condena le haya tomado por sorpresa.
Pero ¿por qué no se ha doblegado ante Pekín?
La respuesta podría estar en lo que le dijo a la BBC el año pasado: «Si pueden inducirte el miedo, esa es la forma más barata de controlarte y la forma más eficaz, y ellos lo saben. La única forma de derrotar el camino de la intimidación es enfrentarte al miedo y no dejar que te asuste», aseguró.
BBC