“Ahmed Rabbani es nuestro último cliente autorizado para ser liberado de Guantánamo. Ha estado encerrado sin cargos por Estados Unidos durante 19 años. Su autorización es una noticia que vale la pena celebrar, pero no es el final de la historia. Todavía no tiene idea de cuándo se le permitirá volver a casa”. Con este mensaje en redes sociales comunicaba la citada organización la autorización para liberar de Rabbani, taxista de Karachi que ha pasado por una huelga de hambre en señal de protesta que le ha deteriorado considerablemente su salud.
La historia de taxista de Karachi lleva algunos años dando la vuelta al mundo y llegó al Informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre Tortura. Hace solo una semanas, a finales del verano, él mismo escribió una carta publicada por The Huffington Post en la que contaba lo ocurrido y cómo han sido estos años de sufrimiento, torturas físicas y psicológicas y cómo la esperanza se la ha ido yendo poco a poco. Barack Obama no cumplió y tampoco confiaba en que Joe Biden escuchase sus ruegos.
“Me han torturado usando más de 60 métodos diferentes… Casi dos décadas de mi vida han sido robadas porque Estados Unidos pensó que yo era otra persona”, decía en aquella misiva. Lo que le ocurrió a este ciudadano paquistaní es que le entregaron por una recompensa de 5.000 dólares bajo la identidad de Hassan Ghul, un extremista al que buscaba Estados Unidos. A él le arrancaron una confesión bajo torturas, según han denunciado tanto él como sus abogados. Lo más rocambolesco de su caso es que el verdadero Ghul fue detenido y encarcelado en la misma prisión de Kabul en el que él estuvo. Tres años después, fue puesto en libertad. Rabbani, sin embargo, siguió preso y acabó en Guantánamo sin que hayan presentado cargos contra él en estos 19 años ni le hayan sometido a juicio.
En aquella misiva publicada a finales de agosto señalaba que una semanas antes sus abogados habían presentado su caso ante la Junta de Revisión Periódica y que “si la Junta recomienda mi liberación de Guantánamo, a pesar de que esto sería una recomendación de las agencias de seguridad nacional de los EE. UU., si me liberan y cuánto tiempo esto tardará aún dependerá del presidente Biden. Mi destino está en sus manos”. Eso decía entonces. Repreive publicaba este martes que había sido autorizada su liberación, aunque no hay fecha aún.
Sobre el destino de quien le acusaron de ser y al que liberaron, Rabbani ha contado que cuando lo pusieron de nuevo en la calle siguió con sus actividades anteriores y acabó muriendo en un ataque con drones. Mientras, él sigue encerrado, con una llamada al mes por Skype para ver a su familia, sin haber podido conocer a su hijo menor y lejos de una familia que ha tenido que subsistir sin él.
“Si tuviera que describir Guantánamo al mundo, diría que es una prisión sin ley donde Estados Unidos ha desperdiciado 6 mil millones de dólares para encarcelar a personas sin juicio, ganando nada más que una reputación de injusticia. Ahora gastan más de $ 13 millones al año solo para retenerme aquí. Imagínese el bien que se podría hacer con ese dinero y la buena voluntad que podría generar. Quizás incluso podrían comenzar a compensarme por la tortura que he sufrido”, denunciaba en su texto.
Su única forma de protesta estos años ha sido una huelga de hambre de la que se ha ido informado a través de una web para dar visibilidad a su caso y llamar la atención sobre el mismo. Su estado de salud es tal que le alimentan a la fuerza con un tubo que él mismo denuncia como otra forma de tortura. “Esa experiencia diaria resume mi vida: un procedimiento de alimentación forzada que debe llevarse a cabo amablemente en un hospital, pero que ha sido modificado para infligir dolor intencional todos los días (y las Naciones Unidas lo describen como tortura en sí)”, ha narrado.
En aquella carta publicada por The Huffington Post reconocía cierta esperanza con las palabras de Biden, pero que se desvanecieron al recordar que Obama prometió lo mismo y no lo cumplió. “Un recluso fue liberado recientemente, el primero durante la presidencia de Biden, pero la esperanza es un lujo que mi familia y yo simplemente no podemos permitirnos. Después del sufrimiento psicológico que hemos soportado durante mis 19 años de prisión, permitirnos sentir esperanzas por mi liberación, basados en promesas de un presidente que aún no ha cumplido, podría llevarnos al límite” decía.
Ahora su puesta en libertad ha sido autorizada, pero siguen sin una fecha de fin para su encierro. Mark Maher, miembro de Reprieve, ha comentado que “el resultado de la Junta de Revisión Periódica es un paso positivo, pero no lo celebraremos hasta que esté de regreso con su familia en Pakistán y pueda abrazar a su hijo de 19 años por primera vez”.