EL POBRE DERECHO A LA PRIVACIDAD

 Por Paulo Egenau, director social del Hogar de Cristo

Las personas pobres tienen menos de todo: autonomía, movilidad social, privacidad. Aunque todos reconocemos que la protección de la vida privada es esencial en un estado democrático y que nos genera dignidad, humanidad y autonomía, al parecer, eso no aplica para quienes viven en pobreza y exclusión social, como son las personas en situación de calle. Es como si ellas fueran depositarias de versiones más débiles de este derecho tan importante para todos.

Los que menos cuentan con espacios de privacidad, están más expuestos a que su intimidad sea vulnerada. Los que raramente son vistos o escuchados, son los que más ven su intimidad diseccionada ante un hecho doloroso.

Por eso violenta la frivolidad con que son abordados en algunos medios y en redes sociales, hechos lamentables, como lo sucedido con Francisco Martínez en Panguipulli. Antes de hecha la formalización judicial a raíz de la muerte del joven, hemos visto ventilarse diagnósticos psiquiátricos –esquizofrenia– y genéticos –síndrome de Down tipo mosaico–, atribuidos a fuentes difusas, sin el más mínimo respeto o consciencia sobre el derecho a la privacidad de la persona aludida.

Pasó de manera escandalosa hace unos años, cuando en un matinal de TV se leyó entero el examen ginecológico de Nabila Rifo, víctima de un horrible caso de femicidio frustrado. Los medios alegarán el derecho a la información frente a lo que puede parecer una defensa principista del derecho a la privacidad de los más desvalidos, pero hay que tener en cuenta el rol y la responsabilidad de cada uno.

Políticas cruciales para la integración de las personas a la sociedad, como salud, educación, trabajo, vivienda, no tendrán éxito mientras las actitudes estigmatizantes tengan el nivel de penetración que muestran hoy en nuestra sociedad. Los medios son claves para prevenir la discriminación y la estigmatización, para sensibilizar sobre la universalidad de los derechos humanos y para fortalecer la cohesión social. De lo que se trata es de poner fin a la invisibilidad que sufren las personas que viven en la calle y de promover actitudes de respeto hacia ellas. La prevención de los prejuicios y de la exclusión debe ser parte central del trabajo de periodistas y comunicadores, a la par que su derecho a difundir información.

 

 

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