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A 50 años de la tragedia
Sergio Zarricueta Astorga
Vallenar se vistió de luto hace 50 años
Cada vez que tenemos la ocasión de cruzar el Puente Huasco, nos resulta un grato placer mirar desde su cima la generosa vegetación del sector Chamonate, como así también respirar el aire puro que huele a hortalizas, gracias al río generoso y cristalino que las riega y luego se pierde en el horizonte hacia el poniente.
Sin embargo, este puente teje una triste historia en su génesis, más bien dicho: una trágica y dolorosa historia. Pero, para ser exactos, habría que decir que estamos hablando del puente antecesor o, en estricto rigor, de la obra anterior, puesto que no alcanzó a constituirse en un puente propiamente tal, ya que se vino abajo en plena construcción el 9 de mayo de 1967, provocando la muerte de 8 operarios y dejando una estela de 20 obreros y técnicos gravemente heridos.
Las nuevas generaciones de vallenarinos y huasquinos en general, han escuchado historias sobre este horroroso hecho por relato de sus padres o abuelos, y todos coinciden en que constituye la desgracia más grande que recuerden los habitantes de este valle, un infortunio que -a juicio del historiador y conservador del Museo de Vallenar, Jorge Zambra, provocó “un traumatismo en el ánimo de los vallenarinos”.
Pero este lamentable episodio comenzó a tejerse en 1964, cuando paradojalmente el Estado de Chile termina de construir la Carretera Panamericana. En aquel entonces, el Gobierno se percata que para que nuestro país quede efectivamente unido desde Arica hasta Puerto Montt, faltaba un tramo a la altura de Vallenar, lo que obligaba a construir un puente sobre el río Huasco. La falta de esta conexión obligaba a los buses interprovinciales y camiones de alto tonelaje a entrar a Vallenar, causando enormes problemas de congestión vehicular, de modo que la construcción de esta obra fue vista con buenos ojos por la comunidad local.
Las obras de este puente que iba a tener 195 metros de largo, calzadas de 8 metros de ancho y una altura de 60 metros se iniciaron en 1965 y su entrega estaba proyectada para octubre de 1967, es decir, para cinco meses después de su caída.
Muchos obreros de esta obra comenzaron a temer alguna desgracia mientras experimentaban la seguidilla de temblores fuertes que en aquella época se dejaron sentir en la zona, alterando la calma de la gente y, evidentemente, de los trabajadores del puente. Frente a la duda de seguir o paralizar las faenas, el jefe de obras Carlos Velásquez Mercado solicitó la opinión de un ingeniero visitador de la firma constructora.
Cuando este profesional llegó al lugar, analizó la situación y, luego de no encontrar nada irregular en los trabajos en marcha, autorizó que continuaran, tras lo cual se marchó. Cuando iba en su camino de regreso a la capital, a la altura de La Serena, el puente se derrumbó con todos sus trabajadores.
Cerca de 20 personas resultaron heridas y ocho trabajadores murieron en el lugar; sólo uno de ellos era oriundo de Vallenar. Su nombre: Obaldo Leyton Hidalgo, tenía apenas 17 años y era jornalero. “Sentimos un estruendo y vimos una nube de polvo. Cuando llegamos no lo pude ver. Tenía la cabeza rota por la mitad”, cuenta su hermana Olga Leyton. Efectivamente la ficha de defunción del joven constata que la causa de muerte fue un traumatismo encéfalo craneano. Su acta es la primera que tiene como lugar de muerte el sector del puente.
Tras el accidente, la juez de Letras de Vallenar, Sylvia Volosky, se hizo presente en el lugar de la tragedia, acompañada de un asesor de Vialidad,
Los cimientos metálicos que no soportaron el peso de la estructura superior.
quien le dibujó un gráfico de la obra y le explicó los trabajos realizados. La magistrada consultó, interrogó y ordenó la incomunicación de dos técnicos: Carlos Velásquez Mercado, jefe de obras, y Luis Corrales Saavedra fiscal de obras del Ministerio de Obras Públicas, a quienes los obreros les cargaron los dardos.
El andamiaje utilizado constituyó un debut para los puentes chilenos. Era de tipo tubular, considerado la última palabra en modernidad en el mundo entero, con un costo mucho más elevado que los habituales. La firma constructora Yaconi Hermanos decidió utilizarlos, debido a que eran de una maniobrabilidad extraordinaria. Sin embargo, el costo humano fue mucho más elevado que el costo material.
Revisando revistas y diarios de la época, uno encuentra muchas opiniones de obreros que dan cuenta de la advertencia que hicieron a sus superiores, quienes no los tomaron en cuenta, como lo que dice -por ejemplo- Manuel Pizarro, obrero natural de Ovalle, quien salvó milagrosamente, porque en el instante del derrumbe se encontraba abajo, a un costado del río: “Nosotros dijimos muchas veces que algo andaba mal, el andamiaje se movía. Algunos decían que era por los temblores; otros, porque era la primera vez que se utilizaba este material y no calcularon bien”.
Sin embargo, la prepotencia y arrogancia de los ejecutivos de la empresa no se hizo esperar, ni siquiera en la desgracia. Hugo Yaconi, gerente general de la empresa constructora, señaló entonces a la Revista Ercilla: “Las opiniones de los obreros no pueden tener base alguna; esto es un problema sólo de ingeniería y, más aún, de ingeniería especializada”.
Por su parte, el ingeniero de obras Mario Torres, a pocos días de la desgracia declaró convencido a Revista Ercilla, que “los sismos afectaron el andamiaje de tal forma que la estructura perdió estabilidad. Antes del jueves 4 de mayo estaba todo perfecto, faltaba sólo concretar el arco en una tercera parte, si lo hubiésemos hecho a tiempo, nada de esto habría pasado”.
Esta desgracia mantuvo a Vallenar y a la provincia del Huasco en un duelo general. El dolor de los vecinos se palpaba en el aire. El día del funeral de las víctimas, toda la ciudad se volcó al cementerio: los trabajadores hicieron un alto en sus faenas, los estudiantes llegaron con sus profesores, el comercio cerró sus puertas. Fue un día de dolor profundo que aún es recordado por los vecinos de la provincia del Huasco.
Al cumplirse medio siglo de esta desgracia, vaya el recuerdo y homenaje a esos hombres que perdieron su vida trabajando para el progreso de Vallenar y nuestro país.
“Todo ocurrió en unos segundos”
Patrullas de trabajadores rescatan víctimas en medio de los fierros retorcidos.
Todo sucedió en breves segundos. Un ruido atronador, gemidos de dolor y luego una polvareda que no dejaba ver nada. El alegre grupo de trabajadores había quedado tronchado. Jóvenes provenientes de distintas ciudades se habían dado cita en Vallenar. Estaban orgullosos de la obra. El puente sobre el río Huasco era una de las construcciones de mayor envergadura del norte chileno.
Los obreros estaban temerosos. Los sucesivos temblores los habían asustado. Algo podía pasarle al puente. Dieron cuenta al jefe de obras, Carlos Velásquez. Este avisó a Santiago y el martes 9 de mayo terminaron la inspección. Horas después que salieron de Vallenar supieron que el puente se había desmoronado. Desde el pueblo todos corrieron a prestar ayuda. Los bomberos realizaron una abnegada labor. Los mismos obreros formaron patrullas de rescate. Al pasar lista se comprobó que la mole de fierro había atrapado a 16 trabajadores. El puente había cobrado sus víctimas. Y la muerte había llegado convertida en toneladas de cemento y fierros retorcidos, dejando un cuadro dantesco sobre el lecho del rio Huasco. Después, el silencio y luego el ulular de las sirenas. La muerte continúo su camino, pero su detención en Vallenar horrorizó a los 60 mil habitantes de esta tranquila ciudad.
Iba a ser el puente más imponente del norte
En esta foto, tomada dos días antes del derrumbe, se advierten en toda su extensión el arco y los hormigones de acero a punto de unirse en su corona.
“Cómo no murieron todos”. Esta expresión la decían todos los que llegaban al lugar del derrumbe. El cuadro era impresionante. Arriba se veían las armazones de cemento colgando en forma amenazadora hacia abajo. Sobre el lecho del río Huasco, un hacinamiento espeluznante de fierros retorcidos hablaba por sí solo de la tragedia. Fierros manchados de sangre indicaban el lugar preciso donde siete obreros perdieron la vida. Unos carabineros custodiaban el lugar. Más allá, patrullas de obreros apilaban el material quebrado. Esa misma faena, pero buscando sobrevivientes, se había hecho el día anterior. Un silencio abrumador acompañaba a los pocos obreros y periodistas que se encontraban en el lugar. Algunos obreros, sentados en la falda del cerro, contemplaban pensativamente el sitio donde horas antes habían estado trabajando. La cuadrilla de trabajadores se hallaba orgullosa de la obra que estaban levantando. Era, quizás, la obra de más envergadura que se construida en el norte. El puente era el orgullo de ellos. Pero el puente les jugó una mala pasada, dejando una estela de sangre donde antes las carcajadas juveniles apagaban los ruidos de los martillos.
Los obreros formaban un grupo unido. Donde anduvieran creaban un equipo de fútbol. Todos tenían ya gran experiencia en la firma Yaconi Hermanos. Habían trabajado construyendo puentes en Aysén, Ancud y otras partes. Casi siempre eran los mismos. Por eso la trágica muerte de siete de ellos golpeó tan duramente al resto de los trabajadores. En septiembre, es decir, en cuatro meses más, sería la gran inauguración. Todos estaban invitados. Pero los temblores y otras causas técnicas empañaron la obra.
En breves segundos todo se cayó. Los hormigones y el arco aplastaron a 16 trabajadores. Las pérdidas sumaron más de 900 mil escudos de la época. En cuatro días iba a quedar totalmente conectada la copa superior del arco. El destino dijo otra cosa.
Para Carlos Velásquez, contratista de la obra, con 30 años de trabajo en puentes a través del país, todo fue culpa de los movimientos sísmicos. Sin embargo, para la jueza de Vallenar, Lea Silvia Bolosky, esas razones no fueron atendibles en primera instancia y detuvo a Velásquez, dejándolo incomunicado en la cárcel local.
Antes de quedar detenido, el ingeniero señaló: “Se estaba efectuando la labor de empalme de hormigón. Para ello se había levantado una estructura de tubos en forma de abanico, hecha con tubos unidos por abrazaderas para amarrar los cálculos horizontales. El andamiaje estaba amarrado y sólo faltaba para cerrar el arco una extensión de 30 metros de longitud. Cerrando éstos, ya estábamos asegurados con todo, pero desgraciadamente, el movimiento sísmico del jueves 4 soltó algunas abrazaderas, palmeando algunos tubos que habíamos reforzado. El domingo por la mañana hubo otro sismo. Algo debió haberles sucedido a las abrazaderas. Pese a que revisamos, no encontramos nada anormal. Aun así, pedimos la presencia de un ingeniero visitador que vino el mismo día de la tragedia y el sábado pasado estuvo el constructor que
Impresionante fotografía del derrumbe. Debajo de cientos de toneladas de fierro y cemento encontraron una atroz muerte los infortunados obreros que, en su mayoría, provenían del sur del país.
revisaba periódicamente las obras. Una vez cerrado el arco, que tiene una luz de 104 metros, no corríamos ningún peligro. Esta faena la íbamos a terminar el sábado 13 de mayo. Sobre la estructura teníamos un peso de 850 toneladas de hormigón”.
PUDO SER PEOR
Pero la suerte, los sismos o las fallas técnicas de los encargados de la construcción repercutieron en la suerte de 39 obreros. Aunque también la suerte impidió que la tragedia hubiese alcanzado contornos más trágicos. Siete obreros muertos y nueve heridos. Dos de ellos en muy grave estado. Para Harry Verdugo, vecino de pieza del fallecido José Mancilla, capataz de la obra: “Sólo Dios evitó algo peor”. En su modesta pieza instalada a pocos metros del lugar de la tragedia, recibió al corresponsal de la Revista VEA (Julio Cabezas Molina) el miércoles 10 de mayo. Toda la tarde y parte de la noche había estado entregado a labores de rescate. Para él, la muerte de sus compañeros tiene un doble significado. Era uno de los más antiguos y también era el encargado de fotografiar a sus compañeros. “Ese día no sé por qué no trabajé. Había ido en camión a la ciudad cuando de pronto supe la noticia. Me demoré pocos minutos, pero en el lecho del río había ya muchas personas
Dos días antes de la tragedia fueron tomadas estas fotografías. Aquí se aprecia a tres obreros que trabajan alegremente sobre el arco en construcción. Dos de ellos (abajo) son Alberto Olivares, fallecido en el Hospital de Vallenar, y José Pizarro Araya, herido gravemente.
trabajando en la remoción de escombros. Toda la gente cooperó. De una industria cercana prestaron oxígeno para cortar los fierros. Bomberos realizó una tarea admirable. Por eso no murieron más. Nosotros, carabineros y bomberos, arrebatamos de la muerte a muchos compañeros. Los ́cabros ́ que murieron jugaban fútbol por el club Unión Aldea. Y pensar que ya estábamos por terminar la obra”.
En el momento de producirse el derrumbe, nadie atinó a nada. Fue como una explosión. Y todo duró breves minutos. Luego el silencio, la polvareda y los gemidos de dolor que indicaban dónde había heridos. Algunos murieron instantáneamente. Otros resistieron las heridas, pero murieron en el hospital, en camino hacia él o después de varios días de agonía.
Los muertos en la morgue de Vallenar
Testimonios de sobrevivientes
Raúl Solar Araya y Eliseo Torrejón, ambos heridos.
Julio García, 18 años, desde su lecho de herido en el Hospital de Vallenar, entregó una versión gráfica de aquellos horribles momentos vividos: “Yo estaba abajo cuando escuchamos el ruido. Al principio me quedé parado, pero después corrí lejos de la obra. Caí al agua, pero lo importante era arrancar. Después, cuando sólo quedaba el polvo, volví en busca de mis compañeros. Por todas partes había sangre. Yo y otros compañeros sacamos de los fierros a Alberto Olivares y a alguien más. No se podía reconocer las caras. Todos estaban ensangrentados y llenos de polvo”.
“Fue algo espantoso”, dijeron los sobrevivientes Clodomiro Gatica y Julio García.
Todos los obreros de la firma Yaconi Hermanos jugaban fútbol en el club Unión Aldea de Vallenar que, en ese entonces, militaba en la segunda división del fútbol local. A la izquierda, con la camiseta del club, aparecen Eduardo Leyton y Eliseo Torrejón (primero de la derecha).
DOS DETENIDOS
Mientras García en cualquier momento podía ser dado de alta, su compañero Olivares moría en el mismo Hospital de Vallenar. Nada pudieron hacer los médicos por salvar su vida. Estaba totalmente quebrado y con fracturas encéfalo-craneanas. Esto mismo presentaron los otros seis obreros muertos y los heridos.
En el avión ambulancia DC-3 de la Fuerza Aérea de Chile fueron transportados a Santiago ocho de los diez heridos del derrumbe del puente sobre el rio Huasco. De los dos que quedaron en Vallenar, uno falleció y el otro logró salvar su vida.
Los 23 obreros que participaron en las faenas de rescate estuvieron a primera hora en el Hospital de Vallenar. Todos querían saber la suerte de sus compañeros. Otro grupo, más reducido, esperaba resignado a la salida de la morgue. Uno que otro pariente, como Rodolfo Rodríguez, preguntó al periodista de la Revista VEA: “¿Podré ver a mi compadre Mancilla?. Aquí le traigo una ropita. Es mejor que lo entierren con ésta. La otra debe estar rota. Mi compadre era re ́ bueno. No sé si acaso lleguen sus familiares. Él era de Lanco”.
Mientras tanto, un grupo de madres afligidas preguntaban por sus hijos. Parientes contaban cosas de los obreros muertos. Todos se preguntaban: “¿Qué vamos a hacer ahora?. ¿Cómo nos ayudarán?”. Casi todas las víctimas eran jóvenes, como también casi todos venían desde lejanas ciudades sureñas.
Las posibles causas de este nuevo accidente ocurrido en Vallenar fueron investigadas por el subdirector de Vialidad, René Birke. Su fallo debía entregarlo en 45 días más. Mientras esto ocurría, decenas de trabajadores volverán a ocupar sus puestos en los andamios del puente. El derrumbe significó una pérdida de 900 mil escudos de la época y un atraso considerable en la terminación del puente que lleva la Carretera Panamericana sobre el rio Huasco.
Un aspecto de la multitudinaria despedida que tributó el pueblo de Vallenar a los obreros fallecidos tras la caída del Puente Huasco. La ceremonia fúnebre se realizó en la Iglesia San Ambrosio de la ciudad.
Provisoriamente, los obreros fueron sepultados en el cementerio de Vallenar. Dos días después, los familiares los trasladaron al sur del país. José Mancilla fue enviado a Valdivia, mientras que a Osorno se mandaron los cadáveres de Fizardo Naguil Collipán y Eduardo Collillanca. En Vallenar solo quedaron los restos de Eduardo Leyton y José Cortés. La CUT local, presidida por el dirigente minero Juan López, y la Federación Provincial de la Construcción culparon durante a la firma constructora por “improvisación y mala calidad del material empleado”.
Cortejo Fúnebre hacia el Cementerio
El pueblo entero de Vallenar asistió sobrecogido a los funerales de los trabajadores. En esta fotografía se aprecia a estudiantes y vecinos durante el cortejo fúnebre, a la altura de la “Gruta”. De fondo el cerro Alto de la Luna.
PRESIDENTE COMUNAL DE LA CUT :
“Hubo improvisación e irresponsabilidad”
La jueza de Letras de Vallenar, Lea Silvia Volosky, se constituyó en el sitio de la tragedia, acompañada de un asesor de Vialidad
Las tres desgracias consecutivas que, de acuerdo a una arraigada creencia popular, deben ocurrir ya se habían cumplido. Ahora “hay que ponerle otra vez el hombro, aunque nos dé un poco de miedo”. El diario y la emisora locales pusieron fin a su poco alentador anuncio que repetían cansadoramente: ¿Qué ocurrirá mañana en Vallenar?.
Esta interrogante y el posterior análisis de la tragedia ocurrida fue planteada por la Revista ERCILLA, en su edición inmediata a los sucesos trágicos ocurridos el 9 de mayo de 1967 en Vallenar. La nota agrega textualmente lo siguiente:
Los seis obreros muertos y los diez heridos, a consecuencia del derrumbe del puente en construcción sobre el rio Huasco, pasaron a engrosar la nómina de víctimas dentro de un calendario de tragedias en la zona, que la gente antigua
recuerda perfectamente, las que sirven para que las brujas, ́meicas ́ y adivinas de la región hagan “cálculos” sobre lo ocurrido y lo que vendrá. Fue la misma palabra -cálculo- la que se convirtió en un regadero por el país, al conocerse la noticia del accidente.
CANALES DE REGADIO CORTADOS
Las causas aún no se precisan. Los efectos fueron más allá de la muerte, destrucción y pérdidas en el viaducto. También la ganadería y agricultura de la zona se vieron afectadas. El andamiaje y parte del cemento que cayeron obstaculizaron dos canales de regadío que nacen del rio Huasco. Uno de ellos servía a la hacienda “La Compañía” que reparte sus tierras en varios fundos más pequeños. La estancia “Las Ventanas” fue más afectada por el fuerte derrumbe. A las pocas horas sus moradores sentían la sed, mientras partían cuadrillas de trabajadores para tratar de remover escombros y dejar escurrir el agua.
La jueza de Letras de Vallenar, Lea Silvia Volosky, se constituyó en el sitio de la tragedia, acompañada de un asesor de Vialidad, quien le dibujó un gráfico de la obra y le explicó el trabajo realizado.
La magistrado consultó, interrogó y ordenó la incomunicación de dos técnicos: Carlos Velásquez Mercado, jefe de obras, y Luis Corrales Saavedra, inspector de obras del Ministerio de Obras Públicas, a quien los obreros le cargan los dardos.
El andamiaje utilizado constituyó un debut para los puentes chilenos. De tipo tubular, era considerado la última palabra en el mundo entero. Con un costo mucho más elevado que el habitual, la firma Yaconi Hermanos decidió utilizarlo, debido a que era de una maniobrabilidad extraordinaria. La experiencia, sin embargo, fue mucho más cara que ese costo inicial.
OPINIONES DIVERGENTES
Entre patrones y obreros, una vez más, las opiniones no coincidieron. “Nosotros dijimos muchas veces que algo andaba mal. El andamiaje se movía. Dicen que por los temblores. Algunos creen que por ser por primera vez que se utilizaba, no calcularon bien. Quizás. Hubo compañeros que así no querían trabajar. Los ingenieros vinieron, estudiaron el asunto y autorizaron seguir la obra. Pero, se fueron y el puente cayó”. (Manuel Pizarro, obrero natural de Ovalle. Salvó milagrosamente, ya que estaba abajo, en el rio, pues su cuadrilla estaba paralizada en ese instante. Su hermano José fue uno de los heridos graves).
“Las opiniones de los obreros no pueden tener base alguna. No es por menospreciarlos, pero esto es un problema solo de ingeniería. Y más aún, solo
Hugo Yaconi, gerente general de la empresa constructora
de ingenieros especialistas”. (Hugo Yaconi, gerente general de la empresa constructora, ingeniero comercial, casado, 41 años, 3 hijos).
“Aquí ha habido imprevisión, irresponsabilidad criminal quizás… Hermanos que habéis caído, que este sacrificio vuestro signifique más seguridad para los obreros que están construyendo el porvenir de Chile” (Juan López, presidente de la CUT de Vallenar, regidor electo del PC, en el cementerio al despedir los restos de los malogrados obreros).
Hugo Yaconi recuerda que el jefe de obra, Carlos Velásquez, avisó a Santiago que el puente mostraba una flectación en uno de los abanicos del andamiaje, a raíz de un fuerte sismo ocurrido el jueves 4 de mayo. Por tal razón, viajó a Vallenar un ingeniero visitador y dispuso un refuerzo. Pero siguió temblando y, al parecer, a la luz de los hechos, el refuerzo resultó estéril. El día del accidente, los jefes de la firma contratista habían abandonado el lugar de las obras hacía pocos minutos para regresar a Santiago. La noticia la conocieron cuando bajaban del avión en el aeropuerto de Cerrillos.
Rescatistas trabajan entre los fierros retorcidos de la mole de acero y hormigón
El ingeniero Mario Torres apuntó: “Los sismos afectaron el andamiaje de tal manera que éste perdió estabilidad. Antes del jueves 4 todo estaba perfecto. Solo faltaba concretar el arco en una tercera parte. Después de ello nada habría ocurrido”.
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Inauguraciones Postergadas
Una hermosa pileta de agua y floreados jardines consideró la transformación de la Plaza de Armas de Vallenar, cuya inauguración oficial debió esperar, a causa de la tragedia del Puente Huasco.
No podía imaginar Ambrosio O ́Higgins, barón de Ballenary, que la ciudad por él fundada sería tan rica en cobre y hierro. Tampoco que una seguidilla de accidentes sacudiría los cimientos de todas las familias que trabajaban afanosamente por la prosperidad de ese norte “tan dejado de la mano de Dios”.
Vallenar estuvo de duelo general. El día de los funerales de las víctimas, toda la población se volcó hacia el cementerio, en tanto el comercio local cerraba sus puertas en señal de dolor. Mientras, diversas obras, cuyas inauguraciones estaban anunciadas para esos días, deberán esperar, como la nueva Plaza “Ambrosio O ́Higgins”, la moderna tribuna metálica del Estadio Municipal y la Planta de Ácido Sulfúrico.
AGRADECIMIENTOS A LA ILUSTRE MUNICIPALIDAD DE VALLENAR, EN ESPECIAL AL SR. ALCALDE DON CRISTIAN TAPIA RAMOS. (EL AUTOR)
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