Este mes se cumplen 74 años desde que el padre Hurtado creó el Hogar de Cristo. El Chile de 1944 era muy distinto al actual: tenía 5 millones de habitantes y un 40 % de ellos vivía en sectores rurales. En 2018, somos 18 millones y más del 90% vivimos en las ciudades. Entonces apenas había una institucionalidad estatal que hiciera frente a las exigencias de cuidado del bien común. Hoy contamos con instituciones que por años han contribuido a mejorar las condiciones de vida de la población y tenemos datos confiables para tomar buenas decisiones. En 1944 cerca del 40% de la población era analfabeta, hoy contamos con cobertura total de educación, aunque cerca de 500 mil compatriotas ni leen ni escriben, sobre todo entre en la población rural de edad avanzada.
Desde 1944, los gobiernos han procurado atender los distintos rostros de la pobreza, con mejores o peores resultados, a veces por dificultades en la implementación de las políticas y otras por factores externos que nos han golpeado. Cuando los recursos no alcanzan, es clave focalizar los esfuerzos públicos en los más desfavorecidos.
Esta semana el gobierno presentó un “Compromiso País”, que convoca a la sociedad civil organizada, empresariado, academia, junto a las organizaciones del Estado, para emprender acciones concretas en ayuda de 16 grupos identificados como los más vulnerables.
Esta dinámica de colaboración parece acertada, siempre que se sostenga en el tiempo, incluya a los propios afectados y nutra de ideas y recursos la institucionalidad. Un caso emblemático es el del Sename, pero hay situaciones nuevas, como la de los 72 mil niños y jóvenes expulsados del sistema escolar o la de los barrios en los que campean el narcotráfico, que requieren respuestas distintas, pues las que existen no han sido capaces de abordarlas. Que san Alberto Hurtado, Padre de la Patria, nos inspire para hacer de Chile un país, más digno y justo, donde todos puedan desplegar al máximo sus talentos y capacidades.
Por José Yuraszeck, sj, capellán del Hogar de Cristo