CENTRALISMO PATRIARCAL, RETRÓGRADO Y AGRESIVO

 

 

Por Arturo Volantines

 

Las lecturas de a lo menos tres libros: “Ciudadanía, temas y debates”; compilación de Armando Cartes Montory y Pedro Díaz Polanco (Centro de Estudios Bicentenario); “Liberales Plebeyos, El relato de un pipiolo del siglo XXI”; Vlado Mirosevic (Ril editores); “Descentralización ya, Conceptos, historia y agenda”; Esteban Valenzuela Van Treek (Ril editores), delata, en el fondo del pozo, la crisis profunda que vive el país. No es solo espora de la corrupción, sino de la estructura añeja y patriarcal del país, que se ve enfrentada a la ciudadanía —en concordancia de un efecto global—, que ya no acepta ser tratada como deficiente mental o menor de edad, y que ya no quiere consentir que se hable, se haga y se deshaga en nombre de ella.

El centralismo en Chile es una imposición desde La Colonia; es extremadamente autoritario, deviene “de las reformas borbónicas”. Un Estado construido desde el Estado, al decir de Góngora; que es notablemente anacrónico. Huelga decir, que hemos pasado de una sociedad servil a una sociedad ilustrada y, ahora, a la vista: meridianamente empoderada. Portales ayudó a construir a este Estado: a sangre y fuego; hablaba de azotar, dominar y ejemplarizar al pueblo. Pinochet agregó su parte. Incluida, la inercia de los Gobiernos formales de la Concertación.

Sin embargo, durante el siglo XIX, el pueblo provincial fue generando rebeliones y revoluciones. Al principio de la República, los reiterados conatos de Chañarcillo dieron paso a la Revolución de 1851, en Concepción, Talca, Illapel, Ovalle, Huasco, Copiapó y en el glorioso Sitio de La Serena, encabezado por José Miguel Carrera Fontecilla y Pedro Pablo Muñoz Godoy. Luego, vino la gran gesta de la Revolución Constituyente y su Ejército Libertador del Norte, dirigido por el poeta General Pedro León Gallo, que derrotó al ejército centralista en la batalla de la Quebrada de Los Loros. También, considérese la lucha contra el centralismo en la Revolución de 1891, donde los cuerpos armados de la Región de Atacama y Antofagasta volvieron a derrotar al Gobierno centralista.

El centralismo ha sido una forma de perpetrar un sistema autoritario y gatopardista, que llegó a la locura de borrar los nombres propios de las regiones y cambiarlas por números. En cambio, estas mismas regiones han salvado sistemáticamente del desastre al Gobierno central: le financiaron las guerras contra España, contra la Confederación y la Guerra del Pacífico. El guano, el salitre, el cobre y la plata del norte han sufragado el país. A la larga, solo ha quedado: desmontes y cementerios.

No hay duda, que este Estado centralista es abusivo e inmoral. La Provincia ya no puede aceptar más imposiciones de autoritarismo y desfalcos. Se vuelve perentorio construir un Estado conmutativo, con justicia social, plebiscitario; donde el pueblo pueda pronunciarse sobre las distintas materias; donde los municipios dejen de ser meros administradores y puedan autogestionar; donde las regiones manejen todos sus recursos.

Cuando se han venido abajo casi todas las estructuras morales de este Estado autoritario, donde casi todos sus estamentos están cuestionados. Y, aparece el tufo del caos. Es necesario y urgente, llegar a un acuerdo civil a corto plazo, para cambiar la constitución y descentralizar el país. Sobre todo, a la luz de un mundo absolutamente globalizado y ciudadanizado.

Si no, nos queda otra opción: Que los extraterrestres de siempre, bien armados, nos vengan a salvar de este caos.

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