Dante Carrizo, Doctor en Ingeniería de Software, Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Atacama.
Actualmente, nos encontramos en uno de esos hitos que marcan un antes y un después en la historia humana, ya que, esta pandemia nos ha impulsado a dar pasos que pueden encaminarnos a cambios relevantes en nuestras vidas personales y profesionales. En este sentido, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), establecidas gracias a la confluencia de tres disciplinas (Informática, Ciencia de la Información y las Comunicaciones) ocupan un papel fundamental para enfrentar esta crisis sanitaria y nos brindan una oportunidad hacia la transformación digital, que además, pueden prepararnos para afrontar de mejor manera futuras situaciones emergentes.
En el ámbito de la educación en general y en la formación de profesionales, las TICs se ubican como la piedra angular para avanzar en la continuidad del servicio, aunque el problema que tiene el haber iniciado bruscamente un proceso de formación a distancia, es que las condiciones no estaban garantizadas del todo aún, puesto que, para que los procesos cambien de paradigma se debe contar con algunas plataformas habilitantes, y es aquí donde la pandemia nos pilló a todos de improvisto.
En primer lugar, se requieren capacidades de telecomunicaciones suficientes y actualmente, la irregularidad en la calidad de internet es inmensa, y mientras no tengamos el mismo estándar en todos los lugares de la región y el país, la educación seguirá aumentando brechas, ahora en procesos a distancia.
CONEXIÓN A INTERNET
En Chile, casi el 90% de los hogares tiene algún tipo de acceso a internet, sin embargo, a pesar de tener estas cifras tan altas, incluso superiores a la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), muchas veces este acceso es inestable y de mala calidad. La mitad de los hogares, sólo cuentan con conexión a Internet a través del celular o deben turnarse el único computador que poseen, generando una brecha en las posibilidades de formación a distancia, principalmente para currículos y/o asignaturas que requieren el trabajo con softwares gráficos y especializados que no pueden ejecutarse en celulares o tablets.
En el marco de la emergencia sanitaria, a nivel latinoamericano, más del 40% de las instituciones ha entregado ayuda para acceso a internet a los estudiantes y un porcentaje menor entregó PCs u otro sustituto. En nuestra Universidad, 146 estudiantes recibieron plan de acceso a internet, 138 recibieron PCs, y 351 ambos recursos (635), por lo que queda el cuestionamiento de si esta necesidad manifiesta, en sí mismo, una brecha que debiera eliminarse como condición de entrada a estudios de formación profesional.
Ahora bien, una cosa es tener acceso y por otro lado está la calidad de internet, que se expresa por la velocidad o ancho de banda que se tiene, la cual se mide en bits por segundo, es decir, la cantidad de datos que puedo subir o bajar por unidad de tiempo. Por ejemplo, haciendo una analogía con el suministro de agua serían los litros por segundo que llegan a nuestras casas o que consumimos, o en el caso de una carretera, la cantidad de vehículos que llegan a algún lugar por unidad de tiempo.
No obstante, esta tasa depende del canal de transmisión (ancho de la cañería o cantidad de pistas), cómo se distribuye o comparte este canal (la cañería se divide entre los vecinos, la carretera disminuye de vías o se bifurca) y de la tasa de subida y bajada de datos (en el caso del agua no aplica, pero sí en una carretera con carriles en ambos sentidos).
Por otro lado, la tecnología y protocolos de comunicación vienen siendo la presión con que se envían o traen los datos. Si la bomba de la matriz bombea agua a una misma presión, la cantidad de agua que recibiremos dependerá de cuántos vecinos tienen también abiertas las llaves en ese momento, así es con el internet. Aunque, probablemente con la inminente llegada de la tecnología 5G, la velocidad o ancho de banda se multiplicará inmensamente, lo que podrá garantizar este tipo de videoconferencias o que estudiantes descarguen videos de clases sin inconvenientes.
CAMBIO DE PARADIGMA
Otro aspecto habilitante son las capacidades para apoyar el proceso de docencia, ya que, si bien se ha iniciado en años anteriores la capacitación en metodologías activas, preparación de contenidos y uso de plataformas de enseñanza virtuales, el avance ha sido desigual entre universidades y académicos. Para algunos docentes, más lejanos a las tecnologías, ha sido difícil el cambio de paradigma, y aquellos que se atreven, tienden a usar las nuevas tecnologías isomórficamente a las anteriores.
Al iniciar este proceso, la mitad de nuestros académicos declaraba no manejar habitualmente alguna herramienta de videoconferencia, un 40% señaló no haber utilizado una plataforma de enseñanza virtual y un 40% conocía Moodle. Hoy prácticamente todos están utilizando videoconferencias y la utilización en Moodle va acercándose al 90%. Aquella inercia que parecía imposible de vencer, finalmente está quedando atrás, pero queda lo más relevante: cómo alcanzar los logros de aprendizaje por parte de los estudiantes.
Dentro de este contexto, un 65% de los estudiantes cree tener habilidades para usar TICs, pero debe desarrollar otras habilidades como mayor autocontrol, capacidades de autoaprendizaje, hábitos de estudios autónomos, también es necesario que asuman un rol de prosumidores, es decir, que no sólo sean consumidores de contenidos, sino que también puedan producir colaborativamente activos propios para su aprendizaje.
Pero la virtualidad en la enseñanza supone también requerimientos nuevos para las instituciones y de acuerdo a las estadísticas generales, la IES del país, y de Latinoamérica gastan entre un 55 a 60% en tecnologías para la gestión (sistemas administrativos como ERP o académicos como el U+), alrededor de un 30% en infraestructura y hardware (PCs, equipamiento de laboratorio, entre otros) y solo un 10% en capacitación para el nuevo paradigma (tecnologías para apoyar la docencia). Esta distribución debe variar, ya que la virtualidad es un proceso multidisciplinario y colaborativo, que requiere el aporte de especialistas en contenidos, informáticos, diseñadores multimediales, y académicos especialistas, para así generar cursos que sean desafiantes para los estudiantes actuales.
Finalmente, se requieren posibilidades de contar con un entorno adecuado para el proceso enseñanza-aprendizaje, y es que las condiciones en que académicos y estudiantes participan del proceso pueden ser disímiles y lejos de un estándar que otorguen facilidades de privacidad, tranquilidad y dedicación a actividades de aprendizaje.
DESAFÍOS /OPORTUNIDADES
Pero esta situación actual también supone algunos desafíos y oportunidades:
- a) Aceleración de la clientelización de formación y vinculación virtual: Uno de los beneficios que ha traído la situación de pandemia, es el acercamiento a actividades de teletrabajo y teleformación. Los estudiantes y las personas en general, que se acostumbren o les guste esta modalidad, probablemente optarán en el futuro por diplomados, postgrados o cursos de capacitación a distancia. También, serán más proclives a participar en seminarios y actividades de extensión en esta modalidad.
- b) “Comoditización” de los contenidos de docencia: Las principales universidades y centros del mundo como MIT y Harvard ya han liberado decenas de cursos formativos, y cuando esto se masifique, los académicos tendremos que competir con otros colegas para que nuestros estudiantes prefieran nuestros contenidos en su aprendizaje. Es probable que aumente el número de empresas, que comprarán contenidos generados por profesores, con ciertos estándares, y los ofrecerán a los estudiantes del país o del mundo.
- c) Cambio del “modelo de negocio” de las IES: El teletrabajo y enseñanza virtual puede significar menores gastos de operación, menos oficinas y salas, y probablemente menos académicos. Las IES podrían comprarles a las empresas paquetes de contenidos para reemplazar profesores de cursos no troncales o incluso troncales.
Para concluir, queda una pregunta por responder al final de esta situación de pandemia: ¿cuántos estudiantes y académicos preferirán seguir con clases a distancia, a volver con clases normales?, creo que no serán pocos, puesto que muchos preferirán poder cuidar a sus hermanos pequeños o abuelos mientras participan en clases, disminuir gastos y tiempo en transporte, mayor flexibilidad de sus horarios, etc.