Hace un año, Santiago Gómez fue operado de un tumor en la próstata; ahora, más tranquilo y recuperándose de las secuelas, relata cómo fueron aquellos días de incertidumbre y esperanza
Cuando Santiago Gómez habla de su enfermedad, en lo primero que repara es en lo importante de la prevención, en la necesidad de vigilar y permanecer atentos a nuestro cuerpo. A este madrileño de 69 años es lo que le salvó. Desde los 50 años, él se sometía a los análisis del PSA (la prueba sanguínea del antígeno prostático específico para detectar tumores en esta glándula masculina del tamaño de una nuez), y fue hace un año cuando, en una revisión rutinaria, le dijeron que el resultado comenzaba a ser preocupante. Pese a que no superaba la línea roja de los cuatro nanogramos por mililitro, optaron por hacerle una biopsia de próstata, «y la verdad que el resultado no fue bueno, los dos lóbulos estaban muy tocados», dice.
Llegó el diagnóstico: adenocarcinoma acinar de próstata grado/grupo 1 con patrones histológicos con patrones histológicos de Gleason 3+3:6. «Dentro de lo malo, estaba controlado, pero tras comunicarme lo que tenía venía todo lo demás: la operación y la recuperación. Soy una persona fuerte y aunque no es agradable que te digan que tienes cáncer, lo encajé bien. Cuando llegas a una edad debes ser consciente que estas cosas pueden pasar, así que hay que asumirlo y seguir las indicaciones médicas», relata.
Hoy se celebra el Día Mundial del cáncer de próstata y Santiago quiere poner en relieve su experiencia para que otros hombres que se encuentran en la misma situación que él no pierdan la esperanza. «Aunque el cáncer te recuerda que todos tenemos fecha de caducidad, nunca hay que dejar de lado la positividad», puntualiza. Cada año se diagnostican en España 25.000 nuevos casos, unos 900.000 en todo el mundo, es el cáncer más común entre hombres a partir de los 45 años y las estadísticas son esperanzadoras pues el 75 % se recupera, es decir tres de cuatro diagnosticados. Aun así, también deja las tristes cifras de 5.555 fallecidos anuales.
El próximo viernes, Santiago acudirá a su revisión trimestral, la cual, por el colapso sanitario provocado por la crisis de la covid-19 se ha tenido que retrasar, «confío en que todo irá bien, pero siempre vas un poco nervioso por si hay alguna sorpresa», reconoce. Su «periplo» comenzó en junio de 2019 y el día 6 le operaron en el Hospital San Rafael de Madrid. «Antes de tomar la decisión de operarme estuve barajando opciones, al final opté por la cirugía a través del Robot Da Vinci, una técnica muy novedosa en la que la intervención la realiza el cirujano, en mi caso el prestigioso doctor Ricardo García Navas, a través de un robot. Es muy sofisticado, lo llaman el robot esclavo y lo mejor es la precisión con la que opera. Tiene un giro de 365 grados, es alucinante», describe.
El refugio de la fe
Era la primera vez que Santiago se sometía a una operación de este calado y pese a ser un hombre fuerte que se refugia «en el apoyo de su mujer, sus hermanos y en la fe», no pudo evitar las lágrimas cuando aquella tarde de verano le bajaban al quirófano a las cuatro y media de la tarde. «Llegué con los ojos llenos de lágrimas, pero no eran por miedo o pena, sino por todo el cariño que me estaban mostrando mis seres queridos. No soy un tipo muy sentimental, pero cuando pasas por una enfermedad así es inevitable pararse a reflexionar sobre la vida y la gente que tienes cerca».
La cirugía duró unas cuatro horas y salió a la perfección, «de libro, me dijeron posteriormente», añade. «Salí ‘grogui’, pero recuerdo que mi esposa, Sagrario, y mi hermana estaban esperándome fuera, me saludaron y me metieron en la UCI. De aquella noche no recuerdo nada, a la mañana siguiente empecé a escuchar a los sanitarios, se acercaron y me dijeron que si quería desayunar. Y, oye, tenía apetito. A lo largo del día me subieron a la planta y al tercer día me dieron el alta. Todo fue muy bien», recuerda.
Eso sí, salió del hospital con la sonda, con la que podía hacer una vida normal, pero que «era incómodo». Como es lógico, no todo quedó ahí, tras el trámite hospitalario llegó la recuperación y luchar contra las secuelas de una intervención tan invasiva, principalmente con la incontinencia y la disfunción eréctil, así que comenzó su rehabilitación, primero en casa y luego en el hospital. «Al principio estás fastidiado porque tienes incontinencia y no es agradable, tienes que ir pesando cada día la compresa para seguir la evolución, yo me hice una tabla de Excel y lo llevaba a rajatabla. Las primeras semanas te desesperas un poco porque ves que la compresa se empapa mucho, pero luego todo va mejorando», reconoce. Él quería retomar cuanto antes su vida pre cáncer, «pero hay que ser consciente de que cuando pasas una enfermedad así no vuelves a ser el mismo, hay que adaptarse».
Filantropía sanitaria
Santiago, que en la actualidad disfruta de su jubilación, trabajó durante muchos años como directivo de márketing en una multinacional de construcción, y ahora, con todo el tiempo para él disfruta de la montaña, su pasión. «Soy una persona muy deportista,me encanta el alpinismo, de hecho, todo el mundo me echa menos años de los que tengo, me gusta cuidarme, el ejercicio es fundamental», confiesa. De hecho, esta forma de vida tan saludable y activa le ha ayudado mucho en su recuperación, principalmente las caminatas por El Pardo y los varios 3.000 que ha ascendido a pie, dan buena cuenta de ello. Así que cuando notó que la incontinencia disminuía retomó sus paseos (y tan bien sus cañitas) por El Retiro. «Cuando en Madrid pasamos a la fase 1 de desescalada fue una alegría porque podía retomar mis caminatas, me hago hasta 24 km al día. Me encanta caminar y disfrutar de la ciudad», relata con una pasmosa vitalidad.
Sobre el otro de los aspectos relacionados con las secuelas, la disfunción eréctil, Santiago habla sin tapujos. Es un tema que muchos hombres que han atravesado un cáncer de próstata tienden a ocultar, pero él considera fundamental que se ponga de manifiesto para que todos los varones que se encuentran en su situación no tengan vergüenza a la hora de acudir a rehabilitación para recobrar la función. «Esta recuperación es más lenta, pero hay métodos muy eficaces. Es cierto que también entran en juego otros factores, como la edad, pero no hay que renunciar al placer del sexo por ello. Se puede seguir haciendo y disfrutando», apunta.
De hecho, Santiago participa de manera voluntaria en varias charlas y encuentros que se realizan para informar a hombres que están pasando por el proceso de un cáncer de próstata. También es miembro de la ANCAP, la asociación que asesora a este tipo de pacientes y en la que él se apoyó cuando le diagnosticaron cáncer. «Existen varios tipos de intervención, desde la cirugía tradicional, a la laparoscopia o el Robot Da Vinci. Es alucinante cómo ha evolucionado. Es fundamental la inversión en tecnología sanitaria, por eso me pongo de los nervios cuando escucho a políticos como Pablo Iglesias criticando a empresarios filántropos como Amancio Ortega que tanto han invertido en maquinaria y tratamientos de primera categoría», argumenta.
Dado el éxito de su recuperación, Santiago no ha tenido que someterse a ninguna sesión de radioterapia, aunque dice estar «preparado para lo que tenga que venir». Con lo que ya sueña es con regresar a sus viajes de alpinismo. «Me encuentro en plena forma, no te digo más que con los que voy tienen 40 años. Me gustaría que nuestra próxima aventura fuera a Monte Perdido o repetir la Gran Facha, entre España y Francia. Pasar por un cáncer te hace ver la vida con un mayor realismo y con la aceptación de que nuestra vida tiene un final, por eso hay que aprovechar cada momento», concluye animoso.
LA RAZÓN Jesús G. Feria