La vitamina D es un micronutriente que actúa sobre la médula ósea, el cerebro, las células malignas y hasta el sistema inmunológico, y que se obtiene del proceso que realiza el organismo al exponerse al sol y la absorción de alimentos como productos lácteos, huevos y pescados grasos. Mantener niveles adecuados de esta vitamina es especialmente importante en la tercera edad y en días como hoy que encaramos una pandemia.
Paula Molina, químico farmacéutico de Farmacias Ahumada, comenta que hoy -más que nunca- esta vitamina podría ayudarnos a enfrentar de mejor manera la amenaza del Covid-19, ya que –además de aportar en la tonicidad muscular y funcionalidad motora- entre sus funciones está la modulación de la respuesta inmune. “Las células T deben ser activadas para que puedan reconocer agentes patógenos como virus y bacterias. En este sentido, la vitamina D ayudaría a que esto suceda y las células se movilicen, enseñándole a nuestro sistema inmune a reconocer y adaptarse a las amenazas”, indica.
Incluso, y de acuerdo a una investigación realizada por la Universidad de Copenhague, la función de esta vitamina podría ayudar a combatir enfermedades infecciosas, ser útil en el desarrollo de vacunas, en el trasplante de órganos y enfermedades autoinmunes. Otros múltiples estudios han determinado vínculos entre la deficiencia de vitamina D con condiciones como la diabetes tipo 1 y 2, trastornos inflamatorios del intestino, hepatitis crónicas, alergias alimentarias, el cáncer, el asma y algunas infecciones respiratorias.
Por esto, es significativo conocer esta vitamina y su importancia. Sobre todo en Chile, donde un 84% de las mujeres entre 15 y 49 años de edad posee niveles insuficientes de ella, y un 13% un déficit severo, de acuerdo a la última Encuesta Nacional de Salud. Esta misma publicación señala que entre los adultos mayores la situación es peor, ya que sólo un 13,4% tendría niveles aceptables de este nutriente.
De acuerdo a la facultativa, el déficit de la vitamina se ve afectado por razones como la edad, el peso y hasta los hábitos adquiridos. “Con la edad, la piel disminuye la eficiencia para sintetizar la vitamina D, además que hoy es poca la población que se expone al sol, ya sea por medio o las pocas posibilidades de estar al aire libre. No obstante, el sobrepeso también juega en contra ya que este nutriente podría ser ´secuestrado´ por el tejido graso, sin poder circular a través de nuestro organismo”, añade.
Asimismo, según la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA), sólo un 17% de los encuestados consume pescados dos veces a la semana -como se recomienda-, mientras que el Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (ELANS) añade que la ingesta de vitamina D no supera las 150 UI, aún cuando la recomendación internacional sugiere un consumo de 600 UI para adultos y niños mayores de un año.
Por esto, un estilo de vida que incluya actividad física constante, además de tiempo al aire libre o tener una exposición contralada al sol de 15 minutos varios días a la semana, y una alimentación adecuada serían factores ideales para absorber y consumir vitamina D. “No obstante, sabemos que el confinamiento no nos permite ese tiempo al aire libre. Entonces debemos poner énfasis en la dieta, agregando pescados grasos -como el salmón, las sardinas o el jurel-, productos lácteos y hasta champiñones”, comenta Molina.
Considerando el contexto actual, esta vitamina pareciera jugar un papel preponderante en la respuesta que podría tener nuestro cuerpo frente al coronavirus y otras amenazas. Para la farmacéutica, mantener niveles adecuados de ésta podría mejorar notoriamente la calidad de vida –especialmente- de adultos mayores. No obstante, “siempre se debe consultar con el médico de cabecera la ingesta de ésta a través de suplementos vitamínicos, ya que tenemos que considerar medicamentos de consumo frecuente y las condiciones de cada paciente”, finaliza