2021: Poner en práctica las lecciones aprendidas

Jaime Alonso Barrientos

Vicerrector Regional, UCEN Región de Coquimbo

Sin duda el 2020 fue un año de grandes aprendizajes en todos los planos, especialmente en lo colectivo. A nivel global fuimos afectados por un nuevo virus que obligó a replantearnos nuestra forma de vivir, las actividades cotidianas y el modo de relacionarnos. Al hacer un balance, nadie puede quedar indiferente a las implicancias que ha traído el COVID-19.

Desde la perspectiva de la educación significó reaccionar en un corto período de tiempo para poder afrontar la definición de formas remotas de enseñanza. Eso representó un cambio radical para estudiantes, docentes, colaboradores/as y sus respectivas familias, en todos los niveles: Básico, medio y superior. Las palabras claves fueron adaptabilidad y compromiso, aunque tenemos que reconocer que todavía estamos en el recorrido para salir adelante.

Capacitaciones, instalación de mecanismos para conexión remota, teletrabajo, aplicaciones diversas para conferencias simultáneas, reforzamiento de los sistemas computacionales, adecuación de medidas de protección sanitarias, fueron parte de las tantas acciones que se abordaron y que buscaron responder a un escenario desconocido y adverso. Permanece la preocupación y la necesidad de enfocarnos en las personas.

Entre lo mucho que aprendimos en este período estuvo redescubrir nuestras posibilidades de innovar, de valorar y poner a prueba lo que nos caracteriza como seres humanos y que justamente es el factor principal del avance de la humanidad, a lo largo de los siglos.

Las clases, actividades y trabajo en línea trajeron aparejadas también una anticipada conclusión de democratización e internacionalización del conocimiento, basada en que las barreras como las fronteras geográficas o la distancia física desaparecieron ante la opción de congregarnos por medios computacionales. Eso se sustentó, por ejemplo, en el hecho de que especialistas en Europa impartieron conferencias y clases magistrales al alcance de un dispositivo conectado a Internet en cualquier lugar del orbe.

Y aquí sí tenemos que detenernos. Esa ventaja no estuvo al alcance de todos. Si algo también quedó claro durante la pandemia es que persiste en nuestro país una gran brecha digital, que muchos creían superada. La tarea de reducirla en forma efectiva está pendiente y es responsabilidad de los sectores público y privado. Nadie puede desconocer los esfuerzos que durante la pandemia muchos actores hicieron para ir en ayuda de los que no podían sumarse a la red. Desde la admirable dedicación de los profesores rurales que llevaban los ejercicios a los hogares de sus alumnos, hasta las campañas de las instituciones de educación superior por entregar a sus estudiantes la opción de una conectividad adecuada para su proceso formativo. Pero, para efectivamente lograr democratizar el conocimiento, hay que hacer más, mucho más, porque el cambio cultural que hemos experimentado, vino para quedarse.

La digitalización y virtualización permanecerán en muchos ámbitos de nuestra vida como sociedad. Más ahora, cuando a pesar del inicio de la vacunación, la aparición de nuevas cepas y rebrotes a nivel mundial, nos anuncian que la pandemia sigue sin darnos tregua. En ese marco, nuestra ventaja es saber respecto de este adversario, no olvidar que los verdaderos protagonistas son las personas y la tecnología no reemplaza el contacto humano; que debemos unirnos y comprometernos en nuestra protección y la de los otros. Así estaremos mejor preparados para afrontar este 2021.

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