Por Salome Gongadze
Los efectos secundarios de la pandemia de coronavirus han dejado una marca indeleble en todos los ámbitos de la vida. Pero hay un grupo que se siente particularmente perdido y dejado atrás.
No soy la primera persona que se sienta en una habitación oscura para ver caer un índice del mercado de valores. Sin embargo, hay algo un poco diferente acerca de ver esa flechita bajar y no pensar en inversiones con las que se pierde dinero. Cuando tienes 23 años y acabas de salir de la universidad, lo único que representa la flecha para ti es la pérdida de oportunidades.
Sentí que iba a entrar en pánico al ver esa flecha hundirse en febrero de 2020. Todo lo que sabía en ese momento era que mis perspectivas de conseguir un trabajo rápidamente después de terminar mi maestría se volvieron mucho más escasas. En las nerviosas conversaciones de videochat con mis compañeros, todos relatamos los mismos temores que teníamos en la boca del estómago de que terminaríamos como la última generación que vio caer los mercados en 2008. Aunque éramos muy jóvenes cuando eso sucedió, todos conocían las historias de terror.
Desde entonces, las acciones se han recuperado, lo que podría reconfortar a algunos inversores. Pero para los que buscamos trabajo después de graduarnos, la situación aún está cerca de la desesperanza.
Los efectos secundarios son una cachetada
La mayoría de las personas de mi edad reconocen que en esta pandemia somos afortunados. Ser joven nos expone mucho menos a los efectos del coronavirus en la salud. A veces parece que se pasan por alto los problemas reales que enfrenta esta generación ahora, porque nos libramos de ese riesgo para la salud.
Los efectos secundarios de la pandemia, en particular su impacto en la economía, y por extensión la contratación de graduados universitarios, se han sentido como una cachetada. Escribo esto porque los que se graduaron este año y el año pasado ya habían terminado la universidad en una época que se sentía más precaria que la de nuestros predecesores.
En los países donde se cobran, las tasas de matrícula universitaria son las más altas que hayan existido. Además de eso, se ha disparado el costo de vida en las principales ciudades donde se encuentran muchas universidades, especialmente de vivienda. A menudo me resultaba difícil transmitir a las personas mayores, que a menudo romantizaban el estilo de vida estudiantil, lo intensamente competitivo y estresante que era la vida en muchas universidades y la presión que sentían muchos de mis compañeros por parte de los empleadores, que parecían estar siempre elevando su nivel de exigencia.
Todo sucedió antes de que una pandemia mundial diezmara muchas industrias y a menudo hiciera imposible incluso salir de casa.
¿Perdidos y sin tener adónde ir?
Los graduados de este año se enfrentan a un mercado de contratación monstruosamente competitivo que no se veía desde 2008. Varias cohortes de solicitantes de empleo, tanto recién graduados de la universidad como los que fueron despedidos o cuyas ofertas se rescindieron el año anterior, se disputan los mismos puestos.
Una amiga que luchaba por encontrar un trabajo permanente me lo explicó claramente: hacer el trabajo de redactar tantas solicitudes de empleo mientras la pandemia se desataba se sentía casi insoportable a veces. La búsqueda de empleo es una tarea que requiere ánimo y entereza en circunstancias normales. Es extremadamente difícil seguir así mientras se experimenta un intenso aislamiento social, aburrimiento y falta de actividad física. Al menos la clase de 2008 podía salir a tomar algo para olvidar sus problemas.
Para mí, personalmente, es muy parecido. El tiempo pasa muy lento cuando lo único que se puede hacer es redactar solicitudes de empleo. Ver el calendario es también muy estresante porque me doy cuenta de cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que trabajé. Es difícil lidiar con el hecho de que siento que me quitaron algo a mí y a otros de mi generación.
Los jóvenes que buscan empleo necesitan apoyo
Los jóvenes han confesado tener sentimientos crecientes de desesperanza y muchos de nosotros tememos convertirnos en una generación perdida.
Los gobiernos deberían usar los instrumentos políticos a su disposición para estimular la economía e impulsar la contratación de jóvenes donde sea posible. Los empleadores también pueden jugar un papel. Uno de los mayores problemas de la búsqueda de empleo en este momento, uno que hace aún peor la ya estresante experiencia, es lo común que es que nos traten mal. La mayoría de los solicitantes de empleo no esperan mucho en el proceso, pero hacer cosas consideradas como enviar actualizaciones y rechazos rápidos puede aliviar y dar a los solicitantes más certeza.
Me preocupa mucho que la pandemia esté creando una cohorte que luchará por años, lo que aumentaría el problema de la desigualdad intergeneracional. El impacto a largo plazo del potencial de ingresos y las perspectivas de vida de la generación de 2008 está bien documentado. A muchos de la clase de 2020 nos quita el sueño.