Por Marietta Pizarro, Académica UCEN Región de Coquimbo
Durante estas semanas se ha informado de los avances legislativos en materia de Neuro-derechos, donde Chile es pionero a nivel mundial. Y si bien, estos provienen de un análisis preventivo desde la Neurociencia, es legítimo plantearse la reflexión desde la educación. Esta, aunque aún no utiliza neuro-tecnologías orgánicamente invasivas, si utiliza dispositivos y métodos indirectos y sistemáticos durante a lo menos 12 años, que afectan la cognición y la actividad cerebral, potenciándola o atrofiándola, interfiriendo en nuestras capacidades cognitivas, funciones ejecutivas y la toma de decisiones. Sabemos que la exposición permanente a ciertos métodos didácticos de enseñanza y de evaluación permiten o anulan el desarrollo de aprendizajes, es decir, el pensamiento. Es necesaria la reflexión de la relación entre educación como derecho y como proceso de enseñanza y aprendizaje y los nuevos Neuro-derechos, ya que, por creer defender ciertos métodos educativos, al mismo tiempo vulneremos algunos Neuro-derechos.
Lo anterior nos lleva a otro análisis que se asocia a la participación democrática y consentimiento en este ámbito. Desde la medicina a veces los profesionales explican a sus pacientes los procedimientos de diagnóstico y tratamiento y solo frente a casos extremos piden aprobación. Desde la psicología, similar. Y en la educación y psicopedagogía ¿explicamos el qué del currículum, los métodos de enseñanza – evaluación y cómo estos afectan al pensamiento? Mas aún, ¿solicitamos a los propios estudiantes y sus familias consentimiento para aplicarles ciertas estrategias para su aprendizaje?, las aceptaciones de los aprendices son fundamentales, dicen relación con el derecho al libre albedrío, a la propia conciencia de qué y cómo se aprende, a la autonomía y autodeterminación, y ,por tanto, al respeto de la integridad mental y psíquica.