Paula Molina
Químico farmacéutico de Farmacias Ahumada.
El SARS-CoV 2 generó una crisis en la salud pública que ha agobiado a los sistemas sanitarios del mundo y que ha tenido un efecto catastrófico en la salud sexual y reproductiva de las mujeres, afectando el acceso a anticonceptivos –principalmente las píldoras- que ya se encontraban con barreras, sobre todo en países con medianos y bajos ingresos.
No sólo los cortes en algunas cadenas de suministro, la baja en el volumen de producción o el recorte en salarios, sino también la reducción de la urgencia atribuida a la necesidad de éstos y las consultas médicas han sido factores claves para desatar la alerta. De hecho, según datos entregados por la Organización de Naciones Unidas (ONU), se proyectan siete millones de embarazos no deseados en el mundo debido a la falta de acceso producto de las medidas restrictivas de la pandemia.
En el caso particular de nuestro país, esta información es alarmante si consideramos que, de acuerdo a la encuesta realizada por la Corporación MILES en junio pasado, un 74% de los encuestados vio dificultado el acceso a estos métodos desde la llegada del virus y las píldoras son las más usadas en Chile, alcanzando casi al 17% de la población femenina según el MINSAL.
Especialistas y organizaciones a nivel mundial han llamado a facilitar todos los métodos de consulta y acceso para paliar -en alguna medida- este déficit. Es así como en Chile los químicos farmacéuticos pasan nuevamente a cumplir un rol esencial que no sólo radica en sus amplios conocimientos respecto al uso de los fármacos (interacciones con otros, toxicidad y posología), sino que en el rápido y fácil acceso que la población tiene a cada uno de ellos, al estar presentes en todas las farmacias de nuestro país y también a través de varios canales digitales producto de la emergencia.
Mientras la alerta sanitaria continúe, cualquier tratamiento indicado por un especialista no debiera sufrir variación o cese, puesto que esto podría traer importantes consecuencias para una mujer, que van más allá de un embarazo no deseado, como la agudización de síntomas y condiciones en aquellas que los utilizan como tratamiento para otras patologías.
El contacto con el farmacéutico será el último que un paciente tendrá con un profesional antes de empezar o continuar con un tratamiento con anticonceptivos, siendo un eslabón clave para ofrecer información y educación sanitaria sobre el correcto uso de un método e indicaciones que puedan ayudar a acceder a uno transitorio mientras se pueda concretar la atención médica con un especialista, resguardando -de esta forma- los derechos sexuales y reproductivos de toda mujer.