Fue uno de los funerales más masivos que se recuerde en Copiapó. Ocurrió hace 40 años, cuando la capital regional se despobló para acompañar hasta su última morada a Enrique Ariaga Lobos, más conocido como “El Máquina”, el personaje popular más querido y recordado que haya existido en Copiapó.
Falleció el de septiembre de 1981, con tan sólo tenía 51 años de edad.
Según el historiador Medardo Cano Godoy, Ariaga nació en Tierra Amarilla en 1930 y, siendo muy niño, llegó a Copiapó, radicándose en una vivienda de calle Rodríguez, cumpliendo sus estudios básicos en la Escuela N° 4, cuyo director era el educador Eleodoro Guerra Astorga.
Para quienes son jóvenes o están recién llegados a la región, les cuento que “El Máquina” fue un personaje popular copiapino, que trabajaba haciendo publicidad callejera con un clarín y una bocina. A veces usaba una caja o un tambor. Con los instrumentos avisaba su llegada o el inicio de su trabajo. Luego con la bocina publicitaba anuncios, generalmente de las tiendas ofreciendo “liquidaciones de temporada”. Esta actividad era diaria, así que todos los días cambiaba de traje o disfraz, un día se disfrazaba de payaso, otro se vestía de policía, futbolista, mago, cowboy o soldado, dependiendo de la actividad a publicitar. Si había futbol, vestía de árbitro o jugador.
Enrique Ariaga vivió sus últimos años a los pies del cerro Chanchoquín (Cerro de la Cruz) y, desde joven, trabajó en la empresa de Ferrocarriles del Estado, donde aprendió a imitar el sonido de las locomotoras, además que por su corpulencia física, sus compañeros lo apodaron “El Máquina”.
Según el mismo historiador Medardo Cano, desde su edad escolar, Enrique fue amigo de las bromas, lo que le valía continuos castigos. También era muy adicto a reunirse con los niños del barrio, los que gozaban con sus travesuras, muy en particular cuando imitaba a la perfección, en plena función de cine o de una obra teatral, el pito de las antiguas locomotoras a vapor, lo que le valió el apodo de “El Máquina” y, como tal, era un terrible crítico de los malos espectáculos, pues cuando estos eran aburridos, allí estaba “El Máquina” para “aportillarlos” con alguna buena talla.
José Ariaga Lobos fue un hombre profundamente religioso, pertenecía a uno los Bailes Chinos Morenos de Copiapó y por su antigüedad era conocido como Caporal. Bailó desde joven a la Virgen de La Candelaria.
El “Máquina” era un tipo realmente simpático. En sus intervenciones de propaganda callejera sacaba un vozarrón, audible a doscientos metros fácilmente. Entre sus clientes, a los cuales publicitaba habitualmente, estaban las veladas boxeriles y el fútbol, los circos y los cines; mientras que entre las tiendas que mayormente ocupaban sus servicios, se contaron: Todo Barato, Casa Hola, Casa Linber, Naccif, Librería Barquín, El Herrerito, Casa Pollack, Las Novedades, La Europea, y muchas otras que ofrecían sus fabulosas liquidaciones de temporada.
“El Máquina” también fue un músico polifacético, tocaba trompeta e instrumentos de percusión y gran parte de las veces recorría las calles en un coche o “victorias” de la época.
Su popularidad la alcanzó entre los años 1970 y 1980. Sus inicios fueron como trompetista en el antiguo salón de eventos ubicado frente al Cementerio de Copiapó en la vieja tienda de expendio de alcoholes llamado “El Chilote”.
Según el profesor e historiador Guillermo Alvarez, “El Máquina” aprendió el oficio de otro personaje copiapino: “El Negro Arcos”, un peruano que en la década del cincuenta del siglo pasado, se había avecindado en Copiapó, en el Barrio Rodríguez. Allí, siendo vecinos, Enrique Ariaga acompañaba a este publicista callejero, durante sus recorridos por el centro de la ciudad, con una bocina de latón y una especie de “pechera” de madera con propaganda escrita”.
Una vez que el “Negro Arcos” emigró de la ciudad, porque se fue a vivir a San Antonio, nació “El Máquina” como publicista o propagandista callejero, pasando a ser amo y señor de la publicidad callejera, con aquella voceada a todo pulmón que lo caracterizaba, recorriendo todo el centro de la ciudad.
Enrique Ariaga Lobos, falleció víctima de un fulminante paro cardíaco en su casa, a la edad de 51 años, cuando el reloj marcaba las 6 de la mañana. Su cuerpo sin vida fue encontrado por sus atribulados familiares recién alrededor de las 8 y media de esa misma mañana.
Al fallecer “El Máquina”, el diario Atacama de aquella época le dedicó dos páginas, informando profusamente del deceso y de su vida. Numerosas autoridades y población en general le acompañaron en el cortejo fúnebre al cementerio. Previamente, una guardia de honor formada por “chinos” de la Candelaria veló sus restos y en el responso póstumo, en la Iglesia Catedral, el vicario general Rafael Albert, expresó: “Podemos apreciar que nuestra iglesia está totalmente colmada, lo que demuestra que Enrique Ariaga, El Máquina, era querido y respetado por toda la comunidad”.
En tanto, en el camposanto, su amigo Néstor Villarroel, en sus palabras de despedida, señaló emocionado: “Nos ha dejado este sencillo, pero genial y original pregonero de la publicidad callejera que fue amigo de todos los que lo conocieron en vida”.
Así fue la vida de “El Máquina”, así fue el paso de este hombre humilde y sencillo por este mundo y por las calles del antiguo Copiapó. Sin embargo, su gente no olvida a este trovador de la publicidad callejera que se ganó un espacio en las páginas doradas de la historia de Copiapó.
Por Sergio Zarricueta Astorga
Tierramarillano Chile