Por Jorge Oporto Marín, Periodista
Copiapó, 12/10/2021. “Tierra, tierra, tierra” gritó Rodrigo de Triana del palo mayor de la carabela “La Pinta” después de navegar meses hacia Cipango (actual Japón) que era el territorio que deseaba alcanzar el Almirante, Cristobal Colón, llamado también las Indias Occidentales.
Con la exclamación del marinero español, honrado hasta hoy con varias estatuas en España, se inició la conquista y posterior colonización del continente americano denominado por los hispanos como el “Nuevo Mundo”.
Era la madrugada de 12 de octubre de 1492 y el territorio una isla del Archipiélago de las Lucayas (Bahamas) llamada por los indígenas Guanahani y que Colón bautizó como San Salvador.
Cuarenta y ocho años después, más precisamente la última semana de octubre de 1540, el General Pedro de Valdivia entraba en el Valle de Copayapu y tomaba posesión de un territorio, que los naturales denominaban Chilli, en nombre del Rey de España.
Ambas expediciones, enarbolando la cruz de la religión católica, no sólo llegaron a evangelizar y convertir a los “salvajes“ en cristianos, sino que también a expandir el reino y buscar las riquezas que suponían tenía un territorio ignoto, aislado y seductor.
Algunos historiadores señalan que estas empresas no sólo beneficiaron a España y llevaron prosperidad a toda América, sino que también a lo que después serían las colonias del reino, sin embargo, no se registra el costo de vidas humanas que significaron en los territorios ocupados.
Durante años se conmemoró el 12 de octubre como el “Día de la Raza” (hoy el Día de los Pueblos Originarios o Día de la Resistencia Indígena), y la conquista de Critóbal Colón como un gran logro del navegante, incluso enseñándolo en colegios y escuelas de Chile, pero siempre se excluyó la matanza, el esclavismo y el despojo que sufrieron los habitantes naturales o aborígenes.
No hay cifras exactas y oficiales de cuantos indígenas murieron en estas campañas de ocupación de territorios, tampoco en Chile, pero se cree que fue un auténtico genocidio producto de los conflictos o enfrentamientos armados, pero también mermados por la explotación, el hambre y las enfermedades que los aborígenes desconocían y que las propagó el “huinca”.
Según el historiador de la Asociación de Investigación y Desarrollo Mapuche (AID), Hernán Curriñir Lincoqueo, sólo en la denominada “Pacificación de la Araucanía” (1860 – 1883), murieron entre 50 y 70 mil mapuches que “fueron asesinados por el Estado chileno”.
Este proceso se desarrolló a partir de mediados del siglo XIX cuando la élite política y económica decidió tener control total sobre la Araucanía ocupada aún por el pueblo mapuche y cuyas tierras eran ambicionadas por este grupo de criollos, principalmente terratenientes, y que originó así un conflicto bélico que resultó en una verdadera masacre. Entre quienes dirigieron el conflicto figura el General, Manuel Baquedano González y Cornelio Saavedra y, posteriormente, el Comandante José Manuel Pinto y Gregorio Urrutia.
REPUDIO Y CONSOLIDACION
En informaciones a través de medios de comunicación de masas se observa como se intervienen algunas estatuas de Cristobal Colón, en varios países, generalmente derribadas, descabezadas y pintadas de rojo, como rechazo a la conquista y luego colonización del llamado “Nuevo Mundo”.
Ya no es novedad ver en las redes sociales la frase “desconoliza tu mente” o “el genocidio cometido contra los pueblos originarios”.
En este siglo comienza a imponerse una nueva mirada, cada día más masificada, de interpretar la historia desde el punto de vista de los vencidos o, si se quiere, de quienes fueron colonizados y que en el caso de los mapuches no ocurrió porque la “Pacificación de la Araucanía” sólo fue una victoria pasajera de los huincas mientras se fraguaba una revolución para liberar el wallmapu.
Esta mirada llegó para quedarse y ni siquiera la represión, los estados de excepción constitucional y la militarización del territorio mapuche, logrará cambiar esta nueva perspectiva y movimiento emancipador mientras el Estado chileno no reconozca la autodeterminación del pueblo mapuche, sus derechos, costumbres y cosmovisión. El reconocimiento legal de los pueblos aymara, quechua, diaguita, colla, atacameño, chango, mapuche, kawashkar, yamana, rapa nui y el pueblo tribal afrodescendiente, como asimismo reconocer la lucha del pueblo selknam por su existencia y determinar que el Estado chileno es multicultural y plurinacional, es un paso importante para la convivencia y coexistencia pacífica en un territorio delimitado por la Cordillera de Los Andes, el Océano Pacífico, el desierto y el mar austral antártico, caso contrario siempre será un territorio convulsionado liderado por un pueblo “ por Rey jamás regido ni a extranjero dominio sometido”.