Ser una iglesia servidora, que se pone al pie de las hermanas y hermanos más necesitados. Ese fue el llamado del Obispo, Monseñor Ricardo Morales, en la misa de apertura del Sínodo en la diócesis de Copiapó.
La misa se celebró en el Santuario de Nuestra Señora de La Candelaria, este domingo 17 de octubre al mediodía. Comenzó con el hermoso signo del agua, que fue bendecida por el Obispo y que agentes pastorales asperjaron sobre la asamblea, -compuesta por delegaciones de las parroquias de toda la diócesis-, y la renovación de las promesas bautismales.
La liturgia de la Palabra comenzó con la entronización de la Palabra, de manos de jóvenes de la pastoral juvenil.
En su homilía, el Obispo constató que «nuestra cultura pone el poder como el estar uno sobre los otros, a veces pasando a llevar, que no escucha, que aplasta, que discrimina. Jesús nos dice que su camino no es ese» y recalcó que «el camino es el servicio». Dijo que el Concilio Vaticano II usa la expresión Pueblo de Dios, que es «ser todos discípulos y discípulas del Señor, todos en camino, todos Pueblo. En el Pueblo de Dios se derrama el Espíritu; Pueblo no cerrado en sí mismo, sino en camino, Pueblo peregrino, escuchando los clamores de nuestra gente».
También señaló que el Espíritu suscita el servicio, «que no es sino amor. La vida es para darla, es como el agua que se distribuyó al inicio, sin entrega no hay vida; que se nos vaya la vida en eso». Y agregó «que este camino que iniciamos como diócesis nos lleve a ser servidores de los más pequeños, los humildes, los sencillos, los nadie, como diría el poeta, los que no aparecen en las estadísticas. Que vivamos este espacio de discernimiento no como una novedad o capricho del Papa, sino motivados por ese encuentro que fue el Vaticano II «.
Una barca fue una de las ofrendas llevadas al altar, junto al pan y al vino, para reflejar el impulso de embarcar a toda la diócesis en este camino sinodal. También se presentaron pancartas alusivas a las principales demandas sociales; y una antorcha que representa la misión.
La misa concluyó con una hermosa Acción de gracias por un encuentro que suscita gozo y alegría en la Iglesia de Atacama; por la posibilidad de reencontrarse y celebrar juntos la fe; y por la oportunidad de escucharse, compartir esperanzas y soñar juntos un mundo más fraterno.