Cómo perder un país: las lecciones del “despertar” turco.

Por Bernardo Solís

Ex-ante

Este libro – que se imprimió en español precisamente en octubre de 2019- describe cómo se destruyó el sistema político turco y ofrece lecciones para los países del hemisferio sur, entre ellas la victimización que explotan los movimientos populistas y cómo las protestas masivas que convocaron a cientos de miles de jóvenes a las calles, un despertar turco, terminaron en resaca autoritaria. Su autora participará en Puerto Ideas 2021, una semana antes de la primera vuelta presidencial.

Los siete pasos al autoritarismo. Cómo perder un país, de la periodista turca Ece Temelkuran (Anagrama, 2019, 268 páginas) cuenta el paso a paso de la llegada de Recep Tayyip Erdoğan al poder. PerRecep Tayyip Erdoğano es más que eso: a partir de la destrucción del sistema político turco, Temelkuran cuenta cómo pasó de ser la periodista más leída de Turquía a una “enemiga de pueblo”, exiliada en Croacia. Una habitante del mundo, una “globalizada”, que frente a la ola antiliberal de los “verdaderos representantes del pueblo” es acusada de ser una opresora.

  • El subtítulo del libro es claro. Dice: Los siete pasos de la democracia a la dictadura. No es un manual para convertirse en tirano –aunque podría serlo– sino una reflexión sobre los siete círculos que llevan al infierno.
  • Y los pasos son igual de nítidos: ˝Crea un movimiento”; “Trastoca la lógica y atenta contra el lenguaje”; “Elimina la vergüenza”; “Desmantela los mecanismos judiciales y políticos”; “Diseña tu propio ciudadano”; “Deja que se reían ante el horror” y, finalmente, “Construye tu propio país”. El libro es una muy negra advertencia: de estos procesos no sales ni más libres ni mejor.
  • En los procesos y vergüenzas sobre las que Temelkuran reflexiona con indignación y hasta cansancio, nuevamente se advierten las similitudes entre los procesos del hemisferio norte y los del sur. El desprecio a la democracia y la religión –o posturas religiosas que infectan el secularismo– son algunos de los denominadores comunes que permiten apreciar los puntos en común de movimientos de ultraizquierda y la ultraderecha.
  • Por suerte ahí están los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro para unir los dos mundos y dejarlo todo claro. Venezuela, de hecho, es un enorme punto en contra para quienes pretendan agregar el libro como insumo contra la fantasmagórica ultraderecha nacional. Lo mismo el nacionalismo antiglobalizante de Erdogan, que en el sur se asoma como el rechazo gubernamental a las vacunas norteamericanas en Argentina o el anatema contra los tratados internacionales y el TPP11 en Chile.

Cuando despiertan los pueblos. Son muchos pasos, y por eso conviene enfocarse en un par. Por ejemplo, en los que hablan de la despreciable victimización de la que parten estos movimientos y de la necesidad de los movimientos populistas de contar con alianzas en la prensa y en la justicia.

  • Dice Temulkuran: “Los movimientos políticos son promesas de transición de la realidad a la potencialidad, a diferencia de los partidos políticos, que deben operar en el marco de la realidad, siguiendo las reglas del juego pero manteniéndose inmóviles. Esa es la razón por la que en muchos lugares, desde Turquía a Estados Unidos, incluidos los países más desarrollados con sus instituciones democráticas aparentemente fuertes, como Francia, Reino Unido y Alemania, hemos visto agruparse a la gente en torno a implacables y audaces líderes populistas para avanzar juntos y atacar esa realidad que ellos llaman el sistema; para atacar las propias reglas del juego por juzgarlas disfuncionales y corruptas”.
  • Un movimiento del pueblo real es el nuevo zeitgeist, la promesa de restaurar la dignidad humana drenando el pantano del agua estancada en la que se ha convertido la política. En otras palabras, les invisibles, las masas, durante tanto tiempo consideradas indiferentes a la política y a los asuntos mundiales, están retirando globalmente su consentimiento implícito al sistema representativo actual, y el sonido que producen es como el de un trozo de hielo desprendiéndose de la Antártida”.
  • Así suena cuando despiertan los pueblos El victimismo.  Se detiene Temulkuran en el victimismo, eso que le otorga al movimiento la mayor parte de su energía y crea sus peculiares características:
  • “En Turquía, ese victimismo fabricado consistía en afirmar que las personas religiosas eran oprimidas y humilladas por la élite laica del sistema. Los partidarios del Brexit afirman que se han visto privados de la grandeza del Reino Unido; los votantes de Trump, que los mexicanos les roban sus puestos de trabajo; los populistas de derechas polacos, que los nazis cometieron crímenes contra la humanidad en su territorio sin su participación y que el mundo entero desprecia la feroz resistencia de su país a la invasión alemana de 1939; la AfD (Alternative for Deutschland) alemana, que los ‘indolentes griegos’ se benefician del trabajo de los verdaderos europeos; etcétera. El contenido en realidad no importa, porque en las últimas etapas cambia constantemente, se transforma y se reemplaza en función de las necesidades emergentes y los objetivos del movimiento”.

Mentirosos.  Hay algo muy notable que cuenta Temulkuran: cómo la prensa internacional, que se hacía la sorprendida y echaba al chiste cuando Erdogan decía salvajadas (como que los musulmanes habían llegado 314 años antes que Colón a América y que hasta habían hecho una mezquita, en Cuba), se desencajó cuando cosas parecidas comenzaron a salir de la Casa Blanca.

  • Los mitos y mentiras eran lo que mandaba en ese entonces; hoy, el desprecio por los números y la acusación contra los técnicos (a los que antes acusaste de “no ver venir nada”) siempre coinciden con la navidad anticipada de Maduro en Venezuela.
  • Otra cosa: cómo el carnaval que va contando, la energía que liberan esas protestas masivas que convocan a cientos de miles de jóvenes en las calles, en un despertarturco que parecía anunciar cosas mejores pero que terminó en resaca autoritaria.
  • Dice de esa agonía: “En la medida en que enfrentarse a la opresión y la violencia del régimen mediante el humor sarcástico se convirtió en un hábito, y oponerse a él con una resistente carcajada llegó a ser casi una adicción, se hizo cada vez más difícil diferenciar entre un rechazo jubilosamente digno de la condición de víctima y la simple negación. Y lo que es más importante: la risa que se había utilizado como herramienta para abrazar la diversidad durante la resistencia de Gezi se convirtió en un instrumento con el que destruir y dividir a los disidentes (…) Después de presenciar esta desalentadora transformación de la alegría omnímoda a la diversión excluyente, no era difícil convertirse en un eterno llorón”.
  • Hay más, por supuesto. Pero estos spoilers es mejor dejárselos al lector para Halloween.

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