Esos pequeñísimos puntitos rojos que parecen gotitas de sangre rubí son comunes. No tienen por qué asustarnos pues son absolutamente benignos, no duelen ni representan amenaza alguna. Parecen lunares, pero en realidad son la consecuencia de dilataciones capilares.
Son llamadas nevus rubí y suelen aparecer en el pecho, la espalda, y el cuello y aunque no son peligrosas, si aparecen varios de una sola vez y en una misma zona, es necesario visitar al médico para descartar que sean consecuencia de algún problema de salud.
Los lunarcitos rojos no son contagiosos, no tienen nada que ver con infecciones y no requieren tratamiento. Pueden ser hereditarios y pueden observarse en mujeres embarazadas aunque desaparecen una vez que se regulan los cambios hormonales normales de este período.
Cuestión de piel
Concetta D’Alessandro, dermatóloga del Instituto de Dermatología Integral (IDEI), afirma que son pequeñas lesiones vasculares que nada tienen que ver con los lunares. Además, aunque no traen consigo un riesgo para la salud sí podrían considerarse un problema estético si aparecen en zonas visibles como el rostro.
En este sentido, siempre es recomendable que sean revisados por un dermatólogo, sobre todo si pican, sangran, tienen una forma irregular, cambian de color o crecen mucho, para verificar que realmente no están relacionados con lesiones malignas. Adicionalmente, como siempre, es fundamental el uso de protección solar diaria porque aunque estos puntos rojos no se pueden prevenir, es necesario proteger la piel para evitar riesgos.
Pero aunque la aparición de estos puntitos rojos está relacionada con el envejecimiento y la herencia genética, sí pueden darnos pistas de otras enfermedades, según afirma el doctor Salomón Jakubowicz, médico investigador en endocrinología.
Una historia sorprendente sobre insulina
“Hace unos años descubrieron que muchos de los habitantes de un pueblo de Ecuador eran enanos: ninguno sufría de obesidad, ni de cáncer, eran muy longevos y ninguno tenía lunares rojos”, relata Jakubowicz.
Esta investigación, publicada en 2011 en Science Translational Medicine, y desarrollada por un equipo internacional liderada por el endocrinólogo ecuatoriano Jaime Guevara-Aguirre, se llevó a cabo durante 22 años, tiempo durante el cual no se documentó ningún caso de diabetes y un caso no letal de cáncer en las personas con el síndrome de Laron, quienes tenían estas características físicas.
“Estas personas de Ecuador sufrían de una enfermedad genética que les impedía fabricar insulina. Hasta ese momento se pensaba que la función más importante de la insulina era llevar el azúcar a los músculos y a todos los órganos, pero con esta investigación se determinó que también promueve el crecimiento; y para estos individuos la insulina no estaba funcionando bien. Por eso crecían menos, pero tampoco sufrían de cáncer, ni de obesidad, ni tenían lunares rojos, como ya se relató”, aclara Jakubowicz.
El endocrinólogo, haciendo referencia a este estudio, afirma que esa característica de promover el crecimiento es lo que hace que algunas personas al ingerir dulces y tener alta la insulina, presenten los lunares rojos que responden al crecimiento de las arterias de la piel. “Aunque estos lunares no son peligrosos, pero son un signo muy importante de que la insulina está alta. Asimismo, al promover el crecimiento de la piel, es posible que aparezcan pequeñas verruguitas en el cuello y las axilas. Al estimular el crecimiento de las células de grasa, se genera obesidad, y peor aún, si la insulina está aún más alta y promueve un crecimiento excesivo, podrían incluso promover el riesgo de tener cáncer”.
“Reconocer las señales de que la insulina está alta, como los lunarcitos rojos, es muy importante para reconocer a tiempo la causa por la cual aumentamos de peso; e incluso que podríamos ser propensos a desarrollar una enfermedad como cáncer”.
Estas manchitas rojas cuando son una molestia estética pueden eliminarse con láser, pero vale tenerlas en cuenta para estimularnos a ingerir una alimentación balanceada, variada y baja en azúcares, carbohidratos simples y alimentos ultraprocesados, así como un estilo de vida saludable, que contribuya a mantener el balance saludable de nuestros valores.
Por Adriana Terán