Un apagado verano sin música

Hasta hace un par de años atrás, la región y el país se vestían de música durante los veranos mediante una serie de festivales que inundaban la larga y extensa franja de terreno nacional. Desde el glamoroso y tradicional festival de Viña del Mar hasta humildes shows musicales en pueblitos rurales permitían que los chilenos disfrutaran de una extensa parrilla de artistas locales, nacionales y extranjeros.

En Atacama, con la excepción histórica de Copiapó, casi todas las restantes comunas organizaban su evento artístico musical de verano a cargo de los municipios, promocionado a través de las radios y redes sociales. El oriundo y el visitante ocasional se aprontaban para acudir a disfrutar del artista melódico o tropical con igual entusiasmo.

En un somero repaso, nos acordamos del más antiguo de los festivales de Atacama: el “Festival Vid” de Tierra Amarilla, por cuyo escenario desfilaron insignes cantantes internacionales, como José Luis Rodríguez, Marisela, Amanda Miguel, Los Tres, Illapu, Los Jaivas y tantos otros de connotado nivel.

El último certamen se realizó en 2016, bajo la administración municipal del extinto alcalde Osvaldo Delgado Quevedo, quien dedicó aquella versión a las mujeres de su comuna: “a la temporera, a la secretaria, a la chofer de camiones mineros, a la dueña de casa…”, según fue enunciando.

Los otros eventos musicales de larga tradición estaban en la provincia del Huasco, partiendo por “Vallenar Canta” que tenía como escenario el estadio Municipal “Nelson Rojas” que, en cada versión, veía repleta sus graderías de público, el cual además pretendía ser el continuador del recordado y exitoso evento veraniego de antaño, denominado “Buscando la Mejor Voz del Valle”.

En Huasco se venía realizando desde hace varios años el “Festival del Velero” con aroma a brisa marina; en Freirina se realizaba, desde los años setenta, el “Festival de la Aceituna” y en Alto del Carmen, precisamente, en el sector de Conay se llevaba a efecto el particular “Festival del Higo”, destinado exclusivamente a relevar la música ranchera.

En la comuna de Chañaral se realizaba también el “Festival del Faro del Milenio”, el cual además de ser un evento musical, servía de escenario para elegir a la reina regional de playas y piscina, concitando el interés de las nueve comunas que enviaban a su respectiva representante a dicho certamen de belleza juvenil.

Finalmente, en Caldera se cerraba oficialmente a nivel regional el verano con el festival “Chao Pescao”, donde el show musical era el pretexto ideal para dar por finalizada la temporada estival y las actividades paralelas que se realizan en la última semana de febrero de cada año. Los miles de asistentes también disfrutan de la degustación de un sabroso plata de ensalada y pescado frito, acompañado de la secuencia de fuegos artificiales que daban sonido y color a la clausura de la estación veraniega.

La pandemia del covid y las debidas y necesarias medidas de restricción social decretadas por el Ministerio de Salud, obligaron a un paréntesis de estos certámenes, dejando el vacío musical y humorístico al que estaban acostumbrados los atacameños cada verano, además de dejar muy mal económicamente a los productores locales y artistas nacionales que veían con gran  expectación la llegada del verano, porque era la época en que se llenaban los bolsillos para poder mantenerse sin sobresaltos económicos el resto del año.

Escrita por el equipo periodístico de Tierramarillano.

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