Miguel E. Acuña García
Profesor – Abogado
Magister en Derecho de la Empresa y del Trabajo. Académico U.D.A.
A propósito del apruebo o rechazo de lo que será nuestra nueva carta constitucional, me ha vuelto a la memoria una parte del documental de Michael Moore llamado ¿qué invadimos ahora?, muy recurrido en mis clases de Derecho del Trabajo.
En dicho trabajo, el famoso documentalista, muestra la realidad de diversos países europeos frente a lo que es y hace Norteamérica. Recuerdo aquella parte donde muestra la realidad laboral y social de Alemania y de cómo este país logra hacer convivir su obscuro pasado con lo que ellos son en el presente. Centro mi interés en aquella parte donde el documentalista le pregunta directamente a uno de los dueños de empresas en Alemania si toman en consideración las distintas ideas que los trabajadores pudiesen tener para la producción, para sorpresa del entrevistador cuando le confirma que ello es efectivo, por cuanto ellos entienden que sus trabajadores también tienen buenas ideas.
La verdad sea dicha, y es que en este pequeño gesto queda graficada la abismante brecha que existe entre nuestra sociedad y el mundo llamado “civilizado” o si lo prefieren de una forma menos burda “desarrollado”. Sin duda que en ellos, todos sus habitantes tienen derecho a pensar. No sólo algunos privilegiados.
Estamos ad portas de celebrar un plebiscito de salida a una constitución que se ha gestado en el seno de una Convención Constitucional, institución electa mayoritariamente por todos quienes queríamos una nueva carta magna para nuestro país (78,27%) mientras los que no querían cambiar la establecida autocráticamente en dictadura, escasamente lograron el (21,74%).
Cabe señalar, esta es la primera vez en la historia nacional que el pueblo de Chile tiene la posibilidad de discutir y aprobar democráticamente una carta política que rija sus destinos. ¿Qué es lo que sucede entonces? ¿Cómo se entiende que haya incrementado el rechazo de algo que aún no sabemos de qué trata? ¿Quién se esmera en acrecentar dicha tendencia?
El pueblo de Chile, eligió a través de una vía pacífica la solución a la problemática social gestada espontáneamente hacia octubre de 2019. Quien sabe a qué hubiésemos derivado, de no mediar este camino. Puede pensarse que resulte exagerado hablar de ”revolución” o incluso “guerra civil”; sin embargo, nuestra historia nacional, tiene varios ejemplos de esos nefastos sucesos. Sin más esta región, fue cuna de uno de aquellos en 1859 y que, hasta al día hoy, marca la impronta regionalista de Atacama.
Por ello, se me hace un deber aclarar que resulte lo que resulte de la Convención constitucional, sin duda será mucho más democrático y por ende mucho más legítimo, que cualquier disposición que quiera preservarse de la constitución pinochetista. No tiene ni resiste comparación alguna. Podrá tener miles de defectos la nueva constitución (perfectible por lo demás, como toda norma jurídica), pero será lo que el pueblo decida para sí. Si alguien estima que quienes estuvieron en la convención constitucional no lo representaban, podrá tener razón, pero el juego de las democracias se construye sobre el voto de las mayorías y no con el de las minorías con poder de veto, como se acostumbró a actuar en este país, perjudicando a miles y miles de chilenos, mientras sólo algunos se beneficiaban.
Si me vuelven a preguntar, no tengo idea si la nueva constitución será mejor o peor que la anterior, pero lo que si tengo claro, es que por primera vez en la historia de nuestro largo y angosto país, será el fiel reflejo de lo que la mayoría de los chilenos queramos y decidamos para el futuro “de nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos” (Parlamento Europeo, 23 de Octubre 2002).
Mayo 2022.