Por Juan Pablo Negroni, country manager para Chile de IDE Water Technologies
Si bien las recientes lluvias y nevazones que tuvieron lugar en varias zonas del país contribuyeron, en alguna medida, a disminuir el histórico déficit hídrico existente, la sequía y el fantasma del racionamiento sigue siendo una real amenaza para la población chilena.
En otras palabras, seguimos enfrentados a una escasez del recurso hídrico producto, en gran parte, de bajas precipitaciones que se remontan a unas tres décadas, como consecuencia del cambio climático y el alza de las temperaturas.
Afortunadamente, en Chile y el mundo, hoy existen las tecnologías necesarias para transformar el agua de mar en agua para consumo humano y/o uso en procesos productivos, y aquellas que buscan la reutilización de las aguas tratadas.
En términos generales, es importante destacar que el 97% del agua existente en el planeta es salada, con un promedio de salinidad de 3,5%, lo que es muy elevado para el consumo de las personas y para las actividades de la industria general.
En este contexto, la tecnología de desalinización por Osmosis Inversa, que es la más usada a nivel mundial, se basa en el principio de osmosis para eliminar la sal y otras impurezas del agua de mar. Las plantas de este tipo producen agua desalinizada que puede ser convertida en agua potable o industrial de alta calidad, tanto si proceden del agua de mar como de agua salobre, cumpliendo con estrictas normas de salud y seguridad.
Por su parte, el reúso de las aguas tratadas permite a las empresas de las diferentes industrias gestionar las aguas residuales generadas por sus operaciones. Para nadie es un misterio que en los últimos años han aumentado las regulaciones y las presiones sociales y ambientales enfocadas a que las industrias reduzcan sus volúmenes de aguas residuales y las traten para evitar la contaminación ambiental.
A lo anterior, es clave sumar el factor educación, pues no sacamos nada con disponer del componente tecnológico para generar agua si no existe conciencia sobre el cuidado y uso eficiente que debemos dar a dicho recurso. Esta mayor sensibilización debe partir con campañas educativas desde las escuelas y colegios. El uso adecuado y responsable del agua tiene que ser una semilla que debe regarse desde la niñez. Así como el agua es de todos, la responsabilidad de su cuidado también lo es. En la medida que combinemos, exitosamente, estos tres elementos podremos mirar con mayor tranquilidad y optimismo el futuro.