Reingreso escolar: la real urgencia educativa

Por Liliana Cortés, directora de Fundación Súmate.

Más difícil que pellizcar un vidrio. Los modismos chilenos son tan pertinentes cuando necesitamos explicar en simple cosas complejas. Muchos  de los que trabajamos en reingreso escolar, en tratar que niños, niñas y jóvenes recuperen su derecho a la educación y regresen a la escuela, a ratos, sentimos que pellizcamos vidrios.

Es cierto: nuestro rol es visibilizar lo invisible. Dar cuenta de la realidad de los niños, niñas y jóvenes más pobres y vulnerables, que no marchan ni protestan, que no piden reivindicaciones, que no tienen esperanzas. Antes de la pandemia, eran 186 mil, en 2021 se habló de unos 40 mil más. Hoy no sabemos. No hay prioridad en contarlos. Hay cuestiones más urgentes, más políticas, en materia de educación.

Las autoridades sacan cuentas sobre los deudores del CAE, compromisos sin compromisos, entonces, ¿dónde está la prioridad con este grupo excluido de nuestra sociedad? Hoy no tenemos cifras actualizadas de cuántos son, ni tampoco tenemos a la vista la forma en que la actual administración le dará continuidad a la implementación de la modalidad educativa de reingreso.

Esto es hacerse cargo de un tipo de estudiante que tiene todo en contra: repeticiones, expulsiones, bullying, inasistencias, anotaciones, fama de conflictivo. Adversidades que son producto de una diversidad de problemas: sociales, económicos, familiares, de aprendizaje. O sea, un niño, niña o joven, que a todos les parece “un cacho”.

Pero el mundo, sobre todo el que vive en pobreza y exclusión, está lleno de “cachos” y para que dejen de serlo se requiere una oferta educativa especializada de reingreso. Una atención dedicada, financiada y ad hoc a su realidad.

Cuando enfrentamos las problemáticas en educación suele pasar que lo urgente se come lo importante y el dilema es siempre por dónde partir. Ese es el principal desafío de los tomadores de decisiones y diseñadores de políticas públicas. La pandemia ha dejado grandes brechas de aprendizajes en lo cognitivo y en lo socioemocional;  también en lo académico. Pero además ha dejado a muchos por el camino. Fuera.  Dropout, como dicen los gringos.

El gobierno habla de justicia educativa y de la instalación de un nuevo paradigma de educación. Todo relevante pero no prioritario si pensamos en los que están fuera del sistema y debemos recuperar. Lograr que vuelvan, que reingresen al sistema mediante experiencias educativas reparadoras y significativas, debería ser de vida o muerte para todos. Una prioridad país, más cuando vemos a tantos jóvenes cooptados por la delincuencia y el narco en los territorios más vulnerables.

Vemos con preocupación que “otra vez” dentro de los grandes planes se queda fuera esta población invisible. Y es extraño, porque si hablamos de justicia educativa, debería ser la primera prioridad: los niños, niñas y jóvenes que abandonaron el sistema educativo antes incluso de la pandemia y que cada día constatan la imposibilidad de recuperar su derecho a la educación.  Ojalá las autoridades vean a estos invisibles y los prioricen. Y que los que trabajamos por ellos y su inclusión, dejemos de sentir que pellizcamos vidrios.

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