¿Para qué un sociólogo?

Pedro Rodríguez Rojas. Académico, Universidad Central región Coquimbo 

Todas las profesiones tienen su perfil, un área del conocimiento, destrezas y habilidades que le otorgan identidad. La sociología surge, a principio del siglo XIX, para comprender las nuevas dinámicas de las relaciones y agrupaciones sociales en la modernidad capitalista. El sociólogo estudia la racionalidad de las relaciones sociales: estratificaciones, identidades, pero también las desigualdades e injusticias sociales. El sociólogo es antes que todo un ser con vocación y sensibilidad social, son personas formadas teóricamente, con capacidad de analizar críticamente la realidad, y simultáneamente manejar metodologías que le permiten abordar desde distintas perspectivas las relaciones sociales y al mismo tiempo tienen la capacidad de planificar y ejecutar proyectos de impacto social. Eso es un sociólogo, no es solo un teórico o un metodólogo, debe combinar y transcender ambas competencias.

Hoy la compleja realidad mundial, la sociedad del conocimiento, los nuevos actores sociales, las confrontaciones dialécticas, no solo de las realidades sino de los paradigmas viejos y nuevos con los que estudiamos la sociedad, no nos pueden llevar al vacío de las “sociedades liquidas” y del espectáculo, al “todo vale” teórico y epistemológico. Las ciencias sociales deben salir del disciplinarismo, abrirse a nuevos conocimientos. La sociología, como madre pionera de las ciencias sociales, tiene esta visión de lo social desde lo interdisciplinario y transdisciplinario, que reúne a la historia, la economía, antropología, y otras ciencias humanas. Muchos desconocen el potencial de un sociólogo, no solo deben dominar el discurso (oral y escrito), las teorías sociales, ser conocedores de instrumentos y métodos de investigación social, no nos subestimemos, además tenemos altas capacidades de planificación y gestión de políticas públicas, pero también en la gestión y responsabilidad social de la empresa privada. Muchos de nuestros empleadores desconocen estas potencialidades, quizás nosotros mismos no la tenemos claras, hasta que nos toca la oportunidad y el reto de demostrarlas.

Tampoco los sociólogos podemos ser insensibles e indiferentes frente a los acontecimientos nacionales y locales, todos los cambios que se han suscitado en estos últimos años en Chile. Frente al estallido social, el proceso constituyente, las luchas feministas, de reconocimiento de género y de los pueblos originarios, los retos del nuevo gobierno, el Estado y la nación, a los científicos sociales no solo se nos abren espacios de trabajo, sino que estamos obligados a dar respuestas. Al tiempo que las circunstancias individuales nos presionan por cumplir tareas o estamos más preocupados por alcanzar puntajes y reconocimientos, si estos esfuerzos no contribuyen a mejorar las condiciones de vida de nuestros pueblos, nada tiene sentido.

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