Por Carolina Cortés Henríquez, Directora Sename Atacama.
La Declaración de los Derechos del Niño -proclamada por las Naciones Unidas- fue aprobada el 20 de noviembre de 1989, determinando la fecha como el Día Internacional de la Infancia. Esta conmemoración tiene como objetivo la promoción del bienestar de los menores de edad. En este contexto, desde el primer momento que nos hicimos parte de la Convención como país, nos comprometimos a una serie de acciones para realizar como Estado. Una transformación de la situación de la infancia y adolescencia en Chile.
Esta transformación parte por tener la convicción de que las personas menores de 18 años precisan atención y protección especiales. El cambio de perspectiva que se debe generar, con miras a la infancia plena, indica, a partir de este tratado, que niños y niñas ya no deben considerarse propiedad de los padres y madres, ni beneficiarios indefensos de una obra de caridad. Son seres humanos titulares de sus propios derechos.
Por y para ello se les debe asegurar el acceso a la salud y a la educación, generar todo lo necesario para que puedan desarrollar plenamente su personalidad, habilidades y talentos. Para que crezcan en un ambiente de felicidad, amor y comprensión y reciban información sobre la manera en que pueden alcanzar sus derechos y participar en dicho proceso de una forma accesible y activa.
Uno de los principios fundantes que es transversal a las medidas que debemos tomar como Estado es la no discriminación. En este sentido, se ha problematizado el bullying transfóbico y homofóbico en los centros educativos, así como en otras instancias de la vida cotidiana de niños niñas y adolescentes en nuestro país. Se ha encontrado una forma de discriminación activa y preocupante en estos espacios. Estas dinámicas discriminatorias han tenido consecuencias desastrosas en el desarrollo de la infancia y adolescencia en Chile.
Para ahondar en el análisis, puedo mencionar que no sólo se vulnera el principio de no discriminación sino también el derecho a la educación de los afectados y afectadas. A partir de esta evidencia, se están gestando diversas iniciativas que involucran a las comunidades educativas y docentes, desde un enfoque de derechos humanos.
Es fundamental la incorporación de conceptos y la reflexión en torno a ésta y otras temáticas emergentes y urgentes de abordar. Para respetar la diversidad sexual debemos adquirir conocimientos y superar estigmas y prejuicios personales, comprendiendo finalmente el impacto de las acciones discriminatorias en nuestros niños, niñas y adolescentes, para facilitar el desarrollo pleno e integral, en un ambiente inclusivo y de paz. Se lo debemos.