Por Bari Hayoun, director regional de OrCam Technologies para Latinoamérica e Iberia.
Se estima que, en el mundo, hay alrededor de 36 millones de personas ciegas, y otros 216 millones que viven con discapacidades visuales moderadas a severas. Aunque la Organización Mundial de la Salud señala que hasta el 80% de la discapacidad visual alrededor del mundo se puede evitar con un mejor acceso al tratamiento, el número de personas ciegas o con visión baja se incrementa a medida que la población mundial envejece.
La lucha por restaurar la visión a personas invidentes lleva décadas desarrollándose, con pequeños avances, pero no los suficientes para lograr devolverles la visión. Pero la tecnología juega un rol vital en romper barreras, y la inteligencia artificial ha comenzado a conseguir avances reales en mejorar la accesibilidad.
La pérdida de la visión no significa que haya que renunciar a sus actividades, sino que hay que usar nuevas formas de realizarlas. ¿Es difícil para Ud. leer el periódico y la etiqueta de un precio, graduar un dial, o asimilar un resplandor de luz? Existen numerosas herramientas, técnicas y recursos para personas con este problema visual, incluyendo ayudas tecnológicas que emplean la Inteligencia Artificial.
La tecnología abre muchas puertas. Nos permite acceder a información y, si bien todavía encontramos barreras que hay que ir eliminando, es una herramienta que usamos para todo: para leer un libro, para interactuar en el trabajo, hacer trámites. Hoy, existen dispositivos que permiten acceder a mucha información de distinta índole. En un plano personal, por ejemplo, la cuenta bancaria. Una persona con discapacidad que los use puede estar al corriente de sus finanzas con toda discreción.
La tecnología resuelve en términos de autonomía. Hay casos en los que no se puede depender de un tercero cercano o familiar. Pero todavía más del 90% de las personas con discapacidad están ocultas, sin acceder a la tecnología, o lo hacen de forma muy básica. Y ahí hay un abismo de posibilidades, de inclusión.
El mundo no está hecho para una persona estándar, sino que hay personas con necesidades diferentes o que necesitan determinadas adaptaciones o ayudas tecnológicas para desempeñarse en igualdad de condiciones. Son procesos muy lentos. Con la discapacidad se ha ido avanzando, con mucho trabajo detrás. Una de las mayores barreras es que todavía no es socialmente visible que una persona con discapacidad visual, por ejemplo, pueda acceder a determinado trabajo o espacio. A veces generamos las barreras por no saber. Por eso la importancia de aprender y trabajar para visibilizar una diversidad de realidades y la necesidad de apoyarse en la tecnología.
Es difícil la accesibilidad total, porque hay muchas variaciones, diversidades, pero es la utopía; tenemos que acercarnos hacia ese horizonte. Al acercarnos, se aleja un poco más, pero mientras tanto estamos caminando. El concepto de diseño universal tiene que ver con esto, con que cuando diseñamos un espacio pensemos en diversidad, en todos los posibles públicos. El hecho de que nos empecemos a hacer las preguntas significa que ya no son invisibles. Hace 20 años, las personas con discapacidad visual eran invisibles y los prejuicios, naturalizados, pero hoy en día vamos en el buen camino.