Olivia Fox Pedraza y Francesca Vives, Arquitectas, académicas UCEN Región Coquimbo.
Hace ya tres años en el Congreso Nacional se dio un paso en la protección de los humedales urbanos, cuando se aprobó por unanimidad el proyecto de Ley de Protección de Humedales Urbanos, que busca relevar la importancia en la protección que necesitan estos ecosistemas, que – por encontrarse en zonas urbanas densamente pobladas – sufren con mayor frecuencia alteraciones que los degradan y los hacen desaparecer, a veces de manera más rápida y hasta límites que son imposibles de revertir.
Los humedales hoy son apreciados como estratégicos por su gran valor ecológico, con una alta capacidad para albergar biodiversidad, además de representar uno de los ecosistemas más productivos del planeta, con hábitats altamente diversificados que generan alternativas de alimento para muchas especies distintas y acoger diversas concentraciones de avifauna.
Dentro de la región de Coquimbo y a lo largo de su costa, existe una red de humedales reconocidos por su complejidad e importancia, y por constituir importantes lugares de refugio de aves: Punta Teatinos, desembocadura del Río Elqui, Culebrón, Lagunillas, lagunas Salinas Chica y Salinas Grande de Tongoy; y Estero Pachingo, entre otros. La mayor parte de ellos están en zonas de una acelerada urbanización por lo que se convertirán en un futuro cercano en urbanos que, al carecer de protección ambiental y programas de manejo que ayuden a su conservación, quedarán expuestos a diversas intervenciones antrópicas que los pondrán en peligro.
Inserto en la ciudad, el Estero Culebrón, se encuentra actualmente presionado por las condiciones de su entorno, actividades inmobiliarias, ferias, autopistas, playas turísticas, etc. que representan una amenaza para su calidad ecológica, flora y fauna; en especial para las aves que nidifican y se alimentan en este sitio. Esto ha hecho que sean cada vez más frecuentes los episodios de contaminación e intervenciones negativas que han sido denunciadas principalmente por la ciudadanía.
Por estas amenazas, la gestión sustentable de humedales representa cada vez más una oportunidad de desarrollo local, para actividades de ecoturismo, avistamiento de aves, investigación científica y educación ambiental.
En este sentido y a la luz de la vigencia de esta ley, las municipalidades son actores claves, que establecen las ordenanzas y delimitan las áreas de humedales urbanos en sus respectivas comunas. Surge un excelente desafío y oportunidad de cooperación técnica, tanto para los municipios, como para universidades, centros de investigación y organizaciones sociales, para desarrollar estudios y proyectos que los resguarden.
Iniciativas exitosas han demostrado que integrar a las comunidades y a todos los interesados en los procesos de conservación son un foco generador de cambios y fomentan una participación activa y responsable, con jornadas de vigilancia ambiental, formulación participativa de planes de manejo, talleres y encuentros pedagógicos comunales e intercomunales, entre otras.
Finalmente, de estas iniciativas ciudadanas surgirá la fuerza y claridad para exigir a los gobiernos comunales y a sus respectivas direcciones de obras, que no se permita que se lleven adelante iniciativas inmobiliarias y de cualquier índole, que deterioren aún más la vulnerabilidad ecológica en el que se encuentran nuestros humedales, dejando sobre la mesa la incertidumbre de saber efectivamente cuánto hemos avanzado en temas de protección y fiscalización de estos ecosistemas los últimos años.