Por Juan Manuel Cáceres, concejal por Copiapó.
Fueron muchos los muertos, fueron muchas las muertas. Uno se estremece de recordar lo que fueron las lluvias terribles del 25 de marzo del 2015. Desde ese entonces las personas al oír que viene una lluvia se ponen tensas. Palabras como “isoterma” o “cota” se metieron en nuestro cotidiano. Fue esa lluvia calurosa la que nos dejó en vilo por meses. Agua, barro, escombros, emergencia y polución.
Se han hecho algunas obras de mitigación, aún así, parece ser que la memoria es tan frágil como una cerca aguantando el aluvión. Se sigue construyendo en puntos donde las aguas bajan. Cada lluvia invernal inunda los mismos lugares de siempre. Por ejemplo, en la Población Arturo Pratt, donde en cada chaparrón el agua de los sectores altos se concentra hasta circunvalación. ¿Qué tan difícil puede ser tener resumideros decentes? ¿Qué tan difícil es hacer más parques inundables? Tal parece que para el Estado es tan difícil como hacer reír una estatua.
Hace años que pasaron los aluviones, pero seguimos viendo muchos efectos de su paso por la ciudad. Las marcas de barro en las paredes, sitios eriazos, casas abandonadas y la polución que se levanta en todo el paño de ferronor del sector de los callejones en Avenida Los Carrera. Así también la pérdida de espacios de cultivos y el deterioro de muchos paisajes de la ciudad.
No podemos hacer como si no hubiera existido. Parece que nos acostumbramos a la devastación. Recuperemos los barrios, recuperemos las casas y saquemos todo el barro. Todavía hay mucho que mejorar, y habemos algunos que seguimos muy porfiados pensando en cómo hacer más linda la ciudad. En la conmemoración de un nuevo 25 de marzo no dejemos de pensar y repensar lo tremendo que fue salir juntos como vecinos y vecinas de lo que pasó. Por un momento, durante semanas, vimos cómo la solidaridad se palpaba: tomar una pala, una mochila con unas botellas con agua y subirse a cualquier camioneta para ir a sacar barro.
Que no se vaya la memoria, las experiencias colectivas construyen nuestros relatos. Hablemos, pero no seamos solo palabras. Tomemos acciones y resolvamos lo que tenemos pendiente. Plantemos árboles y sigamos exigiendo medidas de mitigación para que no se repita algo que sabemos que ocurre siempre en nuestra historia.