Viviana Rivera Barrientos
Fonoaudióloga y académica de la Facultad de Educación, UCEN
En el marco de la recuperación de aprendizaje que busca el Ministerio de Educación y de la nueva ley TEA que promulgó el presidente Boric (para asegurar el derecho a la igualdad de oportunidades a personas con trastorno del espectro autista), debemos pensar en el número 170.
Esta frase podrá no decir nada, pero para nosotras, especialistas en educación especial y fonoaudiólogas, y para todas y todos quienes nos ocupamos diariamente de niños y niños que tienen Necesidades Educativas Especiales (NEE), el 170 es mucho más que un número.
El Decreto N° 170 fija “normas para determinar los alumnos con necesidades educativas especiales”. Es un reglamento que regula “los requisitos, los instrumentos, las pruebas diagnósticas y el perfil de los y las profesionales que deberán aplicarlas a fin de identificar a los alumnos con NEE”.
Ahora bien, si usted sigue noticias sobre educación, salud, infancia y adolescencia, sabrá que el conocimiento de condiciones como las del espectro autista, o los trastornos del desarrollo del lenguaje se han modificado y profundizado a una velocidad sorprendente, junto con la comprensión e importancia que tiene la sociedad y la política sobre estos asuntos (no se entendería sin la importancia que tuvo, y enhorabuena, la aprobación de la Ley TEA).
En ese contexto, un decreto como el 170, que ya tiene 12 años de antigüedad, claramente está obsoleto y desactualizado: hay definiciones en él que no sólo han envejecido, sino que a ojos del mainstream actual están equivocadas.
Por ejemplo, aún habla de TEL (Trastorno Específico del Lenguaje) refiriéndose a lo que ahora se conoce como TDL (Trastorno de Desarrollo de Lenguaje, que contempla nuevas facetas que enfatizan más en el desarrollo que en su especificidad diagnóstica); la nomenclatura del 170 contiene visiones inadecuadas para la atención a estudiantes con NEE en contextos escolares masivos, multiculturales y de grandes carencias como los que tenemos hoy en día.
En resumen, el día a día de nosotras las y los profesionales de educación y salud no tiene nada que ver con el que plantea el Decreto N° 170 y tenemos que hacer malabarismos para cumplirlo sin perjudicar a estudiantes que claramente deberían ser considerados dentro de los programas de integración escolar y que el 170 excluye.
Y en relación con la flamante ley TEA, este decreto no resuelve el proceso evaluativo que debiese tener el niño o niña que tenga esa condición, lo cual es una camisa de fuerza que será difícil de enfrentar en la práctica cotidiana.
El 170 es más que un número para nosotras, que trabajamos con niñas y niños en situación de vulnerabilidad y con NEE, una doble condición de la cual no solo las y los profesionales sino el Estado quien tiene que hacerse cargo.
Modernizarlo y adecuarlo a la realidad de la segunda década del siglo XXI, cambiar la mirada médica en el abordaje de los estudiantes con NEE y disminuir la espera para diagnosticar TEA, nos permitirá garantizar la atención efectiva de quienes más lo necesitan.