Por Ulises Carabantes Ahumada
Ingeniero Civil Industrial. Analista de actualidad. Escritor.
Estimado lector, en las próximas líneas podrá leer un muy breve pero descriptivo resumen de algunos capítulos del libro Chile 1973. Quien quiera profundizar en esta materia y desee comprar el libro, consulte al correo ucarabantes@gmail.com, para las ediciones en Chile como también en España. Esta es la cuarta de trece publicaciones sabatinas que efectuaré hasta el sábado 9 de septiembre.
El 9 de octubre de 1972 comenzó un extenso movimiento muy bien organizado y financiado que buscaba el derrumbe del gobierno, el paro de los transportistas de carga al cual se fueron sumando otros gremios. Así como Salvador Allende amenazó con paralizar Chile en septiembre de 1970 si el Congreso Nacional no lo elegía presidente de la república, a fines de 1972 fueron los gremios los que paralizaron completamente el país con el objetivo político de derribar el gobierno de la Unidad Popular. Ante el inicio del movimiento Allende decretó el Estado de Emergencia en las provincias de Curicó y Talca y requirió judicialmente a quienes lideraban el paro. Estas decisiones tuvieron como resultado una extensión del paro que habían iniciado los transportistas y además se sumaran otros gremios como la Confederación del Comercio Detallista, la Federación de Sindicatos de Choferes de Taxis, la Confederación de la Producción y del Comercio y la Confederación Nacional de la Pequeña Industria y Artesanado. Como respuesta a esto el gobierno sumó en Estado de Emergencia a nueve provincias más, Santiago, Valparaíso, O’Higgins, Colchagua, Ñuble, Concepción, Arauco, Bío Bío y Cautín, además de anunciar la movilización de “los trabajadores” para defender el “gobierno popular”. Rápidamente comenzó a quedar en evidencia el carácter político del movimiento, con las radios opositoras llamando a los chilenos a apoyar a los transportistas. El Frente Nacionalista Patria y Libertad también tomó gran protagonismo. Las mujeres de este movimiento reunieron alimentos, carpas y frazadas para llevar a los campamentos donde estaban detenidos los camiones y los hombres formaron brigadas de protección para estos lugares.
El jefe de zona en Estado de Emergencia de la provincia de Santiago, general Héctor Bravo, buscando evitar un desborde y enfrentamientos entre partidarios del gobierno y opositores, decretó una cadena de radioemisoras, quedando ésta bajo control de la gubernamental Oficina de Información y Radiodifusión, OIR. Al día siguiente de impuesta la restricción radial, el senador radical Hugo Miranda y el presidente de la CUT, el comunista Luís Figueroa, rompieron la restricción impuesta por la autoridad militar, emitiendo proclamas en contra de los transportistas en paro. Esto provocó la enérgica protesta del presidente del senado Ignacio Palma, quien argumentó que no era aceptable la restricción informativa a las radios opositoras cuando personeros del gobierno hacían libre uso de la cadena radial impuesta por el general Bravo. El gobierno no era el único que no respetaba la cadena radial imperante, también lo hizo Patria y Libertad. El jefe de prensa y comunicaciones de este movimiento, Manuel Fuentes Wendling, tomó contacto con el técnico electrónico de origen estadounidense, Michael Townley, quien instaló un equipo de transmisión radial en un automóvil con el cual comenzó a emitir programas diarios favorables al paro de los gremios, contrarrestando de esta manera la cadena radial impuesta, emisora móvil a la que le dieron el nombre de “Radio Liberación”.
En la medianía de octubre el movimiento fue escalando, sumándose agrupaciones profesionales y el 16 de octubre un importante número de congresales de la democracia cristiana manifestaron su molestia al general Carlos Prats por la cadena radial impuesta. En medio de la tensión que iba en aumento fue promulgada la ley de “control de armas”, la que establecía qué tipo de armas quedaban sometidas a control y las penalidades por la creación y funcionamiento de milicias armadas, por disponer o portar armas prohibidas y por ingresar sin autorización a recintos militares o policiales.
El 21 de octubre de 1972 el presidente Allende expuso el complejo momento que se vivía ante el ministro de defensa José Tohá, los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas y el director general de carabineros, que fue incoporado por Allende a esta reunión donde estaban las máximas autoridades de la defensa nacional. Allende insunuó también en este encuentro la posibilidad de incorporar a las fuerzas armadas a responsabilidades de gobierno. Al estar su administración al borde del abismo, Salvador Allende pensaba incorporar a las fuerzas armadas que, de acuerdo con lo aprobado en los congresos del partido socialista de 1965 y 1967; debían ser eliminadas por ser el aparato militar de “la burguesía”, de acuerdo con las concepciones marxistas leninistas del partido de Allende.
El general Carlos Prats fue muy franco con el presidente de la república respecto de su visión de la incorporación de las fuerzas armadas a desempeñar responsabilidades de gobierno. Prats planteo que la incorporación castrense necesariamente debía concretarse en un escenario de tregua política donde se alcanzaran los acuerdos mínimos en que la oposición se comprometiera a apoyar al gobierno en tareas de superación de la crisis económica en que estaba Chile y a su vez el gobierno asumiera el compromiso de ejecutar su programa con total respeto a la constitución y las leyes. Sin esa condición, era imposible la incorporación militar a labores gubernamentales, pues aparecerían las fuerzas armadas tomando posición por uno de los bandos en disputa y esto podría propiciar la división de las instituciones de la defensa, poniendo a Chile en la ante sala de una sangrienta guerra civil.
Por otra parte, los empresarios también sondeaban al general Prats preguntándole cual era la salida que veían los militares frente a la grave situación y Prats les respondio lo mismo que al presidente de la república, una solución política, una tregua política.
En otro ámbito, la corte suprema hizo ver al gobierno el incumplimiento de los dictámenes de los tribunales por parte del ejecutivo, lo que aumentó la tensión que se vivía.
El miércoles 1 de noviembre y ante lo insostenible que se tornaba la situación con una paro general que no daba luces de terminar, el presidente Allende se reunió con el ministro de defensa Tohá y los tres comandantes en jefe, haciéndoles ver nuevamente la necesidad de que cada una de las instituciones armadas tomara un ministerio, siendo el ministerio del interior ejercido directamente por el comandante en jefe del ejército Carlos Prats. Sin la necesaria tregua política planteada por Prats, éste aceptó tomar el cargo de ministro del interior y los comandantes en jefe de la armada y fuerza aérea designaron para los ministerios de obras públicas y transporte y el de minería respectivamente, al contralmirante Ismael Huerta y al general de brigada aérea Claudio Sepúlveda. El 2 de noviembre se conformó un nuevo gabinete ministerial que Allende denominó “de salvación nacional”. Al tomar el cargo de ministro Prats argumentó “no es un compromiso político, sino una colaboración patriótica en aras de la paz”. El 6 de noviembre de 1972; después de 28 días, el gremio de los transportistas puso fin a la paralización, en base a un acuerdo con el gobierno. No obstante el término de una situación límite como fue el paro de los gremios, la anarquía en la actividad económica continuaba y la violencia también.
El 30 de noviembre el presidente de la república inició un extenso viaje, que incluyó México, Nueva York, la Unión Soviética y Cuba. En Nueva York habló en la asamblea general de la organización de las naciones unidas y en la unión soviética, además de las ceremonias protocolares, se sostuvieron reuniones para solicitar un crédito por un monto de doscientos millones de dólares, para poder alimentar las vacías arcas fiscales chilenas. Esta iniciativa, de concurrir al vaticano moscovita para que el presidente de la república Salvador Allende pusiera su cara delante de los comunistas rusos para obtener un crédito, fue idea del partido comunista chileno. Toda prudencia y respeto hacia la investidura que representaba el presidente de Chile indicaba que debían ser otros los que negociaran un eventual crédito con los comunistas rusos y una vez obtenido éste, Allende sólo fuera a firmar los respectivos documentos y posar para los fotógrafos, pero no a pasar el fiasco de recibir el portazo en la cara con la negativa de los rusos. Ante la solicitud del dinero, los rusos optaron por mostrar un mapa a los chilenos, haciéndoles ver que Chile para ellos estaba muy lejos y que en realidad nos les interesaba este país. Allende y su comitiva retornaron a Chile sin un peso de los comunistas soviéticos y con la urgente necesidad de sentarse a negociar con el mundo occidental, especialmente con el odiado “imperialismo norteamericano”.
El verano de 1973 fue muy agitado por la campaña para las elecciones parlamentarias que se llevarían a cabo el 4 de marzo de ese año. Hubo intolerancia y violencia. La oposición tenía como objetivo alcanzar los dos tercios en ambas cámaras del congreso con el fin de poder destituir constitucionalmente al presidente de la república. El Frente Nacionalista Patria y Libertad decidió poner en marcha el proyecto Sierra Alfa, concebido y dirigido por su secretario general Roberto Thieme, plan que incluyó un supuesto accicente aéreo y caída de Thieme al mar frente a la zona del Bío Bío para ser dado por muerto y de esta manera pasar clandestinamente a Argentina donde comenzaría la preparación y equipamiento de quinientos comandos nacionalistas chilenos que inciarían la lucha armada en contra del gobierno, considerando el apoyo de una parte de las fuerzas armadas, diseño que acercaba a Chile a la guerra civil.
El 4 de marzo de 1973 se llevaron a cabo las elecciones de congresales en medio de una tensa calma, con resultados que demoraron en ser entregados por parte del gobierno, lo que provocó acusaciones de la oposición de fraude electoral. Lo concreto es que la oposición no alcanzó los dos tercios buscados como quórum en el congreso, lo que impedía la opción de destitución constitucional de Salvador Allende. A fines de marzo, terminado el proceso eleccionario, las fuerzas armadas dejaron el gabinete ministerial, ante la renuencia de Salvador Allende para que eso ocurriera. Desde esta fecha en adelante, el presidente Allende estaría siempre presionando e insistiendo para llevar a las fuerzas armadas a desempeñar labores de gobierno, a llevarlos a la arena política, a sacar a las instituciones de la defensa de sus obligaciones constitucionales y con esto propiciar necesariamente la deliberación en éstas.
El 2 de mayo de 1973 el general Carlos Prats inició una extensa gira internacional de carácter institucional acompañado del general de división Óscar Bonilla, el general de brigada César Raúl Benavides y el coronel Rigoberto Rubio, secretario general de la comandancia en jefe del ejército. Todos estos altos oficiales viajaron acompañados de sus respectivas esposas. Integraron también la comitiva militar chilena el mayor Osvaldo Zavala, ayudante del comandante en jefe del ejército y un capitán de apellido Latorre. La gira incluyó Estados Unidos, Inglaterra, Unión Soviética, Yugoslavia, una visita protocolar al Vaticano, donde los militares y sus esposas fueron recibidos en un saludo por el Papa Pablo VI, Francia y España, país donde el comandante en jefe del ejército Carlos Prats fue recibido en audiencia por el generalísimo de los ejércitos y caudillo de España, Francisco Franco. El retorno a Chile se hizo con escalas en Río de Janeiro y Buenos Aires. En el aeropuerto internacional de esta ciudad la comitiva militar fue saludada por los agregados castrenses chilenos en Argentina y por el embajador de Chile en ese país, Ramón Huidobro. En una conversación privada, Huidobro reveló a Prats la apreciación que le había dado unos días antes el ex canciller de Salvador Allende, el socialista Clodomiro Almeyda, en el sentido de que en Chile estaba próxima a estallar una guerra civil y le pidió al general que hiciera lo que le fuera posible para evitar tal catástrofe. Después de más de un mes de ausencia en Chile, se volvía a la dramática realidad y Prats hizo el viaje entre la capital argentina y Santiago sumido en los más lúgubres pensamientos. A medio día del 5 de junio de 1973 Carlos Prats y su comitiva fue recibido en el aeropuerto internacional de Pudahuel por quien lo había subrogado en la comandancia en jefe del ejército, jefe de estado mayor de dicha institución, general de división Augusto Pinochet, acompañado del general de división Javier Urbina. El semblante de estos dos generales ratificaba los dichos del embajador Huidobro en Buenos Aires. El comandante en jefe del ejército Carlos Prats se presentó ante el presidente Salvador Allende quien manifestó estar de acuerdo con la apreciación dada por el embajador Huidobro en Buenos Aires en el sentido de que Chile estaba al borde de la tragedia fratricida. Ante esta reafirmación Prats señaló a Allende que era imperioso que lograra una tregua política con la oposición y para ello debía convencer de tal necesidad a los partidos de la Unidad Popular. En ese momento Salvador Allende confidenció al general que los partidos de la izquierda no escuchaban sus solicitudes y acto seguido Allende cometió la irresponsabilidad constitucional de empujar al general Carlos Prats y con éste a todo el ejército, al debate político, al pedirle al militar que él se sentara a conversar con los partidos de la Unidad Popular, a ver si con él atendían razones. Quizás movido por el patriótico deseo de evitar en Chile una sangrienta guerra civil que costaría la vida de un mínimo de 500 mil chilenos, Carlos Prats cometió el grave error de aceptar la inconstitucional propuesta del presidente Salvador Allende de sentarse a parlamentar con los partidos políticos de izquierda que se suponía apoyaban al presidente. Prats recorría todos los regimientos del país predicando la necesidad de prescindencia política del ejército y él aceptó a Allende involucrarse en la política contingente, informando de sus acciones al cuerpo de generales produciéndose así la abierta deliberación en éste. La guerra civil se produciría con la condición básica de aumento de la escalada violentista entre los dos bandos políticos irreconciliables en los que estaba dividido Chile, sumándose a esto como condición definitiva para la guerra civil, la adhesión de las fuerzas armadas a cada uno de los referidos dos bandos, es decir, la acción dividida de las instituciones de la defensa nacional. Carlos Prats se jugaría por evitar la guerra civil buscando hacer entrar en razón a los políticos, de ambos bandos, para que estos llegaran a una tregua, es decir, para eliminar aquella condición básica que era el aumento de la escalada violentista entre los civiles. Si Prats fracasaba en su intento y se mantenía latente la condición básica, sólo quedaría eliminar la posibilidad de concresión de la condición definitiva que llevaría a Chile a la guerra civil, la que era la intervención de las instituciones castrenses en forma fraccionada o dividida. En consecuencia, de fracasar Carlos Prats en su gestión de carácter político, sólo quedaría como camino la intervención militar unida para evitar la guerra civil y terminar con el proceso de destrucción institucional total al que había sido llevado Chile en un proceso de ocho años. Dicha intervención militar unida fue la que en definitiva se concretó el 11 de septiembre de 1973.Después de días de alta tensión producto de las reuniones que había comenzado a sostener con políticos de la Unidad Popular buscando la necesaria tregua política y en paralelo enfrentando la insistencia del presidente Allende de volver a incorporar a las fuerzas armadas al gobierno, la mañana del 29 de junio de 1973 el general Carlos Prats no despertó al sonar el reloj despertador a las 06:30 de la mañana como era costumbre. En cambio, a las nueve de la mañana lo sacó de su profundo sueño el sonido del teléfono que tenía en su velador. Era el coronel Rigoberto Rubio quien lo llamaba para informarle que se había alzado el regimiento blindado N° 2 y que a esa hora atacaba el palacio de La Moneda con sus tanques. Esta acción fue la desorganizada expresión de un movimiento militar de dimensiones más grandes que había sido suspendido por ser descubierto por el servicio de inteligencia militar y que había costado la destitución del teniente coronel Roberto Souper, comandante del regimiento que salió de su cuartel para rodear y atacar La Moneda, en coordinación con el Frente Nacionalista Patria y Libertad, buscando la adhesión de otros regimientos y la ramificación del alzamiento hacia las otras ramas de las fuerzas armadas. Para sofocar este alzamiento Carlos Prats ordenó que el general Augusto Pinochet se mantuviera en contacto permanente con las guarniciones de provincias y en Santiago el general Mario Sepúlveda hiciera uso de regimientos de la capital y el general Guillermo Pickering, como comandante de institutos militares, de las escuelas. De esta forma Sepúlveda movilizó al regimiento de artillería N° 1 Tacna que estaba bajo el mando del coronel Joaquín Ramírez para rodear y tomar el cuartel del regimiento alzado y al regimiento de infantería N° 1 Buín, bajo las órdenes del coronel Felipe Geiger para que tomara posiciones en el lado norte de La Moneda. El general Pickering movilizó a la escuela de suboficiales cuyo director era el coronel Julio Canessa. Tanto el regimiento Tacna como esta escuela fueron visitadas por el general Prats. En el Tacna el coronel Ramírez informó al comandante en jefe del ejército que su unidad se disponía a cumplir las órdenes recibidas sin vacilaciones. Al llegar a la escuela de sub oficiales Prats encontró a los alumnos recibiendo municiones para salir hacia La Moneda, acción que era dirigida directamente por el coronel Canessa, pero la oficialidad de este instituto matriz se negaba a salir, argumentando no querer disparar en contra de sus camaradas del regimiento blindado. Finalmente, esta escuela marchó completa hacia el palacio de gobierno y acompañaron directamente al general Prats para dialogar y hacer deponer de su acción a las unidades blindadas, tomando contacto tanque a tanque, el sub director de la escuela de sub oficiales teniente coronel Osvaldo Hernández, el capitán Roger Vergara y el sargento primero Omar Vergara. A medio día terminó el alzamiento quedando como resultado una gran cantidad de muertos y heridos, civiles y militares. La cúpula de Patria y Libertad se asiló en la embajada de Ecuador en Santiago y en el ejército se inició una investigación a cargo del general César Raúl Benavides.
Si durante las trece publicaciones de este ciclo histórico, alguno de mis lectores se interesa en tener el libro Chile 1973; tanto para la edición en Chile como en España, pueden hacer llegar su consulta al correo electrónico ucarabantes@gmail.com
Los espero el próximo sábado 15 de julio con la cuarta publicación histórica, la que llevará por título Cincuenta Años: Tensiones y desconfianzas.