Por Tomas Jocelyn-Holt
Entre desmoralizado e indignado recibí este fallo a las 17:30 del viernes pasado. No quise reaccionar hasta leerlo y ordenarme mentalmente. Pero es ignominioso por 7 razones y quiero ponerlas por escrito (para que sirva a quién quiera leerlo y como referencia para el futuro. Quiero contextualizar el dilema jurídico y político del fallo por el caso Quemados.
1) 6 fallos distintos en 38 años (1988, 1991, 1994, 2019, 2022, 2024) está lejos de ser una larga búsqueda de justicia» , sino de cómo grupos han pretendido usar al Poder judicial políticamente para mantener heridas abiertas y usarlas como recurso de poder. No existe otro caso parecido. Si algo demuestra lo anterior es cómo el Poder Judicial chileno no sabe cómo tratar este caso y cómo se ha prestado para la presión de grupos que lo quieren usar para otros fines. De otro modo, hubieran valorado el esfuerzo de jueces como Alberto Echavarría Lorca, Alberto Chaigneau, Adolfo Bañados, Mario Garrido Montt, Eleodoro Ortiz y Eugenio Velasco. Hubieran sido 6 fallos acumulativos y no contradictorios. Y si tanta disputa hubiera habido sobre los hechos, es curioso que el caso nunca tuvo más que una sola reconstitución de escena en 1986. Ni Carroza lo hizo, ni la CA, ni nadie después del 2015.
2) La Suprema se dispara al pie al echarse la cosa juzgada en democracia como hace. Lo hace por arriba y por debajo. Abre la posibilidad que tribunales inferiores revoquen sus fallos y le entrega a la CIDH garantías de que podrá hacerlo en la causa que sea.
Esto es una pretensión de grupos desde el 2019, cuando Lamberto Cisternas era vocero de la Suprema con el caso Norin Catrimán y, como toda moda judicial, seguirá el ciclo político. Hoy ese ciclo recela de dar competencia a tribunales extranjeros y mientras más la Suprema juegue ese juego, más estará animando el péndulo en Chile hacia un radicalismo anti-onunista y anti- multilateralista y sus instituciones. Fue una de las razones de porque #AFavor perdió el 17 de diciembre y Rechazo de salida se impuso el 4 de septiembre de 2022. Los grupos que buscan esta jurisdicción universal hoy no cuentan con la legitimidad política para forzar fallos como éste y la Suprema pondera mal el ciclo de opinión pública dominante. Termina poniendo en jaque lo que intenta vender.
La manera cómo el fallo hace copy-paste de los casos de la CIDH el año 1988, el de Carpio Nicolle y otros vs Guatemala’04, el de Almonacid Arellano vs Chile’06 y el de Norin Catrimán y otros vs Chile’14, demuestra una mediocridad judicial grosera para resolver un caso con 6 mil fojas y de la complejidad como éste (y que merecía otro trato y consideración).
Yo quiero ver cómo reacciona ese poder judicial cuando el clima local exprese presiones por denegación de justicia, al haber endosado su responsabilidad (en el caso que sea) a entes extranjeros sin legitimidad democrática. Será tan severo como el desprestigio por cómo esos jueces ignoraron los recursos de amparo en dictadura.
Los jueces chilenos siguen modas y nunca asimilan cuando se les vuelven en contra. Jubilan y sienten que mueren validados. Muy por el contrario, acaba de morir Ricardo Gálvez y nadie lo va echar de menos. Tampoco nadie a Brito o a Dahm. Nuestra Suprema no tiene penalistas destacados en la 2a sala (desde la muerte de Cury y la jubilación de Kunstemüller) como para que alguien eche de menos al resto o se tranquilice con los que quedan o los reemplacen.
3) El caso Quemados se reabrió el 2015 con el mérito de declaraciones de 2 conscriptos, que nunca se le permitió a Julio Castañer poder cuestionar y que termino animando reportajes por un grosero montaje de Chilevisión Noticias.
Que la Suprema se corra de ese tema olímpicamente, validando el que la Corte de apelaciones se haya hecho la lesa para fallar (como hizo el 2022), hiere este fallo por prevaricar (se dio por recibida de una declaración que tendría en cuenta al momento de la vista de la causa, cosa que nunca la tuvo por tal, ni dio razones de que porque la descartó). Los jueces chilenos se creen pillos despachando cuestiones de fondo con un alegato cínico y ahora debemos desayunarnos que la nueva ministra María Teresa Letelier se siente depositaria, en la 2asala, de esa arrogancia y cinismo corporativo.
4) Nunca se le permitió a Julio Castañer demostrar su inocencia y eso que, no solo a pesar que 3 fallos lo tuvieron por tal, sino que nunca fue incriminado ni por Rodrigo Rojas ni por Carmen Gloria Quintana. Está siendo condenado sin ser incriminado NUNCA por las víctimas. Ni siquiera x el tercer detenido ese día, el cuñado de Carmen Gloria Quintana, Luis Alberto Fuentes Marín (y que fue liberado). Impresionante ésto.
Que la Suprema se preste para grupos decididos a condenar a un inocente y después alegue que no puede discutir cómo un fallo de la CA pondera su culpabilidad, es no entender los únicos 2 temas que tenía la Suprema entremanos (la cosa juzgada y el montaje para incriminar a quién nadie tuvo por culpable).
Que además lo haga para validar como el Poder Judicial pasa, en 38 años, de declarar inocente a Julio Castañer, para después condenarlo a 10 y después 20 años, es grosero y olímpico.
¿Sin permitirle controvertirlo y sin que un tribunal de cuenta razonada de como procesa ese alegato? ¿Sin que se tenga por abuso, merecedor de casación, que no dé razón de cómo llega a esa conclusión y la Suprema lo encuentre de lo más normal? Es denegación de justicia y daba para acoger la casación. También demuestra cómo este fallo es una construcción para establecer una ficción y tenerla como verdad judicial. No tiene cómo funcionar, a la larga.
5) La soltura por cómo la Suprema califica delitos de lesa humanidad, para evadir las prescripciones, atenuantes y para olímpicamente dictar sentencia de reemplazo a unos y no a otros. En el fondo, la Suprema en 80 páginas, tomó la decisión de liberar a los conscriptos de tener que cumplir cárcel (incluso del conscripto que se declaró culpable, el 2015, de haber incendiado a Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas y al que solo se le tiene finalmente por cómplice) e imponer la cárcel efectiva solo a los oficiales (hayan participado o no y por responsabilidad de mando ¿dónde quedó el derecho penal de autor?).
Sin entrar en detalle, todos los considerandos de María Teresa Letelier dedicados a la cosa juzgada y delitos de lesa humanidad son copy-paste de otros fallos, tratando con ello de petrificar una jurisprudencia y doctrina y que solo demuestra la flojera y mediocridad judicial chilena para ser merecedora de mayor arbitrio y consideración.
Un homicidio calificado en dictadura no es delito de lesa humanidad per se, por mucho que haya sido uno de los delitos de mayor connotación bajo el régimen militar. No basta novelar los delitos de lesa humanidad , sin que nadie pruebe, en el caso concreto, la asociación ilícita para delinquir (como fue la DINA o el caso Degollados) o probar que el delito se cometió como parte un plan sistemático (y por mucho que Joaquín Perera del Ministerio del Interior lo intentó en sus alegatos y Nelson Caucoto también lo intentó al cuestionar al juez militar. Pero curiosamente, el fallo de María Teresa Letelier no se hizo eco ni de Caucoto ni de Perera y solo se remitió a la CA para validar su ponderación y hacerla suya).
Si algo le pasó a la Corte Suprema el ’94 (cuando vio este caso en democracia), fue que no hubo cómo sacarle al mismo que reprochar el tremendo abuso de gente culpable, pero que opero sin concierto previo y pasionalmente. No hubo más que exprimirle al caso y un delito no es de lesa humanidad solo por la frustración de grupos políticos que no se conforman con esa conclusión.
La Suprema juega a la galería… (una galería cada vez más aislada y minoritaria). Por algo este fallo no tiene las repercusiones internacionales e internas que sus agitadores creen ver en él y con el tiempo desprestigiará a los ministros que lo suscribieron. La falta de carácter y mediocridad es grosera y solo se hará más evidente cuánto más se resienta tener a un inocente preso por 20 años, creyendo que un escarnio semejante pueda ser popular. Julio Castañer no es Mauricio Hernández Norambuena, ni Álvaro Corbalán o Krassnoff. Tampoco se va a suicidar como Odlanier Mena o arrancar como Galvarino Apablaza. Va a quedar ahí como símbolo de un abuso judicial.
6) Queda por descifrar los grupos que han presionado para dictar este fallo y sus efectos (y es inevitable que el Poder Judicial se exponga, al encarcelar a un inocente por 20 años, para que se pudra y muera en la cárcel, como si nadie se sentirá incómodo con ello).
Queda por descifrar cómo Mario Carroza usó este caso para llegar a la Suprema. Cómo la masonería y una trenza judicial lo usó cómo una muestra de su poder.
Cómo abogados pendejos de DDHH (que no tienen historia ni testimonio de la época, cuando se produjeron estos abusos) han pretendido ensayar sus teorías para lograr validar lo que sientan que sus antecesores no fueron capaces de hacer y creer que ganan un testimonio sobre sus mentores así (Joaquín Perera del Ministerio Interior sintió el deber de hacer un besamanos a Jorge Dahm al jubilar, hace pocos días, para refregarle su vasallaje a él y a Brito y exhibir el desprestigio que tiene la 2asala de la Suprema hace rato con una casación que estaba pendiente dar a conocer su fallo). Tampoco estos abogados pendejos dimensionan cómo desprestigian a los jueces y abogados que les tocó enfrentar el caso apenas se produjo y en los años siguientes.
También cómo una trenza de izquierda ha tratado de venderle a los gringos y a la embajada de los Estados Unidos que No hay 5 de octubre sin Barnes.. No hay Barnes sin caso Quemados.. No hay agenda US-Chile sin escalar las condenas del caso Quemados y no hay agenda US-Chile sin supeditar ese Poder Judicial al CIDH» .
7) Difícil será vender como una verdad judicial con 6 fallos diferentes. Menos creer que es la última palabra de nada. Una cosa es joderle la vida a alguien, encarcelar y victimizar a otro tenido por inocente y querido por muchos. Otra muy diferente es creer que no tendrá efectos perversos.
Hay mucha gente de derecha que quiere ver a Julio Castañer preso, porque tontamente creen que su inmolación ayudará la causa de los demás encarcelados por causas de DDHH (algo parecido a Cheyre, aunque la Suprema no se atrevió a encarcelarlo). Lleva el tema a la esfera política, como si siempre no hubiera estado ahí. Por suerte, Julio Castañer nunca se prestó a eso.
Ahora Julio Castañer pasa a ser la prenda de un debate perverso que debilitará la manera cómo la Suprema usó los #50años para hacer marketing de otra cara de la justicia chilena, tratando todos estos casos como un bulto y negándose a verlos en su mérito (solo lo hizo con el caso Frei y se asustó), algo ya cuestionado por Observatorio Judicial .
En un momento en que Celestino Córdoba sale libre y se instala a vivir vecino a la familia que debe sufrir, por partida doble, la calcinación despiadada a sus padres y cómo se ríe de ellos por su impunidad. En el mismo momento que conocemos el asesinato de otra pareja de adultos mayores en Angol. En el mismo instante en que indultados por Gabriel Boric vuelven a delinquir y debemos ver cómo se les entregan pensiones de gracia a homicidas y otros condenados (y se buscan excusas para que no se puedan revocar y hacer el abuso irreversible). En un momento que los protagonistas del caso Convenios se declaran presos políticos y avisan que no caerán solos. En un momento en que un jefe policial politiza su formalización, como si fuéramos un país bananero, secuestra a Carabineros de Chile para su defensa personal y la anula para enfrentar la crisis de orden y seguridad en el país. Es grosero y esta Suprema no dimensiona su frivolidad y la relación con el contexto en que se da.
La injusticia y desamparo que este desequilibrio muestra solo se vuelve en contra de las camarillas que hoy tienen a la Suprema con Sergio Muñoz blindando a su hija de reclamos en el desempeño ministerial (al punto de desafiar al Tribunal Constitucional); a otros jueces capturados por el crimen organizado; y tienen la peregrina pretensión que el país se mantendrá pasivo mientras ese poder judicial busca legislar en temas como ISAPRES (al punto de hacerlas quebrar y dejar en el más soberano ridículo a Ángela Vivanco en la pasada, mientras Andrea Muñoz exige que le tengan conmiseración por ser mujer), exige mayor arbitrio judicial y endosa el remanente a tribunales internacionales que no tienen legitimidad democrática.
El forro de eso solo describe el problema del próximo gobierno y su relación con ese Poder Judicial. Va a ser un problema y al que le toque, deberá tener el temple de resolverlo y enfrentar a esos jueces venales y prevaricadores. No le será fácil al próximo presidente y tendrá un problema severo con la Corte Suprema por ello, pero es temerario creer que Chile será una excepción a la disputa que ya gobiernos tienen con sus poderes judiciales así (vean Hungría, Polonia, Israel y la disputa por su ley de razonabilidad, Brasil, el Reino Unido con la Corte Europea de DDHH o España con su Tribunal Constitucional y el conflicto catalán, solo por mencionar democracias. Argentina viene pronto). Este Poder judicial no dimensiona el tema (y eso que ya debió soportar una acusación constitucional el 2020 contra Silvana Donoso por cómo los jueces manejaron tontamente y al bulto las excarcelaciones que se les confió con la reforma de Sebastián Piñera 1.0. 2 mil excarcelados de un golpe en el segundo gobierno de Bachelet por jueces que no entendieron que su responsabilidad era caso a caso. 2 penales completos ¿y el poder judicial creyó que nadie iba a reclamar?).
Los jueces chilenos despiertan desprecio y odio en la gente y por una variedad de razones. Se la tienen merecida. Pero la principal es porque se sienten inmunes, se esconden detrás de una manada y cultura burocrática y no dimensionan el impacto de su desprestigio, ni menos cómo sus afanes por compensarlo solo los hunden más. Yo, no solo, no culpo a la gente por ese sentimiento.
No soy responsable de ello y solo me angustia tener que hacerme responsable por buscar maneras de resolver algo que estos jueces han hecho oídos sordos cuando se les ha advertido. Son responsables de la anomia del Estado, del desamparo y sentimiento de impunidad en Chile y la factura no es chica.
Tengo una formación cristiana y, todos los días, me hace fuerza el impacto de la crucifixión de un inocente por un proceso injusto y como el cristianismo ha pasado riéndose del episodio por dos mil años. Así que si alguien cree que va a poder vender este fallo como la última palabra o la verdad judicial de un caso que este Poder Judicial no ha sabido manejar, se pueden quedar sentados esperando.