Christian Guzmán Verdugo
Subdirector Nacional de Formación e Identidad Santo Tomás
Nos vamos acercando un año más a la conmemoración de la pasión, muerte y Resurrección de Jesús, Cristo, el Señor. Estas son fechas que el mundo cristiano celebra en distintas partes del mundo y en Chile no somos ajenos a este momento donde celebramos la fe como una manera de ser consecuentes con la relación con Dios. Ahora bien: ¿En qué contexto celebraremos esta Semana Santa 2024?
Si miramos la realidad mundial y nacional, nos daremos cuenta de que probablemente el sentimiento es de un Viernes Santo que necesita el Domingo de Resurrección. En África más profunda el hambre sigue causando la muerte de tantas personas; en Medio Oriente no se logra detener la masacre humanitaria que sufre Palestina; se recuerda el aniversario de la invasión rusa a Ucrania: ¿Cómo podemos naturalizar del inicio de una guerra fratricida?
En el plano local, el sentimiento de inseguridad y de temor se van apoderando de nuestras relaciones, de nuestra realidad, de nuestra cultura. Día a día las noticias se van superando en su gravedad e impacto, desde asesinatos, secuestros, mutilaciones. Por otra parte, la corrupción se ha venido a apoderar de algunos espacios públicos y privados en donde nuevamente el poder de unos se impone a carcajadas ante la necesidad de los otros.
Esto nos hace pensar en experimentar las sensaciones de un viernes Santo, pero como la muerte y la maldad no tienen, no han tenido ni tendrán la última palabra, me pregunto: ¿Qué podemos hacer por un mundo y un país mejor las personas que celebramos la Resurrección y la vida que trae Jesús?
En términos sencillos, podemos dar testimonio de lo celebrado, o sea ser signos y portadores de vida en los espacios de muerte. Esto significa animar la vida, conciliar las relaciones, buscar caminos de solución a las problemáticas, aportar desde lo que soy y tengo a una vida más fraterna, más plena, más feliz; que no se pierde del elemento central por el cual Jesús murió, que es la vida plena del ser humano y su dignidad. Todo lo que atente contra la dignidad del ser humano, todo lo que dañe desde lo más mínimo a lo más grande esa dignidad, esa vida, no pertenece al querer de Dios. Lo celebrado tendrá sentido cuando sirva como fundamento para ofrecer la propia vida al beneficio de otros y de otras y así rezar junto al salmista: “Tu Gloria, Señor, es la vida de las personas y esas personas puestas en pie son tu alabanza.”