Alicia Mondaca Rivera
Desde el punto de vista literario, estos artículos están compuestos de ricas imágenes poéticas que revelan de quién es la autoría y construyen una atmósfera que permite revivir los acontecimientos históricos, convirtiéndonos en fidedignos testigos y protagonistas, involucrándonos desde la razón y la emoción: “Cuando los hijos de la Independencia de Chile se volvieron chapetones y dejaron la revolución por la comodidad cenicienta del centralismo, los promeseros de La Candelaria se levantaron con la bandera azul: Pedro León Gallo, Pedro Pablo Muñoz, Manuel Antonio Matta y miles más, como piedras fecundas: echaron a andar nuevas y distintas propuestas, que siguen y seguirán apareciendo, así nuevas nubes en el cielo… (pág. 11)”.
Estos preciados artículos, acuñan la presencia femenina en el albor de las luchas, en la contingencia diaria, señalando sus aportes en las huellas de la memoria, por nombrar algunas: Candelaria Goyenechea, Hortensia Bustamante, Filomena Valenzuela, Teresa Gallo de Guevara, Delfina Hidalgo etcétera.
Otro de los varios aspectos a considerar acerca del libro, está en la apuesta por una visión distinta sobre la designación “Diaguita” para nuestro pueblo originario, que seguramente dará que hablar.
Lo importante es que, en su totalidad, enarbola la trascendencia del Norte, Coquimbo y Atacama, reconociendo su grandeza identitaria tantas veces invisibilizada por el centralismo. Es un texto que sostiene nuestro lugar en el mundo, que se construye con un relato histórico único, colectivo, que rinde merecido homenaje a hombres y mujeres, los cuales dieron su vida por un mundo mejor.
Desearía que nos detuviésemos a reflexionar el modo en que la poesía a contribuido con su influjo a expresar el alma de los grandes movimientos sociales. Me remito al capítulo: “CUATRO POETAS DE LA REVOLUCIÓN CONSTITUYENTE”, los cuales fueron parte nuclear en la revolución:
Pedro León Gallo, distinguido por la escritura de sonetos. Dice en el primer cuarteto del texto dedicado a Camilo Henríquez: “Corazón de volcán, genio profundo/ de libertad y de fe, noble patrono;/ tú unir supiste, de Jesús al trono/ la ley de la razón que eleva al mundo”.
Ramón Arancibia Contreras, quien legó la pieza más sublime del patrimonio de Atacama: “La Constituyente”, cuya estructura literaria es semejante al Himno Nacional de Chile.
Ramón Luis Escuti Orrego escribió en sus dos diarios: El Constituyente y El Atacameño. Entre algunas de sus obras está: Canto a la naturaleza. En 1887 es ganador del concurso que financiara el filántropo Federico Varela con el texto: Canto épico a las glorias de Chile.
Policarpo Munizaga Varela en su texto —que es una joya—, llamado: La Serena en la noche después de la Batalla del Cerro Grande, recuperado por el historiador Osven Olivares Castro. A través de la excelsa musicalidad de estos versos, podemos respirar, sostenernos en el momento, interiorizarnos en los sentimientos del pueblo posterior a la derrota de Cerro Grande.
En este libro vuelve a resonar el eco de la arenga de Pedro León Gallo: “No temáis…así como en derredor del sol se apuñan las nubes en un día de borrasca… la historia inmortalizará nuestras hazañas en sus páginas”. En sus páginas, volvemos a escuchar el himno de la Revolución Constituyente de Ramón Arancibia: Himno de Justicia y Libertad.
Se desplegarán todos estos hechos históricos como un fractal de esperanza y desafío de reconocernos como Norte Infinito. Cito del texto: “…es la perspectiva de vivir en equilibrio, preocupados del medio ambiente; crecer sin destruir la naturaleza. Vivir en paz y armonía. Vivir en la madre tierra. Vivir en la perspectiva matriarcal (pág. 10)”.
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