Samuel Fernández Illanes
Ex Embajador y académico Universidad Central
Las recientes declaraciones del Presidente Milei han sorprendido, centradas en tres materias: Una base naval conjunta con Estados Unidos en Ushuaia; un respaldo a la reclamación antártica como “puerta de acceso”; y “el primer paso para empezar a pensar, por vía diplomática, la recuperación de las islas Malvinas”. Tres definiciones de política exterior. Pueden obedecer al poco novedoso recurso propagandístico de un gobierno, apelando a nacionalismos. Sin embargo, nunca son anodinas para terceros países, y menos para Chile.
Sobre la base conjunta programada, corresponderá clarificar su alcance y fines, de cooperación, científica, militar, inteligencia, u otro, y fundamentalmente, si tendrá propósitos ofensivos o defensivos. Hay consecuencias para Chile, y las vías marítimas del sur: Canal de Beagle, Estrecho de Magallanes y paso Drake desde el Cabo de Hornos. Podrían alterar su naturaleza acordada en el Tratado de Paz y Amistad (1984); Tratado de 1881 y el régimen del estrecho de Magallanes controlado por Chile, asegurado al libre tránsito de todas las naciones, o las delimitaciones vigentes. Asimismo, con impacto regional.
En la Antártica compartimos en el Territorio Antártico chileno (meridianos 90º a 53º), la reclamación de Argentina y de Gran Bretaña. El Tratado (1959) que creó el sistema, las congeló, y prorrogó al 2048, en que un estado parte podría solicitar su revisión.
Malvinas, es un asunto bilateral con Gran Bretaña. Chile apoya a Argentina en la ONU. Por haber normas vigentes aplicables, Chile ha evitado confrontaciones, aunque siga muy atentamente su desarrollo, para que no nos perjudique y se creen conflictos.