Rodrigo Vera Angulo
Académico Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello, Concepción
La desindustrialización nacional es un proceso ocupacional condicionado por el ajuste del capital Global, donde entran en contradicción las necesidades locales de las personas y las de la industria internacional. Esta situación trae consigo incertidumbre en los trabajadores, trabajadoras y sus familias. Pues es sabido que el empleo y sus condiciones materiales son elementos básicos de la reproducción de la sociedad y la calidad de vida de sus habitantes.
El caso de la industria siderúrgica de Huachipato es una muestra de ello, si bien lleva construyendo historia y progreso social desde mediados del siglo XX; actualmente, en términos económicos, se encuentra en detrimento ante la producción internacional. Sin embargo, sólo mencionar los desequilibrios monetarios de la contingencia es invisibilizar el principal de los detrimentos; el sufrimiento psicosocial de las personas involucradas. De ahí surge la pregunta,
¿Cómo se están construyendo las soluciones con centralidad en la salud mental de los trabajadores afectados?
Este caso expuesto es una oportunidad para hablar de la relación entre el empleo y la salud mental. Asunto de preocupación internacional, ya que, según investigaciones internacionales, se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, lo que cuesta a la economía mundial casi un billón de dólares.
Pero ¿qué ocurre en la pérdida de empleo?, situación que se convierte en un factor que pone en riesgo la salud mental de los trabajadores; que, según estimaciones, a nivel global hay un aumento, pues cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), muestran que en 2024 se espera que dos millones de trabajadores más busquen empleo, lo que elevaría la tasa de desempleo mundial del 5,1% en 2023 al 5,2% en el presente.
Este escenario impactaría socialmente la salud mental de una parte de la población nacional, pues se ha demostrado que la pérdida de trabajo y condiciones socioeconómicas puede provocar efectos psicosociales en las personas y sus familias, posibilitando problemas como la depresión y adicciones.
Ante este escenario, la Organización Mundial de Salud (OMS) ha realizado un trabajo conjunto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT) haciendo un llamado a la comunidad Global para adoptar medidas que permitan proteger la salud mental de los trabajadores y las trabajadoras.
En el campo de la Terapia Ocupacional con enfoque social y de derechos humanos, el trabajo es una ocupación humana esencial en la construcción de la vida cotidiana de personas, familias y comunidades. Actividad que debiera ser desarrollada en condiciones justas y protectoras de la salud mental y bienestar de la población.
Entonces, ¿es posible colocar en el centro de la crisis de Huachipato, la salud mental de los trabajadores? Por supuesto que sí, inclusive no como un asunto técnico, sino que principalmente como uno ético; lo que exige una actuación intersectorial democrática entre el gobierno y sistema político, el sector empresarial y los representantes de trabajadores. Porque construir una sociedad solidaria ante estos eventos, en tiempos atomistas, es una oportunidad para la sociedad de construir una justicia ocupacional que proteja la salud mental de esta población.