- Cientos de personas viajaron desde Atacama para asistir a la misa en la Catedral de La Serena.
Emoción es la palabra que mejor describe lo que sintieron las cientos de personas de la diócesis de Copiapó, que el pasado sábado 15 de junio acompañaron a Monseñor Enrique Balzán en su ordenación episcopal, en la catedral de La Serena.
Fueron comunidades que se organizaron para trasladarse a la capital de la región de Coquimbo, desafiando los pronósticos de lluvia y frío, para expresar su cariño al padre Enrique y su gratitud por su nombramiento como obispo auxiliar de La Serena, a pesar de la tristeza de dejarlo partir a este nuevo servicio.
Hubo familias que partieron el día anterior, y otras que se levantaron muy de madrugada para llegar a la misa de ordenación episcopal, -desde lugares tan distantes como Chañaral, El Salvador, Caldera, Diego de Almagro, Copiapó y Vallenar- misa que fue presidida por el arzobispo de La Serena, Mons. René Rebolledo, y que tuvo como obispos coordenantes al obispo de Copiapó, Mons. Ricardo Morales, y al obispo auxiliar de Malta, Mons. Joseph Galea Curmi.
En el centenario templo catedral de La Serena había espacios designados para la diócesis de Copiapó, en un esfuerzo de la organización para que quienes viajaron tantas horas pudieran vivir la misa de la mejor manera. También hubo un espacio para las religiosas y diáconos de la diócesis. Así también los sacerdotes del presbiterio de Copiapó pudieron concelebrar.
Luego de la liturgia de la Palabra tuvo lugar el rito de ordenación, con un emocionado padre Enrique, de rodillas para sus promesas de ordenación, y luego postrado sobre el suelo, mientras se rezaban las letanías. El momento continuó con la imposición de las manos y la plegaria de ordenación. Tras esto, se ungió al nuevo obispo con el Santo Crisma y se le hizo entrega de los Evangelios, el anillo y la mitra. El báculo fue entregado por el p. Francisco Javier Medina, rector del Santuario de La Candelaria, representando al presbiterio de la diócesis de Copiapó.
Al final de la misa, Mons. Balzán expresó su gratitud al Señor, a la Iglesia, al Nuncio apostólico, a los obispos don Ricardo y don René, y a todos los que acompañaron su servicio como sacerdote, a las comunidades de las parroquias donde ha servido en Atacama, a la Iglesia de Malta, e hizo un emocionado recuerdo de su familia, especialmente sus padres, José y María, ambos ya fallecidos. Concluyó: “Como siempre digo, no me pongan en un pedestal, pónganme en sus oraciones”.
Después de la celebración eucarística hubo una recepción en el patio del arzobispado, donde las personas pudieron compartir con don Enrique, quien recibió innumerables muestras de cariño de quienes viajaron tantas horas para rezar al Señor por su servicio episcopal en tierras serenenses.