En el ámbito educativo, es crucial que los educadores centremos nuestra atención en el potencial de aprendizaje de cada estudiante, una idea que cobra vida a través de la teoría de la Modificabilidad Cognitiva Estructural (MCE) del profesor Reuven Feuerstein.
Esta perspectiva no solo transforma nuestra visión del aprendizaje, sino que también redefine el papel del educador como mediador. La MCE sostiene que las capacidades cognitivas no son estáticas, sino que pueden ser modificadas a lo largo de toda la vida a través de experiencias adecuadas y una mediación intencional (Feuerstein, Feuerstein, Falik, & Rand, 2010).
Feuerstein argumenta que todos las personas poseemos un potencial de aprendizaje que puede ser activado mediante una intervención/mediación adecuada. La MCE postula que el cerebro es plástico y que su estructura cognitiva puede ser modificada significativamente mediante Experiencias de Aprendizaje Mediadas (Feuerstein et al., 2010). Este enfoque contrasta con teorías que consideran las capacidades cognitivas como fijas y predeterminadas.
Es importante reconocer que educador no es un simple transmisor de conocimiento, sino un mediador que facilita la transformación cognitiva del/la estudiante. Este rol implica identificar las necesidades individuales y proporcionar las herramientas necesarias para que cada estudiante pueda alcanzar su máximo potencial. Según Feuerstein (1990), el mediador debe enfocar sus esfuerzos en tres parámetros clave: intencionalidad y reciprocidad, trascendencia, y significado. Estos parámetros aseguran que las interacciones educativas sean significativas y estén orientadas a desarrollar habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas.
La teoría de Feuerstein ha encontrado apoyo en investigaciones contemporáneas sobre la neuroplasticidad, que demuestran cómo el cerebro puede cambiar y adaptarse en respuesta a nuevas experiencias y aprendizajes (Doidge, 2007). Estudios recientes en neurociencia cognitiva han reafirmado que la intervención educativa adecuada puede producir cambios significativos en la estructura y función cerebral, respaldando así la idea de la modificabilidad cognitiva (Sousa, 2016).
Enfocar la atención en el potencial de aprendizaje implica adoptar una visión optimista y proactiva sobre las capacidades de todos nuestros estudiantes. Esto no solo eleva las expectativas, sino que también fomenta un ambiente de aprendizaje más inclusivo y equitativo.
La idea de que todos los estudiantes tienen un potencial oculto que puede ser desarrollado mediante una mediación adecuada resulta profundamente inspiradora, esta visión no solo transforma la forma de enseñanza, sino que también enriquece la práctica diaria al recordar constantemente el impacto positivo que una mediación efectiva puede tener en el aprendizaje y el desarrollo integral de los y las estudiantes.
Esta mirada nos ofrece un marco valioso para entender cómo podemos fomentar el desarrollo cognitivo de todos los y las estudiantes. Al actuar como mediadores, los educadores jugamos un papel fundamental en este proceso, transformando el potencial de aprendizaje en realidades concretas y significativas. Este enfoque no solo beneficia a los estudiantes, sino que también enriquece la práctica educativa, promoviendo una cultura más inclusiva.