César Bravo Carrera
Prefecto ® PDI
La IA, en su forma más básica, es la capacidad de una máquina de imitar la mente humana en un campo informático. Esta tecnología tiene la habilidad de realizar tareas que requieren inteligencia humana: puede reconocer objetos, rostros, sonidos, colores, y concentrarse en tareas específicas con una precisión extraordinaria.
Pero eso no es todo. La IA puede almacenar recuerdos, recuperar información, razonar, analizar datos, llegar a conclusiones lógicas, resolver problemas y tomar decisiones. No se queda solo en la ejecución de comandos básicos; comprende el lenguaje, puede leer, escribir, conversar y aprender de sus experiencias. Incluso puede procesar y gestionar emociones, las cuales son esenciales para el comportamiento humano. Es innegable: hemos creado una tecnología que, en muchos aspectos, supera nuestras propias capacidades.
Sin embargo, este impresionante avance viene acompañado de serios riesgos. Estamos acercándonos rápidamente a un escenario en el que la IA podría reemplazar al ser humano en una amplia gama de tareas. En Chile, por ejemplo, ya se ha demostrado que el vocabulario promedio de los chilenos es considerablemente más limitado que el de algunas IA. La tecnología ha alcanzado un nivel tal que parece pensar por sí misma, lo que plantea una pregunta inquietante: ¿qué sucedería si la IA escapara de nuestro control?
El potencial de la IA es asombroso, pero también aterrador. Si un líder mundial, como Kim Jong-Un, obtuviera acceso a una IA lo suficientemente avanzada y le confiara el control de armas nucleares, podríamos enfrentar una amenaza existencial. Imaginen un ataque nuclear automatizado contra Corea del Sur, Estados Unidos, o cualquier otro país que no se alinee con la política de Corea del Norte. La IA, con su capacidad de decisión autónoma, podría desencadenar eventos catastróficos sin que el ser humano tenga oportunidad de detenerlos.
Más allá de los escenarios apocalípticos, la IA ya está transformando el mercado laboral de manera irreversible. En un futuro no muy lejano, millones de trabajos podrían ser reemplazados por máquinas inteligentes. En la medicina, la IA ya puede hacer diagnósticos tempranos de enfermedades graves, ofreciendo tratamientos personalizados y recomendaciones de medicamentos con una precisión inigualable. Las cirugías robóticas están en pleno auge, monitoreando pacientes y ejecutando procedimientos con mayor exactitud que los humanos. ¿Qué significa esto para los médicos? ¿O para los abogados, profesores, periodistas, psicólogos, y tantos otros profesionales?
Los abogados, por ejemplo, podrían ser sustituidos por IA que asesoran en materias jurídicas complejas. Los periodistas, ante la capacidad de la IA para generar, analizar y redactar contenido, también podrían ver sus trabajos en peligro. Incluso los profesores, quienes tradicionalmente han sido pilares en la formación de las futuras generaciones, podrían ser desplazados por sistemas de enseñanza personalizados basados en IA.
La IA también está afectando sectores más creativos. Puede componer música, escribir literatura y producir obras de arte, lo que amenaza a músicos, escritores y artistas. ¿Estamos a punto de despedirnos de profesiones que durante siglos han definido la humanidad? Si dejamos que la IA tome el control de estas áreas, ¿qué nos queda?
Además, en las ciudades, la IA ya está revolucionando la forma en que gestionamos la seguridad y el tránsito, con sistemas de tráfico inteligente. En los supermercados, bancos, centros comerciales, y más, las máquinas están reemplazando a los cajeros, vendedores, contadores y obreros especializados. Esta realidad no es algo de ciencia ficción; es un fenómeno que ya está ocurriendo.
Con estos cambios, surge una pregunta inevitable: ¿cómo hemos permitido que una tecnología tan poderosa y, en muchos casos, destructiva, avance sin las regulaciones necesarias? Si no tomamos medidas, podríamos estar encaminándonos hacia un futuro en el que la IA no solo domine nuestras tareas, sino también nuestras decisiones.
El futuro con la IA promete avances sorprendentes, pero también plantea serias inquietudes sobre el lugar del ser humano en ese nuevo mundo. Las películas de ciencia ficción que alguna vez parecían exageradas hoy parecen predecir un futuro inquietantemente cercano. Es urgente que se implementen controles regulatorios adecuados para garantizar que esta tecnología, que tiene el poder de mejorar y simplificar nuestras vidas, no se convierta en la herramienta que nos subyugue o, peor aún, nos destruya.
La inteligencia artificial es un arma de doble filo. Puede traer consigo un progreso sin precedentes, pero si no actuamos con responsabilidad, las consecuencias podrían ser catastróficas. La cuestión ya no es si la IA cambiará el mundo; la pregunta es cómo gestionaremos ese cambio para que no sea a costa de nuestra propia supervivencia.