Alan Sepúlveda Rodríguez – Académico Administración Pública de la Universidad Central Región de Coquimbo.
El reciente proceso electoral en Chile marcó un hito por dos razones fundamentales: el retorno del voto obligatorio y la realización de comicios en dos días consecutivos. Estas medidas, orientadas a incrementar la participación ciudadana y optimizar la eficiencia del proceso electoral, elevaron la participación al 83%, cifra notablemente superior al 43% registrado en las municipales de 2021. Sin embargo, el alto porcentaje de votos nulos y blancos, cercano al 18%, evidencia una persistente insatisfacción y desafección política entre los electores.
El desempeño del Servicio Electoral (Servel) fue crucial para el éxito del proceso. Pese a pequeños contratiempos técnicos que retrasaron la divulgación de resultados en un momento crítico, la solidez de la institucionalidad electoral chilena quedó de manifiesto. El Servel demostró capacidad de respuesta efectiva, garantizando transparencia y confiabilidad mediante canales alternativos de comunicación, evitando que las fallas técnicas entorpecieran el acceso a la información.
Este escenario sienta un precedente significativo para futuras reformas del sistema electoral chileno. La experiencia del voto obligatorio y el voto en dos días será sin duda objeto de análisis en los próximos meses, en términos de eficiencia y su impacto en la legitimidad democrática.
En la Región de Coquimbo, se confirmó una predecible segunda vuelta en la elección de gobernadores. Los candidatos más fuertes de los principales bloques políticos se enfrentarán en una contienda que dependerá de su habilidad para forjar alianzas y captar el apoyo de los votantes huérfanos. Un factor clave será si la derecha logra levantar una narrativa que enmarque esta segunda vuelta como un plebiscito sobre la gestión del gobierno, lo que podría inclinar la balanza a su favor.
En el ámbito municipal, La Serena experimentó un cambio político significativo, con la derecha asumiendo el control tras años de hegemonía de centroizquierda, influenciado por el desgaste de sus representantes y controversias como la destitución del exalcalde Jacob. Por el contrario, en Coquimbo, Ali Manouchehri fue reelecto con amplia mayoría, consolidándose como una figura local fuerte y superando ampliamente a sus oponentes.
A nivel nacional, como se preveía a partir de los desastrosos resultados que tuvo en 2021, la derecha tradicional recuperó terreno, aumentando su número de alcaldías en 34 y recuperando comunas simbólicas como Santiago y Ñuñoa, lo que fortalece sus perspectivas para las elecciones presidenciales de 2025. Aunque el oficialismo sufrió una pérdida de 40 alcaldías, este retroceso era esperado, pues las elecciones intermedias suelen castigar a los partidos en el poder.
El Partido Republicano, por su parte, logró sus primeras alcaldías, pero su avance no fue tan significativo como se anticipaba, lo que podría limitar las aspiraciones presidenciales de José Antonio Kast. En contraste, Evelyn Matthei emerge como la principal figura de la derecha, fortalecida tras los resultados en Providencia y Santiago, aunque su liderazgo podría ser desafiado por Rodolfo Carter, quien también aseguró la victoria de su candidato de continuidad.
En términos de proyección presidencial, también es relevante el caso de Tomás Vodanovic, quien fue reelecto en Maipú con un amplio margen de votación. Este triunfo lo coloca en una posición clave para el futuro, aunque aún es incierto si será la carta del oficialismo para 2025 o si se guardará para ciclos electorales más favorables, como 2030.
En resumen, estas elecciones reflejan un ajuste de fuerzas políticas en Chile. La derecha ha logrado consolidarse en el ámbito municipal tras el fracaso electoral de 2021, mientras que el oficialismo, aunque en retroceso, no ha sido completamente desbancado. Las proyecciones hacia 2025 siguen abiertas, con figuras emergentes y escenarios cambiantes que definirán el panorama político del país en los próximos años
