Mario Sánchez Medina
Facultad de Ingeniería
Universidad Andrés Bello Concepción
Los desafíos medioambientales no dan tregua y frente a ello una de las instancias de concienciación es el Día Mundial sin Compras, también conocido como Buy Nothing Day (BND) de este 29 de noviembre. Este año, la paradoja es evidente: mientras se promueve la reflexión sobre el consumo desmedido, coincidimos con eventos como el Black Friday, que incentiva la compra masiva. Este contraste nos invita a cuestionar no solo cuánto compramos, sino también qué y cómo lo hacemos.
La economía circular se ha consolidado como un modelo que propone soluciones a los límites físicos de nuestro planeta. Según la ONU, si seguimos con el actual ritmo de consumo, para 2050 necesitaremos los recursos de tres planetas para sostenernos. Este dato debería alarmarnos, pero también motivarnos a actuar. Como individuos, tenemos la capacidad de influir en el mercado a través de nuestras decisiones de compra, optando por alternativas responsables que minimicen el impacto ambiental.
Chile, aunque aún rezagado en la implementación de la economía circular, ha comenzado a dar pasos importantes. Las universidades, por ejemplo, están educando a las nuevas generaciones sobre los principios de sostenibilidad y consumo consciente. Sin embargo, este cambio no puede quedarse solo en el ámbito académico; debe permear todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.
El reciclaje, un concepto esencial dentro de la economía circular, debe evolucionar hacia una integración en los procesos de producción. En lugar de depender del reciclaje como una solución secundaria, debemos aspirar a que los productos sean diseñados desde su origen para generar el menor residuo posible. Esta visión no solo depende de las grandes industrias; como consumidores, nuestra demanda por productos más sostenibles puede ser un motor de cambio.
En el contexto del Día Mundial Sin Compras, y con la Navidad rondando ya en nuestras cabezas, es clave reflexionar sobre cómo nuestras acciones individuales pueden contribuir a un cambio cultural hacia el consumo consciente. Comprar menos no significa necesariamente renunciar a lo que necesitamos, sino hacerlo de manera más responsable. Si una compra es inevitable, debemos priorizar productos y servicios que tengan un compromiso real con el medio ambiente, como aquellos ofrecidos por emprendedores que aplican principios de economía circular en sus proyectos.
Existen en Chile ejemplos de emprendedores que han hecho de la sostenibilidad su eje central, mostrando que es posible generar soluciones innovadoras que combinen rentabilidad y respeto por el entorno. Al optar por sus productos, no solo apoyamos a pequeños negocios, sino que también enviamos un mensaje claro a las grandes corporaciones: el consumidor está cambiando, y el mercado debe adaptarse.
Además, nuestra responsabilidad no termina en la compra. La reducción de residuos comienza desde que seleccionamos un producto y se extiende hasta el momento de su disposición final. Por ello, es crucial considerar factores como la durabilidad, la reutilización y el impacto ambiental de lo que adquirimos. La basura, como bien señala el especialista Mario Sánchez, es un invento humano; la naturaleza no genera residuos. Si adoptamos este principio, podemos contribuir a la restauración de nuestro entorno.
Hoy, el mundo necesita decisiones informadas y conscientes. No se trata de privarnos, sino de replantear nuestra relación con el consumo. Reflexionemos: ¿realmente necesitamos aquello que estamos por comprar? ¿Podemos elegir una opción que sea menos perjudicial para el medio ambiente? Estas preguntas no solo nos benefician como individuos, sino que también aportan a la construcción de un futuro sostenible para todos.