Claudia Narbona
Académica Nutrición y Dietética, U.Central
El Derecho a la Alimentación (DA), declarado en la Constitución Chilena, es un derecho humano que incluye no sufrir hambre, y acceder física y económicamente a alimentos suficientes, de calidad y pertinentes, para cumplir con las necesidades nutricionales, biológicas y sociales de personas y comunidades, protegiendo el medio ambiente.
Así mismo la FAO, define como Seguridad Alimentaria, cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana.
En ambos casos, existe un factor común que tiene que ver con el acceso físico, ósea disponibilidad de alimentos, y ahí es donde viene la gran incertidumbre, ¿seremos capaces de poder cumplir con la accesibilidad física de alimentos?
United Nations (UN), entrega datos preocupantes, indicando que 2000 millones de personas en el mundo no tienen acceso habitual a alimentos seguros, nutritivos y suficientes. En el 2022, 148 millones de niños sufrieron retraso en el crecimiento y 45 millones de niños menores de 5 años sufrieron desnutrición severa. A eso se une, que los pronósticos a futuro no son para nada auspiciadores, se prevé que más de 600 millones de personas en todo el mundo se enfrentarán al hambre en 2030, lo que pone de relieve el inmenso desafío de alcanzar el objetivo de la accesibilidad física a los alimentos.
Chile, también se enfrenta a esta devastadora realidad, en donde el incremento de población y la disminución de un 28 % de los terrenos agrícolas, productores de alimentos, ponen de manifiesto que no somos una excepción a lo que acontecerá en un par de años más. Debemos hacer hincapié en el impacto de la urbanización en los sistemas agroalimentarios, ya que se prevé que casi siete de cada diez personas vivirán en ciudades en el 2050. Si a esto agregamos los conflictos, la crisis climática y el aumento del costo de la vida, la inseguridad civil y la disminución de la producción de alimentos, esto nos permite entender como estos factores han contribuido a la escasez y los altos precios de los alimentos.
La inversión en el sector agrícola es fundamental para reducir el hambre y la pobreza, mejorar la seguridad alimentaria, crear empleo y aumentar la resiliencia ante desastres y crisis. Es por lo mismo que debemos empezar a trabajar para poder revertir esta situación a través de pequeñas acciones que nos ayuden a enfrentar este problema.
Por ejemplo, puedes contribuir con cambios en tu propia vida (en casa, en el trabajo y en tu comunidad) apoyando a los agricultores o mercados locales y eligiendo alimentos sostenibles, defendiendo una buena nutrición para todos y luchando contra el desperdicio de alimentos.