Cristina Bravo Bassi
Abogada
“Si no hay buen gobierno, la nación fracasa;
el triunfo depende de los muchos consejeros”
Chile enfrenta una crisis de seguridad que amenaza la calidad de vida de todos sus habitantes, el aumento de la delincuencia ha deteriorado la confianza ciudadana y ha expuesto graves deficiencias en nuestras instituciones. Si bien la creación de un nuevo Ministerio de Seguridad puede parecer una medida “contundente”, esta solución está lejos de ser óptima y eficiente.
Es importante reflexionar que, la crisis que estamos viviendo, enfrenta distintos ejes por abordar, por ejemplo, estamos débiles en tecnología; sabemos que el despliegue masivo de fuerzas de seguridad en las zonas más afectadas por la delincuencia es una medida inmediata y necesaria, sin embargo, debe complementarse con la incorporación de tecnologías avanzadas, como cámaras de vigilancia, drones, uso de aplicaciones digitales que permitan a los ciudadanos denunciar delitos en tiempo real, armas de uso policial efectivas y, por sobre todo, una verdadera autorización para las policías respecto al uso de la fuerza, puesto que, formar y sacar a terreno policías de papel es no enfrentar ningún delito, más aún en el contexto en el que estamos viviendo, por el contrario, es atar de manos a nuestras policías y exigirles lo imposible.
Por otro lado, el sistema penitenciario chileno enfrenta desafíos graves, como la corrupción, el hacinamiento, y la reincidencia delictiva. Estos problemas desvirtúan la función de la pena y convierten a las cárceles en «universidades del delito», por ende, es menester definir con exactitud, cuál es la finalidad de la pena en Chile: ¿retribuir el mal causado, prevención general, reinserción social, protección de la sociedad, mero castigo o disuasión? Pareciera ser que, la protección de la sociedad y un enfoque rehabilitador no sería una finalidad descabellada, puesto que, se puede priorizar la segmentación de internos, por edades y por su perfil delictual, asimismo, la construcción de cárceles de alta seguridad y la implementación de verdaderos programas efectivos de reinserción social, no solo disminuirían la reincidencia, sino que también, fortalecería la cohesión social al reincorporar ciudadanos productivos al sistema, una vez que cumplan su pena. Asimismo, un mecanismo de control externo de probidad en Gendarmería, resulta trascendente para erradicar el tráfico y los delitos cometidos dentro del mismo recinto penitenciario.
No obstante a lo anterior, endurecer las penas en delitos que atenten contra la vida y la integridad física y psíquica de la persona, es algo que también es digno de analizar, verbigracia, la violación o los abusos sexuales contra menores o los homicidios simples, tienen penas irrisorias y completamente desproporcionadas al daño causado, esta situación es inconcebible en un estado de derecho.
Es por lo ya expuesto que, la creación de un Ministerio de Seguridad, no es sino, aumentar la burocracia, ya que no garantiza mejores resultados, es más, añade una capa administrativa que podría generar conflictos de competencias con las instituciones actuales, como Carabineros, la Policía de Investigaciones, las Policías Marítimas y las Subsecretarías de Interior. La coordinación no se logra con más ministerios, sino con una estrategia bien diseñada que fortalezca lo que ya existe.
Además, la expansión del aparato estatal conlleva riesgos para las libertades fundamentales. Un ministerio con amplias facultades podría derivar en un incremento del control gubernamental sobre la población, debilitando la transparencia y fomentando posibles abusos de poder. Esto resulta especialmente preocupante en un contexto donde la confianza en las instituciones está en su nivel más bajo. Tampoco podemos dejar de lado que, la creación de un nuevo ministerio exige un gasto significativo en infraestructura, personal y operaciones, fondos que perfectamente, podrían destinarse a fortalecer las instituciones ya existentes. Para nadie es novedad que, Chile enfrenta limitaciones económicas que hacen imprescindible priorizar inversiones, sin necesidad de acrecentar el gasto estatal con la creación de más servicios públicos, basta con ver el ejemplo de México que cuenta con una tasa de homicidios elevadísima y con un sinnúmero de ministerios que poco han hecho por sus ciudadanos.
Ahora bien, estamos claros que la delincuencia no se resuelve solo con más policías o castigos más duros, y que a todas luces se requiere abordar las causas estructurales que la generan, pero, antes de llegar a la raíz, hay que partir por lo básico y externo, para evitar que esas raíces se sigan expandiendo; es decir, una purga y fijar los primeros límites, pero, la creación de un Ministerio de Seguridad es una medida completamente superflua, propagandista y populista que, busca calmar las demandas ciudadanas, pero no enfrenta los problemas de fondo. Un Estado eficaz no se mide por su tamaño, sino por su capacidad de responder a las necesidades de sus ciudadanos. En el ámbito de seguridad, lo que Chile necesita no es más burocracia, sino más eficacia, eficiencia y compromiso real con el bienestar de su gente, ¿cómo? Por medio de políticos que hagan su trabajo con sabiduría, discernimiento o al menos, con sentido común.