Memoria y patrimonio, incendios, zona de riesgo

Uwe Rohwedder Gremler
Decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, U. Central

Nuestras ciudades han podido construir espacios significativos gracias a edificios y otras estructuras. Cada uno con su propia historia han reflejado épocas, estilos y formas que respondían, muchos de ellos, a procesos migratorios como el de los alemanes en el sur, Valdivia, Frutillar por nombrar algunas; el salitre, principalmente, aún con importantes vestigios en la ciudad de Iquique; la minería con Sewell; las carpinterías de madera en Chiloé y como no nombrar a Valparaíso con sus apariciones únicas de espacios recreados europeos y abalconados en lindos miradores, construcciones principalmente realizadas durante la fiebre de oro en San Francisco. Más al sur las estancias ovejeras en la Patagonia austral con su particular arquitectura y paisajes, toda la red ferroviaria y sus estaciones desde Iquique hasta Puerto Montt.

Muchos de estos edificios, aun existentes, requieren con urgencia planes preventivos, primero para minimizar el deterioro como el riesgo de su pérdida definitiva. No podemos depender de las acciones de bomberos como única acción visible y práctica hoy, porque sabemos que aquello es reactivo y no preventivo. Es urgente revisar el estado de instalaciones en general, gas y electricidad se tornan críticas cuando estos inmuebles son ocupados por su abandono.

Desde aumentar las exigencias en los elementos de protección contra el fuego para proyectos aledaños o insertos en zonas “protegidas”, y revisar los usos permitidos ya que las mejores experiencias se han dado cuando instituciones pueden hacer uso de estos inmuebles. Hoy ya existen sistemas de alerta, detectores de humo, sensores de calor que automáticamente se activan para evitar el fuego. Son inversiones importantes y siempre, ante este problema, queda la sensación de que no hay una conciencia en general del valor que tienen estos inmuebles.

El abandono y falta de fiscalización o normativa efectiva, generan la falta de empatía de un vecindario o concepto de barrio en que unos se cuidan a otros, es esa ausencia que debilita una acción preventiva y genera una vulnerabilidad creciente. Una vez desaparecidos para las nuevas generaciones, nunca existieron, así las cosas, no tenemos una política pública efectiva que debiera empezar en la educación primaria para la comprensión valórica sobre qué es lo que perdemos.

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