Pandemia en primera línea: el recuerdo de urgenciólogas y urgenciólogos 

A cinco años de la llegada del COVID-19 a nuestro país, médicos especialistas en Urgencia relatan cómo fue vivir una de las situaciones sanitarias más críticas que afectó al mundo entero y que cambió la forma de ejercer la profesión.

A finales de 2019 se hizo pública la noticia sobre un extraño virus que apareció en China y comenzó a cobrar la vida de cientos de personas. Durante varios meses, desde Chile observábamos cómo esta situación avanzaba y seguía expandiéndose alrededor del mundo, sin una cura o tratamiento efectivo, hasta que aterrizó en suelo chileno. Fue en marzo de 2020 cuando se confirmó el primer caso de Coronavirus en Talca.

La enfermedad avanzó rápidamente a lo largo del país y, debido a la gravedad y alta tasa de mortalidad, el 18 de marzo del 2019 se decretó Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe para todo el territorio nacional, empezando así la crisis sanitaria más grande en Chile y en el mundo durante el siglo XXI. A la fecha, el virus ha cobrado la vida de 58.538 personas en el país, según cifras del Departamento de Estadísticas e Información de Salud. En su momento más crítico, durante el 2021, la mortalidad llegó a un promedio de 397 fallecidos diarios.

Con respecto a lo que significó vivir en primera línea la pandemia en los recintos asistenciales, y sobre lo que esta experiencia dejó y cambió en los servicios de Urgencia tras superar la crisis sanitaria, la Dra. Michelle Pirazzolli (MP) y el Dr. Allan Mix (AM), desde la Sociedad Chilena de Medicina de Urgencia (SOCHIMU), reflexionan:

Cuando se enteraron de la confirmación del primer caso positivo en Chile, ¿Cómo se prepararon para enfrentar el avance de la enfermedad con sus equipos?

MP: Cuando se confirmó el primer caso en Chile, me encontraba trabajando en un servicio de urgencia privado, recién llegando de una experiencia en Canadá, donde adquirí herramientas que hasta ese momento no sabía que nos servirían para abordar esta enfermedad. Junto al equipo, nos capacitamos de inmediato en el uso correcto de medidas de protección personal, implementamos protocolos y realizamos entrenamientos con simulación para enfrentar el temor e incertidumbre del inicio de la pandemia. A pesar del miedo todo el equipo en general se mostró muy dispuesto a trabajar y estar disponible, aún en horarios mucho más extensos de lo que habitualmente era nuestra jornada. Poco después, me incorporé al servicio público en la ex Posta Central para ampliar la respuesta y contribuir lo máximo posible a la necesidad del país.

AM: Hoy sigue siendo difícil reflexionar respecto de ese momento. Para esa fecha recién se había confirmado mi selección como Jefe de la primera Unidad de Urgencia de Adultos del nuevo Hospital Félix Bulnes, que se estaba entregando y preparaba su puesta en marcha. Nada hacía presagiar que sólo un mes después, el 25 de abril de 2020, esa Urgencia abriría sus puertas para atender a la población del sector Occidente de la Región Metropolitana. Fue tan sólo un mes el que tuvimos para terminar de reclutar médicos y profesionales de la salud. Junto a un muy buen liderazgo de enfermería (EU. Patricia Soto y EU. Sebastián Llanos) nos reunimos a diario a planificar cómo lo enfrentaríamos. Primero estaba el tema de la protección personal lo que llevaba de la mano una recapacitación de todo el personal respecto al uso de estos elementos como mascarillas, guantes y pecheras. También había que planificar la sectorización de los espacios, ya que había que atender a los pacientes con COVID separados de aquellos no infectados. Esto implicaba duplicar flujos de atención, destinar y rotar personal, designar un segundo reanimador y poner a disposición todos los equipos de ventilación mecánica existentes.  Sobre este último punto no se sabía mucho. Leíamos la escasa literatura científica que iba apareciendo y nos escribíamos con nuestros amigos y colegas en Europa y EE.UU. para enterarnos que el escenario era sombrío y que no existía certeza al respecto de cómo había que proceder, pero que sin duda íbamos a enfrentar quedarnos sin insumos y ventiladores.

Hubo dos peaks del virus, a mediados de 2020 y 2021, ¿qué fue lo más complejo durante estos periodos más críticos?

MP: En el primer peak (2020), lo más difícil fue enfrentar la incertidumbre y el miedo a lo desconocido. Además, sufrimos pérdidas en el equipo, pero esta situación nos impulsó a fortalecer nuestras estrategias y a prepararnos aún mejor para los desafíos venideros. En el segundo peak, el agotamiento derivado de jornadas extensas, la separación de las familias y la constante presencia de la muerte fue sin duda lo más difícil. Por otra parte, la escasez de recursos, como ventiladores mecánicos, lo que obligó a priorizar pacientes, poner una vida por sobre otra y, en ocasiones, tomar decisiones extremadamente difíciles, como comunicar la necesidad de intubación a pacientes sin garantías de recuperación, tuvimos que comenzar a hacer videollamadas con la familia porque quizás esa era la última vez que iba a ver a su ser querido, despedirse era durísimo.

AM: La muerte se convirtió en algo cotidiano, en números que con el tiempo simplemente dejaron de sorprender. Eso no hizo más sencillo el acto de comunicarle a una familia que su ser querido ya no estaba con vida y que no podían acercarse o abrazarlo por última vez. La conversación antes de intubar, cuando ya no había más alternativas y la espera por tener un ventilador disponible, eran algunas de nuestras angustias y preocupaciones diarias.

Una vez superada la pandemia, ¿qué cambió en los servicios de urgencias del país?

MP: La pandemia incrementó la visibilidad y el reconocimiento del trabajo en los servicios de urgencias, abarcando a urgenciólogos, médicos generales, enfermeros, paramédicos y otros profesionales. Esta experiencia evidenció lo exigente de la labor en primera línea y la necesidad de trabajar de manera coordinada. Se rompieron barreras entre especialidades y se fortaleció el trabajo en equipo, permitiendo una comunicación más fluida y una respuesta más unificada en turnos complejos, lo que mejoró significativamente la atención en situaciones de emergencia.

AM: Los servicios de urgencia se abastecieron de más y mejor equipamiento. El equipo humano se fortaleció y se unió y también aprendió a manejar de mejor manera al paciente crítico. No hubo tiempo para un descanso y recuperación, porque lo que vino después de la pandemia fue el impacto de todas esas consultas ambulatorias y controles de salud que no se hicieron, teniendo pacientes que luego de dos años sin control alguno, consultaban en Urgencia con cánceres avanzados o con enfermedades crónicas muy descompensadas. Ahí siguió firme y sigue hasta hoy  el equipo trabajando.

¿Qué enseñanzas les dejó la Pandemia?

MP: Una de las principales lecciones fue la importancia de la humildad: estar preparados para escenarios adversos y reconocer que la naturaleza puede sorprendernos ser un impulso para superar obstáculos y buscar constantemente soluciones innovadoras para nuestros pacientes. Asimismo, la pandemia nos enseñó a trabajar en red, colaborando con otros servicios, hospitales y profesionales a nivel local e internacional.

AM: La principal enseñanza es que tenemos que estar preparados para lo más insospechado. La importancia de tener médicos especialistas en la materia respondiendo a las necesidades de la población, trabajando siempre en equipo, donde urgenciólogos y urgenciólogas junto al personal de enfermería, técnicos, kinesiólogos y auxiliares cumplan cada uno con su rol, en un trabajo sinérgico enfocado siempre en nuestros pacientes.

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