Escribir a mano es ordenar ideas

Claudia Figueroa
Académica de la Escuela de Fonoaudiología
Universidad Andrés Bello

Cada nuevo semestre escolar suele ser un momento de análisis y evaluaciones que “muestran” lo aprendido y lo no adquirido. Esto no es exclusivo de la escuela, también ocurre en el ámbito universitario. Hoy parece haber consenso en que las habilidades de pensamiento, reflexión y argumentación están en baja, y las estrategias pedagógicas no logran ajustarse.

Si bien el uso del lápiz y papel puede ser un factor, solemos obviar algo transversal al aprendizaje, y es el lenguaje. Este no solo es un sistema simbólico que organiza lo que decimos, sino también cómo pensamos y jerarquizamos un discurso coherente, tanto oral como escrito.

Esto no implica que todos los estudiantes tengan un déficit en el lenguaje, aunque podría incidir. Más bien, muchos no logran desarrollar estrategias para explicar, analizar o argumentar ideas. Por eso, es clave enseñar a escribir y ordenar ideas de forma jerárquica y estructurada, algo que puede lograrse con preguntas progresivas y contextualizadas.

Lamentablemente, este modelo está limitado en el aula por múltiples factores: exceso de estudiantes, poco tiempo, falta de entrenamiento docente y baja tolerancia a la frustración.

Pensar implica elaborar ideas que reflejen nuestro conocimiento, y eso no siempre es inmediato. Una contra-pregunta puede gatillar un nuevo orden o una reformulación. Preguntar para pensar también implica aceptar no entender algo y pedir precisión, habilidad poco natural en menores y adolescentes.

Valorar el preguntar y el precisar es urgente. Requiere flexibilidad, apertura y una emoción saludable que no afecte la autoestima. Pensar para preguntar y preguntar para pensar es una estrategia que merece una nueva mirada.

 

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