Sembrar futuro desde el desierto: una hoja de ruta para transformar Atacama

Por María José Gallardo Nelson, vicerrectora de Investigación y Postgrado, Universidad de Atacama & Ciencia e Innovación para el Futuro

En los últimos meses, he tenido el privilegio de liderar uno de los procesos más significativos que hemos impulsado como institución: la construcción participativa de una hoja de ruta para el desarrollo científico y tecnológico de nuestra Universidad de Atacama (UDA), con mirada de futuro y foco en el territorio. No se trata de un documento técnico más ni de una planificación aislada. Es, en muchos sentidos, una declaración de principios. Un compromiso con Atacama.

La Universidad de Atacama, como universidad estatal y regional, tiene un rol que trasciende la formación de profesionales. Somos parte de la historia, del presente y —sobre todo— del futuro de esta región. Por eso, cuando nos adjudicamos el Fondo I+D+I Universitario Territorial (FIUT), supimos que no podíamos hacer más de lo mismo. Esta era la oportunidad para repensarnos, reorganizarnos y proyectarnos como una universidad comprometida con su entorno, que investiga con sentido y con propósito.

El proceso de construcción de esta hoja de ruta nos ha llevado a escuchar muchas voces, desde integrantes de la comunidad académica y personas dedicadas a la investigación hasta la comunidad estudiantil, el personal administrativo y las autoridades locales, junto con representantes del sector productivo y de la sociedad civil.

No queríamos una planificación desde el escritorio, sino un diálogo real con las urgencias y aspiraciones de quienes viven y trabajan en este territorio. ¿Qué tipo de conocimiento necesita Atacama para enfrentar sus desafíos sociales, económicos y ambientales? ¿Qué brechas debemos cerrar como institución para estar a la altura de ese desafío?

Uno de los temas que surge con fuerza es la necesidad de formar capital humano avanzado que se quede en la región. Tenemos talento, pero muchas veces se nos escapa porque no hay suficientes oportunidades de desarrollo académico o laboral. Por eso, nos hemos propuesto ampliar nuestra oferta de posgrados: ya contamos con dos programas de doctorado y en 2026 esperamos llegar a cuatro, incluyendo uno en minería sostenible. También queremos crear nuevas carreras vinculadas a sectores con alto potencial en la zona, como la acuicultura, la agroindustria o las energías renovables.

Pero abrir programas no basta. Necesitamos también fortalecer nuestra infraestructura, nuestros laboratorios, nuestros equipos de investigación. Debemos crear condiciones para que nuestros investigadores puedan hacer ciencia de excelencia sin tener que salir de Copiapó o Vallenar. Que nuestras investigadoras no tengan que elegir entre hacer familia y hacer carrera científica. Que nuestros estudiantes de pregrado tengan contacto temprano con la investigación y la innovación, no como un lujo, sino como parte integral de su formación.

Esta hoja de ruta también contempla una transformación cultural. Queremos que la ciencia y la tecnología estén al servicio de las personas, no como un discurso abstracto, sino como una práctica cotidiana. Que nuestras investigaciones dialoguen con las necesidades del mundo público y privado, con las comunidades y con los saberes locales. Que contribuyamos a una minería más limpia, a una mejor gestión del agua, a una salud más accesible, a una educación más innovadora. En resumen, a una mejor calidad de vida para quienes habitan esta región.

La adjudicación del fondo estructural no es un fin en sí mismo. Es un punto de partida. Un impulso para consolidar un proyecto universitario que no se mida solo en indicadores de productividad académica, sino en su capacidad de transformar realidades. Nuestro horizonte no es convertirnos en un centro de investigación desconectado de su entorno, sino en una universidad que crece junto con su territorio, que forma profesionales con conciencia crítica y compromiso social, y que produce conocimiento con impacto.

Desde Atacama y su desierto, creemos firmemente que es posible hacer ciencia con sentido. No para replicar modelos importados, sino para proponer caminos propios. Para posicionar a la región en el mapa del conocimiento, sí, pero sin perder de vista que nuestro deber primero es con quienes viven aquí.

La ciencia que soñamos no es la que se encierra en laboratorios, sino la que se abre al territorio. La que pregunta, escucha, transforma. La que se hace cargo de su tiempo y de su lugar. Esa es la universidad que estamos construyendo. Y este es apenas el comienzo.

La Universidad de Atacama ha trazado un ambicioso plan para transformar el desarrollo científico y tecnológico de la región, con una mirada profundamente territorial. “No se trata de un documento técnico más ni de una planificación aislada. Es, en muchos sentidos, una declaración de principios. Un compromiso con Atacama”, afirma María José Gallardo, vicerrectora de Investigación y Postgrado.

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