La familia es reconocida como el primer espacio de formación en valores, apoyo emocional y socialización. Sin embargo, un reciente estudio desarrollado en la Universidad Central sede Región de Coquimbo, pone en evidencia importantes diferencias en la forma en que estudiantes secundarios y apoderados perciben la funcionalidad familiar en la región.
La investigación, liderada por el académico Álvaro Leyton-Hernández junto a estudiantes de la carrera de Enfermería, analizó los niveles de cohesión, comunicación y apoyo dentro de los hogares de la región de Coquimbo. El estudio se llevó a cabo en establecimientos educativos de La Serena y contó con una muestra de 385 participantes: 201 apoderados y tutores legales y 184 estudiantes de enseñanza media, seleccionados mediante muestreo probabilístico estratificado.
Los resultados mostraron un contraste significativo, ya que mientras los apoderados valoran de manera positiva la comunicación familiar, los estudiantes no siempre comparten esa visión. Esta brecha generacional abre interrogantes sobre cuánto están siendo escuchadas realmente las voces juveniles.
Otro hallazgo relevante fue la diferencia según género, en este sentido, las mujeres señalaron un mayor respaldo en redes externas –amistades y vínculos emocionales–, mientras que los hombres reportaron menores niveles de apoyo percibido fuera del hogar. Esto, advierte el equipo investigador, podría traducirse en vulnerabilidades específicas para el desarrollo social y académico de los estudiantes varones.
“Si bien los adultos creen que existe una comunicación sólida, los jóvenes no lo sienten de la misma manera. Ese desfase requiere atención inmediata, pues la cohesión familiar está directamente vinculada al bienestar emocional y al rendimiento académico”, explicó Leyton.
Los resultados del estudio evidencian la necesidad de diseñar herramientas e intervenciones que permitan detectar de manera temprana las áreas de riesgo en la funcionalidad familiar, con especial atención a aspectos como la comunicación, el afrontamiento del estrés y la existencia de redes de apoyo.
Una evaluación anticipada en estas dimensiones no solo fortalecería la preparación de las familias frente a posibles escenarios de dependencia, sino que también contribuiría a reducir la carga futura de los cuidadores principales, favoreciendo un entorno más saludable y sostenible para todos sus integrantes.