Por Eduardo Schindler – Zürich, Octubre 2025
En abril, el Presidente Trump anuncia la liberación de las garras de socios tramposos y que se aprovechan de ellos. Estos socios son culpables de haber aprendido a jugar al libre comercio mejor que USA – la nación que definió las reglas del juego, y que ahora siguiendo la lógica de matón callejero prefiere cambiarlas en vez de esforzarse para mejorar y volver a ganar.
El castigo a los socios aprovechadores no es igual para todos: mejor juegan, más grande es la punición. Hacerle frente a esta extorsión es una aventura también para Suiza. En abril se anuncia una tarifa del 31%. Alarma general, y las máximas autoridades parten a Washington a ofrecer regalitos – inversiones, comprar gas y armas, etc. Parece funcionar: en julio se firma un acuerdo con una tarifa del 15%. Para sorpresa general, en agosto se anuncia un 39% – a pesar del acuerdo firmado por tres ministros (Relaciones Exteriores, Tesoro y Comercio). Donde manda capitán, no manda marinero. Cómo llega el capitán al 39% es un misterio. Lo importante es que Suiza sea uno de los más castigados de todos. Tal vez envidia: son mucho más ricos que nosotros, juegan demasiado bien al libre comercio, y se permiten una tarifa de 0% en las importaciones de USA. Además, son tan chicos que ni se pueden defender. Se repiten viajes con más regalitos, y cada vez las autoridades vuelven con las manos vacías y la marca de la cachetada recibida en la cara. Parece que abofetear contrapartes funciona de maravilla para vender propiedades a precios absurdos en Manhattan.
Trump no es el primero que cae en el auto-engaño que la mejor manera de industrializar el país es a través de la sustitución de importaciones con aranceles que protejan las empresas locales. Desde hace 70 años que hay una institución que disemina esta dañina falacia de aparente competitividad (artificial e insostenible) en América Latina. Lamentablemente Chile también cayó en la trampa. Y como las tarifas no daban los resultados esperados, para los empresarios criollos era más fácil ganar plata convenciendo al gobierno de turno de subir las tarifas (una y otra vez) en vez de hacer mejoras operativas. Negocio seguro. Por absurdo que sea, a inicios de los años 70, la tarifa promedio en Chile había llegado a ser tipo 150% – con textiles al 400% y otras al 800%.
Contra viento y marea, e ignorando el mensaje de un ejército de profesores de economía con premio Nobel y todo (aranceles deben ser bajos, parejos y estables), Trump hace justo lo contrario: introduce excepciones temporales para ciertas industrias, define tarifas múltiples según la proveniencia de los productos, y cambia decisiones una y otra vez. Y al mejor estilo Jafar de Disney (arrogante, pérfido, y con ambición ilimitada de poder y gloria), ha colocado tarifas del 50% con fines puramente intimidatorios hacia Brasil e India, ha amenazado con doblar la tarifa a la UE al 30% si se atreven a sancionar a Google con € 2.9 bio. por abuso de mercado, y ha desencadenado una confrontación abierta con China – subiendo repetidas veces los aranceles hasta llegar a un insensato 145% … para cambiar de posición en días y ponerlos en suspenso en tanto haya negociaciones hacia un arreglo final. Y como si toda esta confusión e incertidumbre fuera poco, una corte de apelaciones federal ha sentenciado que una buena parte de las tarifas decretadas por Trump son ilegales!
En Chile ya sabemos cómo sigue la película una vez que se empieza a caer por el resbalín del proteccionismo. La minoría que puede permitirse comprar cosas, paga precios superiores a lo necesario y por productos de calidad inferior a los existentes en otras partes. Todavía peor, la gran mayoría simplemente no puede consumir una variedad creciente de productos – e.g., a inicios de los años 70 habían más de 6 millones de hogares y sólo 375 mil aparatos de TV, por no hablar de tener una dieta completa y equilibrada, casa calefaccionada, ropa y zapatos de calidad, acceso a remedios y vacunas modernas, poder salir de vacaciones, teléfono, cuenta en banco, un mínimo de ahorros, comprar un auto, etc.. Lo cierto es que la falacia de la sustitución de importaciones condenó a millones de personas a una vida en la miseria, en Chile y tantas otras partes, y por generaciones. Y lo perverso de esta aberración no termina aquí. Protegidos por barreras arancelarias, los dueños de empresas se enriquecen fácilmente a costas del resto de la gente, y esto gracias a medidas tomadas por las mismas autoridades que denuncian en voz alta la gran injusticia por las crecientes discrepancias entre clases sociales. (Una tautología tentadora para ciertas ideologías: si la mayoría de tus votos vienen de la gente pobre, entonces haz que hayan más pobres.)
Además, nuestro país conoció el monstruo burocrático necesario para implementar caprichos arancelarios para decenas de miles de productos importados de tantas naciones. Por ello, una larga lista de “errores” que tendrán lugar en USA debido a la “confusión” de las tarifas aplicables es tan predecible como inevitable – incluyendo casos de corrupción, sobornos, abuso de poder, amiguismo, etc. ¿Cómo resistir la tentación si hay tanto dinero en juego, y si para ganarlo basta convencer a un par de “conocidos” en algún ministerio en vez de miles de clientes en un mercado libre y competitivo?
De seguir como van las cosas, el destino de Estados Unidos es similar al de todas las naciones que cayeron en la ilusión e injusticias del proteccionismo: mayor miseria para tantos, y bienestar creciente para unos pocos. Y quienes en el intertanto hayan tomado decisiones en base a condiciones distorsionadas e ilusorias para satisfacer al chantajista Jafar pagarán las consecuencias. Dentro y fuera de USA. Empresas y naciones.
Desgraciadamente la historia no termina aquí, ni tampoco el día en que sus compatriotas le pondrán fin a un Jafar que se divierte en amenazar y atacar a todos los que se atreven a denunciar u oponerse a sus caprichos (autoridades, jueces, prensa y medios, actores y animadores, periodistas, banco central, empresarios, academia, etc.). En realidad, lo más alarmante de este manicomio de tarifas extorsionistas es que lo que de verdad está en juego tiene implicaciones que van mucho más allá del futuro del libre comercio. El actuar errático y desafiante de Trump ya le puso fin a esta película, y le ha dado inicio a otra con un guion que sigue reglas bien peligrosas: cada uno por su cuenta, el poder de coerción prevalece sobre las normas, y USA ya no es más un socio fiable para nadie. Organizar la co-existencia entre naciones según la ley “del más fuerte” ya ocurrió en el pasado, y la historia de esos tiempos barbáricos enseña que se empieza con el comercio y se llega a las armas. Reflejando esta nueva realidad, el precio del oro ha subido un 60% desde su elección a la fecha – el mayor “salto” de los últimos 60 años. De no cambiar, estamos ya en camino de la próxima gran guerra. La anterior se terminó con una bomba atómica de USA. La que viene tal vez empieza con una – y no será de USA.
Hablando de happy-end, de Suiza no hay que preocuparse. El 75% del PIB son servicios que no son tocados por los aranceles. Y mientras USA le debe dedicar el 5.1% de su PIB a servir la deuda pública, aquí es sólo el 0.1%. Un diferencial de mayor libertad y prosperidad de proporciones colosales que se acumula, año tras año, en favor de la gente en Suiza. Cabe destacar que el “mercado” no ha tenido mayores dificultades en evaluar a quién la va ir peor en esta guerra comercial: de abril a hoy, el US$ se ha ya desplomado un 12% respecto al CHF. Las visitas a Washington con regalitos se acabarán, la marca de las cachetadas desaparecerá, y la nación saldrá fortalecida de este episodio. Y en caso de un-happy-end, Google nos cuenta que Suiza es la única nación en el planeta que tiene refugios atómicos ya construidos y listos para recibir a toda su población. Lo que Google no logra explicar, y que es una protección todavía más valiosa y de uso permanente, es la manera en que la democracia directa garantiza que esta nación no será nunca gobernada por un autócrata megalómano, que se auto-regala un “big beautiful bill” y que abofetea incluso a sus propias autoridades (ver: www.swiss-democracy.ch).