Eduardo Schindler – Zürich, Noviembre 2025
Que los ricos paguen más impuestos es un principio aceptado desde la época de los faraones. Solución razonable: es más fácil sacarle al que tiene que al que no tiene, y es justo tomar del que tiene más para darle al que tiene menos. El problema es que si el gasto público no para de aumentar, la disposición a contribuir se reduce, y se crea así un conflicto perenne entre ricos, autoridades y el resto de la sociedad. La pregunta es: ¿cómo encontrar un equilibrio justo y durable entre los intereses legítimos de todas las partes?
Algunos logran hacerlo mejor que otros. En Francia llevan 230 años buscando mayor égalité. El cómo hacerlo lo dejan en manos de la elite política que remplazó a la monarquía en manejar los destinos de la nación. Lo llaman democracia representativa. Y no les ha ido muy bien. Entre tanto, la tasa de impuestos más alta es del 54%, la recaudación tributaria es el 46% del PIB, y tienen una deuda pública del 120% del PIB que les cuesta el 3.6% al año. Además, la obsesión re-distributiva persiguiendo una égalité que no llega hace que un gigantesco 31% del PIB vaya en “seguridad social”, y sólo un 5% en educación. A falta de satisfacción, las huelgas y protestas aparecen cada vez que se intenta reducir el gasto público, subir la edad de la pensión, etc. Un país un poco a la deriva, con el cambio de 5 primeros ministros en menos de 2 años tratando de formular sin éxito un presupuesto aceptable a todos. Algunos aprovechan la situación para protestar en favor de implementar un 2% de impuesto global a las grandes fortunas. Creen que esta vez la égalité llega de seguro! Otro ejemplo del cinismo oportunista de algunos y la ignorancia de tantos. Un auto-engaño colectivo gigantesco, y que dura por generaciones. Y no sólo en Francia.
En Noruega también delegan las decisiones de interés colectivo a una elite política. Y han vivido lo que pasa cuando las autoridades exageran con los impuestos: un éxodo de los superricos. Entre el 2022 y 2024, se aprobaron una serie de alzas – incluyendo impuesto a la fortuna (de 1% a 1.1%), a los dividendos de las empresas, e incluso al exit-tax para las personas que dejan el país. Esperaban aumentar la recaudación tributaria en US$ 160M. En vez, esta cayó en US$ 600M dado que unos 50 superricos ya se fueron del país – más que el total de los 15 años anteriores. Un error tan absurdo como evitable, y que ahora el resto de la gente debe compensar/pagar con mayores impuestos y/o con reducción en los servicios públicos. Este ejemplo muestra que el capital se comporta como las personas: busca asilo/emigra cuando se siente en peligro. Y no sólo en Noruega.
En Suiza la gente no delega las decisiones importantes a la clase política, sino que las deja en sus manos. Se llama democracia directa, y la gente ejerce este derecho político cada 3 meses en sesiones de referendos en que votamos SI o NO a la entrada en vigor de unos 8-10 temas. Por ello, aquí es obligatorio referendar cualquier cambio a las tasas de impuestos o introducción de nuevos. Los políticos proponen, y la gente dispone. Y ha ido de maravilla. La tasa de impuesto más alta es un 33%, la recaudación tributaria un 28% del PIB, y la deuda pública es un mero 40% del PIB y cuesta apenas un 0.1% de intereses. Pero hay más, mucho más. La brecha respecto a Francia es todavía mayor si se compara la calidad de los servicios públicos (salud, educación, etc.) que se reciben a cambio del 46% y 28% pagado en impuestos. Y la diferencia llega a dimensiones gigantescas si se confronta el nivel de égalité existente entre las condiciones de vida, seguridad y dignidad en que vive el 20% más pobre en cada nación.
Lo notable es que se puede cambiar Francia por cualquier otro país, y el resultado es el mismo: no existe otra nación en el mundo en que el 20% más bajo esté tan bien como en Suiza – en términos absolutos y relativos a las capas sociales más altas. Y nadie lo sabe mejor que la gente misma de este segmento. Les basta abrir los ojos cada vez que viajan, o bien comparar los sueldos que reciben con parientes y amigos en otros países europeos: son entre 5 y 10 veces mayor por el mismo tipo de trabajo.
Y mientras en Francia protestan promoviendo el 2% de impuesto global a la riqueza, aquí en Suiza vamos a referendar el próximo domingo 30 de noviembre una iniciativa popular de las juventudes socialistas para implementar un impuesto del 50% a herencias sobre CHF 50M. Se espera que el NO de rechazo va a ser en torno al 70%. Ya en el 2015, el 71% votó NO a una iniciativa por un impuesto del 2% a herencias sobre CHF 2M. Pero lo más importante a retener es que un NO del 70% es imposible sin un masivo voto en contra de las clases bajas. Esto es: mucha gente de capas modestas parece amar a las personas de los segmentos altos como a sí misma. Por conveniencia propia. Y no duda en votar NO a todo intento de subirles los impuestos por motivos demagógicos. Sin intención de ser irreverentes con Mateo 22:39: el amar a los ricos como a ti mismo tal vez no garantiza la entrada al paraíso, pero de seguro entrega un pasar mucho mejor durante el tránsito en este valle de lágrimas.
Cabe destacar que hay una gran diferencia según la proveniencia del NO hacia grupos activistas que piden subir impuestos y/o mayor gasto público. Si viene del gobierno de turno, incita a protestar todavía más fuerte. Si viene de la ciudadanía, el NO es definitivo y es una invitación muy poderosa/convincente a dejar de molestar. Es fácil “muñequear” con un gobierno que tambalea. Es imposible hacerlo contra millones de personas. La gran serenidad, pocas protestas y ausencia de represión que caracteriza a Suiza es el resultado directo de poder someter a referendo las iniciativas provenientes hasta de las minorías más extremas. Un verdadero “tubo de escape” del sistema que no existe en otros países, y que evita la formación de la maraña de temas pendientes que nutre el activismo. Por ello, no sorprende que la gran mayoría (más de 30) de los superricos que dejaron Noruega hayan venido a instalarse en este país. No son los primeros ni los últimos que identifican y eligen a Suiza como el “refugio” más fiable del planeta.
Y Chile, ¿dónde está?
La reforma tributaria del Presidente Boric también proponía impuestos especiales a los más ricos. El rechazo del parlamento a esta propuesta en marzo del 2023 fue un alivio para muchos. Pero no hay que hacerse ilusión. El objetivo de quitarle todavía más a quienes le ha ido mejor ha sido sólo postergado, no eliminado. La mezcla de ceguera ideológica, envidia, y rencor hacia el gran éxito y masiva prosperidad generada por ideas diferentes a las propias no desaparece.
Chile puede seguir el ejemplo de Francia, Noruega o Suiza. Uno lleva a mayor inseguridad, exacerbar la lucha de clases y estimular la migración de los que pagan más impuestos. El otro a niveles de bienestar de los más pobres y de cohesión social entre clases sin precedentes. Basta implementar el derecho político a referendar 4 veces al año como uno tan inalienable y a la par del derecho a elegir cada 4 años. Empezar a tomar las decisiones más importantes por millones de chilenos a través de un referendo (en vez de seguir dejándoselas a una elite política abusiva y que ha perdido toda credibilidad) es el único camino para que a Chile le llegue el prometido futuro esplendor mucho más rápido que la égalité a Francia. No hay por donde perderse – ver www.swiss-democracy.ch.







