- El obispo emérito falleció el sábado 27 de diciembre en Santiago
Con la certeza serena de la fe, esa que afirma que la muerte no tiene la última palabra, inició su homilía monseñor Ricardo Morales, obispo de Copiapó, al presidir la Misa Fúnebre por el querido obispo emérito de la diócesis, monseñor Gaspar Quintana, la mañana del lunes 29 de diciembre. En la Catedral, la comunidad se reunió para agradecer la vida entregada de un pastor bueno, sencillo y fiel.
La Eucaristía fue presidida por Monseñor Morales, y contó con la presencia del presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Monseñor René Rebolledo, arzobispo de La Serena, junto a su obispo auxiliar, Monseñor Enrique Balzán. También asistieron los hermanos de su Congregación, Hijos del Corazón de María, los Claretianos, encabezados por el Superior Provincial, p. José Abarza cmf. Sacerdotes de toda la diócesis, diáconos y acólitos acompañaron esta celebración. Cientos de personas llegaron para despedir a don Gaspar, fallecido en Santiago el pasado 27 de diciembre, a los 89 años.
Sus restos mortales arribaron la noche anterior a la diócesis, siendo recibidos en el Santuario de Nuestra Señora de La Candelaria, donde se elevó una oración de responso sencilla y sentida. Más tarde, su féretro fue trasladado a la Catedral, donde permaneció, en la nave central y frente al altar, como signo elocuente de una vida ofrecida a Dios y a su pueblo.
En su prédica, monseñor Ricardo recordó que “la última palabra la tiene siempre Dios, y esa palabra es Jesucristo, el Buen Pastor”, iluminando la figura de don Gaspar a la luz del Evangelio. Subrayó también la libertad interior de don Gaspar, un pastor “que no temió al lobo porque actuó siempre por el bien de sus ovejas”, defendiendo la vida y el agua, cuidando lo frágil y denunciando la injusticia.
Conservar la Palabra en el corazón
Al referirse al lema episcopal de don Gaspar, monseñor Ricardo lo describió como una espiritualidad profunda, aprendida en la escuela de María. Fue -dijo- su modo de acompañar: con la oración sencilla, con la confianza total en la acción de Dios en la historia. Recordó su entrañable amor por la Virgen María: “Hijo del Corazón de María, aprendió a vivir el Evangelio en clave mariana, con humildad, alegría, sencillez y perseverancia”.
La Fiesta de La Candelaria
Uno de los legados más queridos de don Gaspar fue su aporte a la fiesta más significativa de la diócesis: la Fiesta de La Candelaria. Monseñor Ricardo recordó la creación del Trotecillo, la oración propia del Santuario y la composición de la Misa Solemne con canto a lo divino. “Son catequesis vivas -afirmó-, la fe que se canta y la fe que se camina”. Compartió también que, al aceptar el Papa su renuncia, don Gaspar quiso volver a Andacollo, “volver a un pueblo peregrino, volver a la Madre, seguir sirviendo donde la fe del pueblo se expresa con mayor sencillez”.
El ofertorio: una vida ofrecida
Durante el ofertorio se presentaron al altar signos elocuentes de la vida de don Gaspar: su báculo, llevado por el padre Mario Campillay; su casulla y su mitra, presentadas por trabajadores de la curia; jarros con agua, como símbolo de su compromiso con el cuidado de la creación; documentos de residencia definitiva ofrecidos por la pastoral del migrante -creada por él en 2006-, como fruto concreto de una Iglesia que acoge y acompaña; y el guion de la Misa Solemne de La Candelaria.
Al finalizar la Eucaristía, tomaron la palabra diversas personas que quisieron rendir homenaje a su memoria. El gobernador regional, Miguel Vargas, expresó un sentido saludo de condolencias y recalcó la dimensión humana, espiritual y social de don Gaspar para toda la región. Su cuñada, la señora Olga Gómez, agradeció el cariño recibido por la familia. Un integrante de baile religioso recordó su profundo vínculo con la piedad popular y la Fiesta de La Candelaria. Luis Urzúa, jefe de turno de los 33 mineros de la mina San José, evocó el acompañamiento fiel de don Gaspar a las familias en el campamento Esperanza, llevando cada día consuelo, oración y fraternidad. Finalmente, la periodista del Obispado habló en nombre de la curia diocesana, relevando la presencia cariñosa y cercana de don Gaspar con sus trabajadores.
Todos coincidieron en destacar la sencillez de don Gaspar, su rigor intelectual, su escucha atenta, su fino sentido del humor, su amor por la música y el deporte, su valentía ante las dificultades y, sobre todo, su inmenso amor a la Virgen María.
La celebración concluyó con el traslado del féretro a la cripta de la capilla del Santísimo, donde descansan también los restos de monseñor Fernando Ariztía. Allí, en un clima de oración y recogimiento, el pueblo pudo despedirse con amor y gratitud de este pastor bueno, que supo gastar su vida por el Evangelio.
Don Gaspar Quintana fue obispo de la diócesis de Copiapó durante trece años, entre 2001 y 2014, sucediendo a monseñor Fernando Ariztía y entregando el pastoreo al actual cardenal Celestino Aós. Su memoria permanece viva en la fe sencilla de su pueblo y en el corazón agradecido de esta Iglesia que tanto amó.













